Manuel Alberto Santillana M.
(7/93)
5 de Junio, inicio y fin del amor
Reconozco que cuento con un sesgo familiar –mi madre es maestra de ballet-, y por tanto el mundo de la danza me es cercano desde niño. Pero no me imaginé la sorpresa, apabullante de emociones, que se convirtió ir a disfrutar –extraño calificativo-, la presentación ayer sábado 31 del grupo norteamericano Stuart Pimsler Dance & Theater.
El espectáculo dancístico se compuso de dos piezas: “5 de junio”, en referencia a la tragedia de la Guardería ABC del año 2009 por la muerte de los niños y la forma cómo lo vivieron sus madres, y en segundo lugar “Ends of Love”, pieza en varios fragmentos que intercala video, música, cantos, danza, diálogos e incluso interacción con el público. Dos obras muy distintas en su temática pero con dos puntos comunes; uno, la tersura de exponer la tragicomedia del vivir-morir con una gran dulzura, intensa, fuerte, pero dulce exposición a través del movimiento de los cuerpos y, por otro lado, siempre con un final esperanzador en ambas obras .
5 de junio, por cierto es un experimento afortunado en tres aspectos. Primero fue una obra que se diseño al llegar a Hermosillo, ideado por el propio Stuart Pimsler, o sea que se diseñó, estructuró, ensayó y escenificó en solo tres o cuatro días. El segundo, que contó con la colaboración de jóvenes bailarinas del núcleo Antares, quien fue el anfitrión de Stuart. Y en tercer lugar, que al final del espectáculo hubo una interacción directa de todo el grupo de danza con el público.
5 de junio es una propuesta centrada en las madres de la guardería ABC. Ellas se reúnen inicialmente en un baile jovial maternidad y crianza, ya que cargan un rebozo o una tela donde va contenido simbólicamente su hijo, y lo llevan a través de varios pasos donde lo miman, lo acarician, juegan con él o ella. A continuación viene un cuadro donde despliegan la tela en el escenario y, acompañado de Las Golondrinas interpretada por Tish Hinojosa a manera de arrullo lo duermen, con delicados movimientos de sus manos al hijo frente a ellas. Por último, con una pieza musical intensa, rítmicamente mecánica, el pedazo de tela lo transforman en un bultito que representa el bebé y comienzan a danzar con movimientos bruscos, y se van alejando sin quererse ir, sin quererse despedir, sin poder despedirse. Concluye la obra con una madre que se regresa con unos pasos danzando hacia el bebé, pero que finalmente se va acompañando a las otras madre que salen del escenario. Queda el escenario solitario con una serie de bultitos de ropa, abandonados, aislados, en silencio, rodeados de una tenue luz que se fue apagando, tal como sus vidas. Brutal.
The ends of love, nos narra el ciclo del amor, con varios posibles inicios o finales. La obra es una linterna mágica; inicia con un niño que nos provoca en un video en blanco y negro, y nos invita a meternos en la reflexión o sensibilidad de qué es el amor. A continuación una pareja de danzantes de mediana edad se encuentran dentro y fuera de una bañera, se visten y se desvisten como analogía de una gastada ya vida en común. A partir de ahí se intercalan cuadros con tres parejas de bailarines jóvenes quienes nos llevan por el camino del amor: besos, caricias, lujuria, ternura, conflictos, pleitos, desencuentros, reconciliaciones, desconocimiento de cómo somos las mujeres y los hombres pero conviviendo simultáneamente. Y luego un juego de solo hombres, seguido de un solo mujeres, para volver a encontrarnos como parejas mujer-hombre amorosas. Regresa el niño desnudo en el bosque y nos pregunta por nuestra humanidad. Entonces viene un cuadro donde los bailarines se arrastran por el suelo, danzan reptando con ocasionales saltos. Pero todos van con unos calzones y tops color piel, color carne, diríamos en español. Lo que representa que necesitamos desnudarnos, despojarnos de todo para volver a nuestra sencilla humanidad. Franciscano pasaje. Y cierra toda la pieza de danza de aproximadamente 40 minutos; de nuevo aparece la pareja de bailarines de mediana edad, quienes se vuelven a meter a la bañera blanca que ha recorrido varias veces el escenario. Pero esta vez, ella lo cuida, lo baña con una esponja. Lo acompaña en su vejez, en la de los dos, que es ahora de mutuo cuidado y cariño. Extraordinario todo.
Al final una pregunta con el maestro Pimsler: ¿Cómo se siente hoy aquí?. “Bien -me dice-. México es una experiencia donde la gente es muy grata, muy amable. Muy cálida. Nos hacen muchos comentarios de nuestro trabajo. Les gusta, nos lo dicen” Pues igual le comento, yo creí que por ser norteamericanos iban a realizar una propuesta fría. La verdad me sorprendió su calidez, su intensidad y vida. ¿De verás?, me inquirió, Pues no de todos, nosotros sí somos así. Claro, así lo constatamos.
Y nomás voy mejorando y me dan ganas de comer de bailar.
(8/92)
Soy lo prohibido
Roberto Cantoral tiene varias canciones melosas y locas otras. Pero de repente la canción más maravillosa plena de pecado e intensidad de vida se lanza: “Soy lo prohibido”. Homenaje de la canción mexicana al amor extraño, raro, inigualable de vivir, vivir, vivir, intensamente vivir.
Porque en tu falsa intimidad…, sueñas conmigo
Lo mismo que Agustín Lara escribió sesenta años antes cuando escribe canciones para suripantas, cortesanas, damiselas, mariposas, bellas damas de compañía temporal, lo hace ahora el maestro Cantoral. Pero el amor que describe, el que narra es el amor intenso que se vive, se queda un rato y después se va. El amor de nombre de tarde azul y pasión bebida copa tras copa. Amor de quédate un ratito más, el de no te vayas, el de bésame de nuevo, el de nunca más, el de única ocasión, el de agradecimiento eterno.
Soy el pecado que te dio, nueva ilusión en el amor. Soy la aventura que llego para ayudarte a continuar en tu camino…
Amor de vicio, de desprendimiento de miedos, de una fiebre indómita, de bailar o seducción súbita. Amor de viene y se va. Ilusión de un rato, de mujer que se decide, de nunca contar siquiera a las amigas más cercanas. Amor de una dignidad deseada y tibiamente penetrada de emoción. De camión, de paso, de por fin darse permiso, de aventurarse y quitarse los temores. De aventarse a vivir. El mismo que alguna vez, quizá se negará.
Soy ese vicio de tu piel que ya no puedes desprender; esa noche de placer, la de la entrega sin papel, Sí, me la juego, soy lo prohibido.
MASM