Foto: Héctor Maldonado.

Esquina Izquierda

Por: Manuel Alberto Santillana

1. Pese a que se anuncia como un monólogo, en mi opinión es más un performance complejo y no únicamente un tradicional monólogo. Explicaré el porqué. Aunque un experto en monólogos, como el maestro Cutberto López me lo pueda rebatir o corregir.

2. Este “Canto a la Vida está basado en un texto del escritor hermosillense Carlos Sánchez que narra-siente-expone los cambios de una persona durante la terrible pandemia de covid-19. Cambios emocionales-racionales-existenciales de una mujer que pierde a un ser querido con el que convive. Cambios expresados a través del texto, vía también la actuación de Elena Rivera, el cambio de la vestimenta, pero sobre todo a través de las canciones. Todo lo anterior sobre un texto que narra el proceso de riesgo, miedo, incertidumbre, pérdida y duelo de una mujer joven-madura por la arrancada vida de un ser amado.

“Sí, Lindoro, mío será;

lo juré, yo venceré.

Sí, Lindoro, mío será;

Yo juré, sí.

Soy dócil, soy respetuosa

Soy obediente, dulce, cariñosa;

me dejo regir, me dejo regir,

me dejo guiar, me dejo guiar.

Pero,

Pero, si me tocan

Donde está mi punto débil

Seré una víbora, seré.

y caen trampas

antes de rendirme

haré caer, jugaré.

Y cien trampas

Antes de rendirma

Haré caer, jugaré”.

7. Por último, quiero destacar un acierto en términos de la bioética. Es el hecho de que al final de la obra, y que viene además en el programa de mano, las autoras señalan que aquellas personas que lo deseen pueden comunicarse con una tanatóloga. Ponen los datos personales y profesionales de ella y los dejan a disposición para comunicarse. Señalo que es un acierto porque en los proyectos de investigación que “simplemente” interrogan sobre las experiencias o conocimientos de varios riesgos emocionales (riesgo o ideación de suicidio, violencia doméstica o de género, acoso sexual, adicciones, etc.), que les pedimos a los alumnos de la especialidad de psiquiatría, o en mis tiempos de profesor titular del curso de Bioética del postgrado en Ciencias de la Salud de la UNISON, siempre les pedimos que, en el caso de detectar un riesgo o una experiencia de este tipo se le debe ofrecer al sujeto de investigación una salida. Se le llama “ruta crítica” que es necesaria aplicar, en términos bioéticos, para que ninguna persona o sujeto afectado se quedé sin una ayuda. Así, si lo indicamos en proyectos de investigación que “sólo buscan conocimiento”, más aún en los proyectos de investigación-acción o en los de intervenciones comunitarias. Y éste perfomance es sin duda un proyecto de Intervención Comunitaria (así con mayúsculas), a través del canto, el texto, las palabras y la actuación. Es claro que el contacto emocional no necesariamente tiene que ser inmediato, ahí mismo en el Teatro Emiliana de Zubeldía o en otro que se presente, sino que puede ser de días o semanas después el decidirse a la comunicación con la tanatóloga o con algún otro profesional de la salud mental. Pero, sin duda, en términos bioéticos esta obra lo cumple. Es de reconocerse, aplaudirse y reproducirse. Muchas gracias por la enseñanza, por la experiencia.

 

 

    Fotograma de video de Héctor Maldonado.

6. La austeridad de la escenografía: una mesa, un florero, un libro, una urna, una silla y una ventana con cortinas cerradas le otorgan a la obra esa dureza necesaria para que se refleje el dolor. Pero que, a la vez, muestre la recuperación. En esa escasa escenografía Intercalada con el monólogo van las interpretaciones del maestro Felizardo Andrade al piano y la espléndida voz de Elena Rivera que van conformando el ambiente que cobija el texto de Carlos Sánchez. La dureza se convierte en ternura, y el dolor se convierte en la luminosa apertura al vivir plenamente, que propone el final de la obra. Tal vez el momento más emotivo es cuando Elena interpreta “Vengo a ofrecer mi corazón”, rola del gran Fito Páez. Canción que hizo época cuando la rescató la inmensa Mercedes Sosa en una versión épica ya clásica:

Y uniré las puntas de un mismo lazo; y me iré tranquila, me iré despacio. Y te daré todo, y me darás algo… algo que me alivie un poco más. Cuando no haya nadie cerca o lejos, yo vengo a ofrecer mi corazón. Cuando los satélites no alcancen, yo vengo a ofrecer mi corazón“. Porque Elena nos invita a cantar a coro a todos los presentes el último verso: yo vengo a ofrecer mi corazón, yo vengo a ofrecer m corazón, yo vengo a ofrecer mi corazón”.

La última participación musical del maestro Felizardo Andrade quien acompaña a Elena Rivera es el aria “Una Voce poco fa“, de la ópera “El Barbero de Sevilla”, de Giacomo Rossini. Es precisa esa aria, que traducida quiere decir “Una voz hace poco”; porque la música y la letra es una posición de desafío, reto, audacia y recuperación. Se nota la coordinación energética, vital e inteligente de la Doctora Leticia Varela, la complicidad emotiva de Elena Rivera y la protección en la dirección de Hilda Valencia. Aquí el porqué se cierra con esta aria:

“Sí, Lindoro, mío será;

lo juré, yo venceré.

Sí, Lindoro, mío será;

Yo juré, sí.

Soy dócil, soy respetuosa

Soy obediente, dulce, cariñosa;

me dejo regir, me dejo regir,

me dejo guiar, me dejo guiar.

Pero,

Pero, si me tocan

Donde está mi punto débil

Seré una víbora, seré.

y caen trampas

antes de rendirme

haré caer, jugaré.

Y cien trampas

Antes de rendirma

Haré caer, jugaré”.

7. Por último, quiero destacar un acierto en términos de la bioética. Es el hecho de que al final de la obra, y que viene además en el programa de mano, las autoras señalan que aquellas personas que lo deseen pueden comunicarse con una tanatóloga. Ponen los datos personales y profesionales de ella y los dejan a disposición para comunicarse. Señalo que es un acierto porque en los proyectos de investigación que “simplemente” interrogan sobre las experiencias o conocimientos de varios riesgos emocionales (riesgo o ideación de suicidio, violencia doméstica o de género, acoso sexual, adicciones, etc.), que les pedimos a los alumnos de la especialidad de psiquiatría, o en mis tiempos de profesor titular del curso de Bioética del postgrado en Ciencias de la Salud de la UNISON, siempre les pedimos que, en el caso de detectar un riesgo o una experiencia de este tipo se le debe ofrecer al sujeto de investigación una salida. Se le llama “ruta crítica” que es necesaria aplicar, en términos bioéticos, para que ninguna persona o sujeto afectado se quedé sin una ayuda. Así, si lo indicamos en proyectos de investigación que “sólo buscan conocimiento”, más aún en los proyectos de investigación-acción o en los de intervenciones comunitarias. Y éste perfomance es sin duda un proyecto de Intervención Comunitaria (así con mayúsculas), a través del canto, el texto, las palabras y la actuación. Es claro que el contacto emocional no necesariamente tiene que ser inmediato, ahí mismo en el Teatro Emiliana de Zubeldía o en otro que se presente, sino que puede ser de días o semanas después el decidirse a la comunicación con la tanatóloga o con algún otro profesional de la salud mental. Pero, sin duda, en términos bioéticos esta obra lo cumple. Es de reconocerse, aplaudirse y reproducirse. Muchas gracias por la enseñanza, por la experiencia.

 

 

    Fotograma de video de Héctor Maldonado.

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6. La austeridad de la escenografía: una mesa, un florero, un libro, una urna, una silla y una ventana con cortinas cerradas le otorgan a la obra esa dureza necesaria para que se refleje el dolor. Pero que, a la vez, muestre la recuperación. En esa escasa escenografía Intercalada con el monólogo van las interpretaciones del maestro Felizardo Andrade al piano y la espléndida voz de Elena Rivera que van conformando el ambiente que cobija el texto de Carlos Sánchez. La dureza se convierte en ternura, y el dolor se convierte en la luminosa apertura al vivir plenamente, que propone el final de la obra. Tal vez el momento más emotivo es cuando Elena interpreta “Vengo a ofrecer mi corazón”, rola del gran Fito Páez. Canción que hizo época cuando la rescató la inmensa Mercedes Sosa en una versión épica ya clásica:

Y uniré las puntas de un mismo lazo; y me iré tranquila, me iré despacio. Y te daré todo, y me darás algo… algo que me alivie un poco más. Cuando no haya nadie cerca o lejos, yo vengo a ofrecer mi corazón. Cuando los satélites no alcancen, yo vengo a ofrecer mi corazón“. Porque Elena nos invita a cantar a coro a todos los presentes el último verso: yo vengo a ofrecer mi corazón, yo vengo a ofrecer m corazón, yo vengo a ofrecer mi corazón”.

La última participación musical del maestro Felizardo Andrade quien acompaña a Elena Rivera es el aria “Una Voce poco fa“, de la ópera “El Barbero de Sevilla”, de Giacomo Rossini. Es precisa esa aria, que traducida quiere decir “Una voz hace poco”; porque la música y la letra es una posición de desafío, reto, audacia y recuperación. Se nota la coordinación energética, vital e inteligente de la Doctora Leticia Varela, la complicidad emotiva de Elena Rivera y la protección en la dirección de Hilda Valencia. Aquí el porqué se cierra con esta aria:

“Sí, Lindoro, mío será;

lo juré, yo venceré.

Sí, Lindoro, mío será;

Yo juré, sí.

Soy dócil, soy respetuosa

Soy obediente, dulce, cariñosa;

me dejo regir, me dejo regir,

me dejo guiar, me dejo guiar.

Pero,

Pero, si me tocan

Donde está mi punto débil

Seré una víbora, seré.

y caen trampas

antes de rendirme

haré caer, jugaré.

Y cien trampas

Antes de rendirma

Haré caer, jugaré”.

7. Por último, quiero destacar un acierto en términos de la bioética. Es el hecho de que al final de la obra, y que viene además en el programa de mano, las autoras señalan que aquellas personas que lo deseen pueden comunicarse con una tanatóloga. Ponen los datos personales y profesionales de ella y los dejan a disposición para comunicarse. Señalo que es un acierto porque en los proyectos de investigación que “simplemente” interrogan sobre las experiencias o conocimientos de varios riesgos emocionales (riesgo o ideación de suicidio, violencia doméstica o de género, acoso sexual, adicciones, etc.), que les pedimos a los alumnos de la especialidad de psiquiatría, o en mis tiempos de profesor titular del curso de Bioética del postgrado en Ciencias de la Salud de la UNISON, siempre les pedimos que, en el caso de detectar un riesgo o una experiencia de este tipo se le debe ofrecer al sujeto de investigación una salida. Se le llama “ruta crítica” que es necesaria aplicar, en términos bioéticos, para que ninguna persona o sujeto afectado se quedé sin una ayuda. Así, si lo indicamos en proyectos de investigación que “sólo buscan conocimiento”, más aún en los proyectos de investigación-acción o en los de intervenciones comunitarias. Y éste perfomance es sin duda un proyecto de Intervención Comunitaria (así con mayúsculas), a través del canto, el texto, las palabras y la actuación. Es claro que el contacto emocional no necesariamente tiene que ser inmediato, ahí mismo en el Teatro Emiliana de Zubeldía o en otro que se presente, sino que puede ser de días o semanas después el decidirse a la comunicación con la tanatóloga o con algún otro profesional de la salud mental. Pero, sin duda, en términos bioéticos esta obra lo cumple. Es de reconocerse, aplaudirse y reproducirse. Muchas gracias por la enseñanza, por la experiencia.

 

 

    Fotograma de video de Héctor Maldonado.

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3. Sin bien el texto de Carlos Sánchez transcurre con esa idea que va desde el miedo hasta la aceptación, hay momentos en que se cae, o dicho de otra manera se pierde la atención. Claro que es difícil valorar esto porque, precisamente, el tono emocional de la actuación implica el miedo, el dolor, la pérdida, el duelo y aquí en estas partes Elena Rivera habla a sotto voce, quedito, despacio, con muy poco volumen de su potente voz. Entonces no sabe uno si es problema del texto -que no atrapa completamente-, o del tono emocional o del volumen tan bajo. Entonces no sólo es el texto, sino el cómo se interpreta ese monólogo que, atrapa o no.

4. Insisto en la palabra ‘atrapar’ y he utilizado previamente verbos triples: pensar-sentir-existir, muy al estilo Michael Foucault, porque de eso se trata este perfomance y además, en eso está basado. Tanto así que nos ofrecen una “oreja derecha” que amplifica la audición hacia el cerebro derecho. Todo esto porque existe una teoría neurofisiológica, aceptada sobre todo en el mundo del arte, del cerebro izquierdo: racional, intelectual calculador, y el cerebro derecho: creativo, emocional y artístico. Teoría con la que, personalmente coincido y enseño además a mis alumnos del curso de psiquiatría social quienes hacen la especialidad en el Hospital Cruz del Norte.

5. Por otro lado, aunque no soy fan de la literatura negra, ni la de rescate de la violencia urbana o carcelaria de Carlos Sánchez, sí soy su fan de su estilo poético narrativo, sin duda. También de su gran capacidad creativa así como de su compromiso social o comunitario y, en este caso de la transición del miedo a la incertidumbre-el dolor-la pérdida-el duelo-la recuperación expresados en este texto. Tal vez el Teatro Emiliana de Zubeldía es muy grande para una obra tan intensa e íntima. Lo señalo porque había gente conversando o con sus celulares chateando en whatsapp. Lo cual no es un demérito del texto, ni del desempeño de Elena Rivera, ni de la dirección, sino que es una obra para un espacio más cercano, reitero, más íntimo.

 

 Fotograma de video de Héctor Maldonado.

6. La austeridad de la escenografía: una mesa, un florero, un libro, una urna, una silla y una ventana con cortinas cerradas le otorgan a la obra esa dureza necesaria para que se refleje el dolor. Pero que, a la vez, muestre la recuperación. En esa escasa escenografía Intercalada con el monólogo van las interpretaciones del maestro Felizardo Andrade al piano y la espléndida voz de Elena Rivera que van conformando el ambiente que cobija el texto de Carlos Sánchez. La dureza se convierte en ternura, y el dolor se convierte en la luminosa apertura al vivir plenamente, que propone el final de la obra. Tal vez el momento más emotivo es cuando Elena interpreta “Vengo a ofrecer mi corazón”, rola del gran Fito Páez. Canción que hizo época cuando la rescató la inmensa Mercedes Sosa en una versión épica ya clásica:

Y uniré las puntas de un mismo lazo; y me iré tranquila, me iré despacio. Y te daré todo, y me darás algo… algo que me alivie un poco más. Cuando no haya nadie cerca o lejos, yo vengo a ofrecer mi corazón. Cuando los satélites no alcancen, yo vengo a ofrecer mi corazón“. Porque Elena nos invita a cantar a coro a todos los presentes el último verso: yo vengo a ofrecer mi corazón, yo vengo a ofrecer m corazón, yo vengo a ofrecer mi corazón”.

La última participación musical del maestro Felizardo Andrade quien acompaña a Elena Rivera es el aria “Una Voce poco fa“, de la ópera “El Barbero de Sevilla”, de Giacomo Rossini. Es precisa esa aria, que traducida quiere decir “Una voz hace poco”; porque la música y la letra es una posición de desafío, reto, audacia y recuperación. Se nota la coordinación energética, vital e inteligente de la Doctora Leticia Varela, la complicidad emotiva de Elena Rivera y la protección en la dirección de Hilda Valencia. Aquí el porqué se cierra con esta aria:

“Sí, Lindoro, mío será;

lo juré, yo venceré.

Sí, Lindoro, mío será;

Yo juré, sí.

Soy dócil, soy respetuosa

Soy obediente, dulce, cariñosa;

me dejo regir, me dejo regir,

me dejo guiar, me dejo guiar.

Pero,

Pero, si me tocan

Donde está mi punto débil

Seré una víbora, seré.

y caen trampas

antes de rendirme

haré caer, jugaré.

Y cien trampas

Antes de rendirma

Haré caer, jugaré”.

7. Por último, quiero destacar un acierto en términos de la bioética. Es el hecho de que al final de la obra, y que viene además en el programa de mano, las autoras señalan que aquellas personas que lo deseen pueden comunicarse con una tanatóloga. Ponen los datos personales y profesionales de ella y los dejan a disposición para comunicarse. Señalo que es un acierto porque en los proyectos de investigación que “simplemente” interrogan sobre las experiencias o conocimientos de varios riesgos emocionales (riesgo o ideación de suicidio, violencia doméstica o de género, acoso sexual, adicciones, etc.), que les pedimos a los alumnos de la especialidad de psiquiatría, o en mis tiempos de profesor titular del curso de Bioética del postgrado en Ciencias de la Salud de la UNISON, siempre les pedimos que, en el caso de detectar un riesgo o una experiencia de este tipo se le debe ofrecer al sujeto de investigación una salida. Se le llama “ruta crítica” que es necesaria aplicar, en términos bioéticos, para que ninguna persona o sujeto afectado se quedé sin una ayuda. Así, si lo indicamos en proyectos de investigación que “sólo buscan conocimiento”, más aún en los proyectos de investigación-acción o en los de intervenciones comunitarias. Y éste perfomance es sin duda un proyecto de Intervención Comunitaria (así con mayúsculas), a través del canto, el texto, las palabras y la actuación. Es claro que el contacto emocional no necesariamente tiene que ser inmediato, ahí mismo en el Teatro Emiliana de Zubeldía o en otro que se presente, sino que puede ser de días o semanas después el decidirse a la comunicación con la tanatóloga o con algún otro profesional de la salud mental. Pero, sin duda, en términos bioéticos esta obra lo cumple. Es de reconocerse, aplaudirse y reproducirse. Muchas gracias por la enseñanza, por la experiencia.

 

 

    Fotograma de video de Héctor Maldonado.

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