
#DiasdelFuturoPasado volumen 51
Jorge Tadeo Vargas
Dentro de las acciones que plantean los expertos contra la crisis climática está la transición energética, donde se habla de dejar los combustibles fósiles como el método hegemónico de producir energía.
En esta transición existen varias miradas donde las que predominan o al menos permean a las políticas publicas de los gobiernos a nivel global, son aquellas donde el factor económico, el político, incluso el ideológico -si entendemos al neoliberalismo como una ideología- y el tecnológico. El factor ecológico, aunque es el pretexto ideal para esta transición, siempre queda fuera de la realidad, pues no se ve desde un punto de vista comunitario, popular, desde un cambio de matriz energética, y es que el discurso de las empresas transnacionales de energía solo piensa en maquillar de verde su forma de producción. En esto, las ONGs corporativas hacen todo el trabajo de convencimiento de que es la mejor idea, claro, siempre presentándose como las voceras de las comunidades. Intentan vender que los megaproyectos energéticos son verdes, limpios, sustentables.
México, con la 4T se mantiene en una postura de NO cambiar la forma de producir energía, apostando por mantener al petróleo, el gas, el carbón como los combustibles principales. Incluso desde la Secretaria de Energía se ha dejado muy claro que no se va a promover otro tipo de proyectos energéticos. Los contratos con empresas mineras en el norte del país, los megaproyectos de gasoductos, la construcción de una nueva refinería son parte de la apuesta de este gobierno. Sin haberlo firmado, todo indica que México va más por el Tratado de la Carta de Energía (TCE) que por la transición energética. Aunque esta se presente de forma corporativa.
El TCE, que repito, México no pertenece al grupo de países que lo firmaron, pero que mantiene una política similar a aquellos que si lo hicieron, se ha convertido en una estrategia para mantener a los gobiernos en el juego que quieren y necesitan las corporaciones energéticas para que no se dé una transición justa. El cabildeo para mantener la hegemonía de los combustibles fósiles inicia en ese espacio, es de donde se van dictando las normas que luego se pondrán en marcha en los países. Cada proyecto energético pasa por este lugar y donde más del 70 porciento de ellos son para seguir usando petróleo, gas o carbón.
Desde la última década del siglo XX, los 53 países firmantes han ido privatizando su energía, aumentando la pobreza energética que mata a millones de personas en todo el mundo al año, mantienen una matriz energética centralizada basada en megaproyectos controlada por las corporaciones energéticas que no permite la participación ciudadana, mucho menos crea los escenarios para una matriz energética comunitaria y popular. Es entonces, el TCE uno de los principales riesgos a nivel global en la lucha contra la crisis climática. Además de ser la responsable directa de más del 28 por ciento de los Gases de Efecto Invernadero.
En este escenario es que organizaciones a nivel global -en su mayoría corporativas- buscan forzar a los gobiernos para que el TCE no siga siendo el eje rector, ni un impedimento para la tan necesaria transición energética. Mucho menos que continúen con el discurso de que algunos combustibles fósiles son energéticos de transición ante el cambio climático. Se trata de que los países firmantes se salgan del tratado para al menos desde ahí quitarle poder a las empresas. De lograrse sería incluso para los países no firmantes del tratado un gran avance en la crítica a los combustibles fósiles. Sin embargo, esta presión hacia el TCE o a estas políticas nacionales de mantener a los combustibles fósiles en la hegemonía eléctrica no contemplan el cambio de una matriz energética, por lo tanto, su propuesta de transición se mantiene dentro de la lógica corporativista, privatizadora, de megaproyecto que mantiene a millones de personas en el mundo en una pobreza energética como una condena de muerte. Esto como un ejemplo más cercano y doloroso que la crisis climática y todas las consecuencias que ya nos está dejando. Hablar de pobreza energética nos obliga necesariamente a cuestionar no solo el uso de combustibles fósiles, sino también la forma de producir energía.
Ante el riesgo de cabildeo por parte de las corporaciones energéticas, no solo desde el TCE, sino también con el espejismo de su transición corporativa que mantiene el mismo modelo de producción-consumo que sostiene un sistema de clases extractivo, privatizador, criminal, donde las comunidades y la naturaleza solo son recursos por explotar, es necesario trabajar en una transición justa, basada en principios de colectividad, comunalidad, solidaridad, apoyo mutuo y desde enfoques ecosistémicos. Ese es nuestro reto ante lo que se viene.
La crisis socioambiental, civilizatoria en la que estamos inmersos y que nos esta llevando directo al colapso tiene en la matriz energética su mayor punto de control. Esto no solo por la producción y distribución de energía, sino que desde esa matriz se construyen las zonas de sacrificio desde donde el neo-feudalismo prepara sus planes. Ante el colapso del que se sirve el sistema de clases, la transición energética es una de nuestras mejores herramientas para alcanzar la autonomía y la autodeterminación de los pueblos.

Desde la resistencia ante la extinción
2020 Año de la pandemia
*Activista, escritor, anarquista, biólogo, panadero casero, coordinador de LIDECS