Manuel Alberto Santillana M.

Con cariño para Libera Radio

y para Lupita Aldaco

1/99

Cuando el destino…

Aunque la misma María Matus decía, al contar esta historia, que era un cuento Sufí, la realidad es que nunca lo he leído fuera de la versión que ella narró.

La historia es sencilla, pero determinante no solo para e inicio del proceso curativo personal, sino además para darle sentido vital a todos los otros 99 que vienen.

La historia señala que hace varios cientos de años un príncipe de esos países plenos de riquezas y tesoros se cansó de ser exitoso, rico, joven, guapo, poderoso, suertudo, simpático, inteligente, gentil, amable, discreto y culto. Decidió un día que estaba particularmente triste que dejaría todo, absolutamente todo, y se volvería un maestro Sufí.

Deja todo en tu casa y ponte la ropa de uno de tus sirvientes. Le dijo con firmeza el maestro Sufí a su nuevo discípulo. Comeremos sólo de los que nos dé la gente, y vestiremos de lo que nos regalen las personas caritativas, a cambio ofreceremos consejos y ayuda pero sin solicitar pago alguno.

De acuerdo maestro, le respondió el joven aprendiz, sólo debo advertirle algo maestro: A mí me persigue la buena suerte. A donde vaya me siguen las viandas, los mejores alimentos, las mujeres más hermosas, los hombre más brillantes. Yo se lo aviso, maestro, únicamente lo repaso.

Salen así, de madrugada al día siguiente de la ciudad natal donde siempre han vivido dos andrajosos personajes a ayudar a toda persona que solicite los sabios consejos del maestro Sufí. El maestro le pide a su ayudante que se quede a las puertas de la otra ciudad. Tu primera tarea va a ser de disciplina y orden. Debes esperarme aquí y sólo puedes comer o beber de lo que la gente, voluntariamente, te ofrezca. No puedes pedir nada y sólo puedes hablar si te solicitan un consejo, ¡nada más!. Quédate aquí bajo la sombra de estos dos olivos, en silencio, me esperas.

Entra el maestro a la ciudad, ofrece la ayuda y asesoría al hombre de negocios quien, agradecido le entrega un pan relleno de una exquisita ensalada. Regresa al lugar umbrío donde estaba su ayudante y anda, que no hay alumno alguno. Pregunta a los transeúntes y le dicen que llegaron los sicarios del hombre más poderoso y rico del pueblo y sin decir nada lo cargaron en brazos y se lo llevaron al palacio de su patrón.

El maestro Sufí llega al Palacio se presenta y exige le entreguen a su ayudante. El Rajá le dice a sus soldados que dejen entrar al maestro a unirse a la comida.

El maestro entra indignado y, antes de que pueda articular una palabra le espeta el alumno: “Yo le dije maestro, yo le advertí que la buena suerte va conmigo siempre. Resulta que al Rajá no le gusta comer solo y les pidió a sus criados que salieran a la calle y al primer vagabundo harapiento, que encontraran en la calle se lo trajeran para no comer solo. Así que llevamos comiendo y yo dándole consejos desde que llegué. Yo no pedí nada, maestro. Todo me llega y en abundancia, tal es mi destino: la riqueza, el bienestar, la salud”.

2/98

La transformación

Cuentan en el libro de los derviches que el proceso de cambio puede ser largo, corto, intenso o paulatino, pero siempre que llegue a un fin, éste será mejor- más humano- que el inicio.

El cuento narra que un impetuoso río corría por valles y montañas, se almacenaba de repente por semanas en alguna presa o lago en las partes altas de  las cadenas de picachos y otras veces inundaba copiosamente los terrenos del cause del río. Hasta que llegó a un desierto y el río, en su intensidad y juventud, trato de cruzarlo. Pero sus aguas apenas avanzaban y a los pocos kilómetros eran absorbidas todas las briosas aguas por las tranquilas arenas. El río, acostumbrado a vencer siempre, por la fuerza o por la constancia trató de cruzar el desierto si variar su cauce. Y tantas veces cruzó, tantas veces desaparecía en las dunas amarillas del polvo.

Entonces el río decidió esperar y formó una laguna en un valle donde se iniciaba el desierto. Con el paso de las semanas llegaba más y más agua, pero era la misma que se evaporaba y llegaba al mar ahora transformado en una espléndida lluvia costera que alegró a todos los seres vivos.

Cuando dudes, o no sepas cómo avanzar, descansa. A lo mejor ahí está el inicio de una verdadera transformación.