México vive una de sus peores crisis sociales, una crisis que no se limita a lo económico y a lo político. Es una crisis social presente en cada ámbito de convivencia social, presente en cada institución, en cada organización en cada grupo y en cada individuo.
En el centro de esta crisis y como principal promotor de la misma se encuentra el gobierno mexicano que realiza una auténtica guerra contra su propia población, al usar con determinación la fuerza militar (helicópteros, gases lacrimógenos, soldados, policías, etc.), para imponer por la fuerza sus reformas estructurales que favorecen sólo al capital privado y afectan al interés público.
Debemos de reconocer que son tiempos de injusticia social, de falta de democracia, de exclusión, de imposición y represión, que generan la necesidad de grandes cambios sociales.
México es un país que ha vivido durante décadas en un ambiente de corrupción e impunidad generado y compartido por sus gobernantes al grado tal de que la corrupción llegó a considerarse como algo normal por algunos sectores de la población y que por lo mismo llegó a formar parte del contenido de ciertas subculturas de nuestra sociedad.
Esta cultura de la corrupción permitió que se desviaran enormes cantidades del presupuesto público para fines personales y de grupo en detrimento de la población en general. El saqueo de las arcas públicas generó a su vez una crisis económica que afectó a la mayoría de la población al disminuir el presupuesto para obras sociales y colocó a nuestra nación en la enorme contradicción de ser un país lleno de recursos naturales que podrían alimentar a millones de personas, pero que sin embargo esto no impide que más de 60 millones de mexicanos vivan en pleno siglo XXI en condiciones de pobreza y miseria.
La crisis económica nos ha acompañado durante varios años, golpeado y arruinado el futuro de varias generaciones, sin embargo a pesar del sufrimiento que provocaba, el país mantenía cierta estabilidad social porque el Estado mantenía aún un relativo control social de la población a través de sus instituciones y con el apoyo de los medios masivos de comunicación que promovían el conformismo social y la inmovilización.
Durante los años que Enrique Peña Nieto lleva ocupando en forma fraudulenta el cargo de Presidente, las cifras de personas asesinadas aumentó considerablemente, pero estas cifras han sido permanentemente maquilladas para distorsionar una realidad que no se puede ocultar y que se ha dado en llamar “el holocausto mexicano”, con el debido respeto a las diferencias cuantitativas y cualitativas.
Como consecuencia de las ejecuciones, desapariciones, y muertes de miles de mexicanos se ha roto el tejido social de nuestro país. Esta expresión que se ha manejado mucho en los medios, sobre todo por las autoridades del gobierno mexicano, la podremos entender mejor si consideramos que todos somos seres sociales, lo cual lo podremos comprender al recordar el concepto de personalidad psicosocial, ésta personalidad psicosocial que se construye en base a nuestra interacción con los demás debido a nuestra pertenencia simultánea a diferentes grupos sociales formales e informales.
Estas características individuales que son el resultado de la interacción con los demás, nos permite afirmar que somos lo que somos gracias a los demás. Este es precisamente el fundamento teórico de la expresión “Si tocan a uno, nos tocan a todos”.
Pero algo positivo surge de tanta negatividad, como consecuencia de la violencia social e institucional, de la delincuencia organizada, de la corrupción generalizada y de la impunidad imperante en México, también se ha roto algo que habíamos estado esperando desde hace tiempo: se ha roto el control social que el Estado mexicano y la mafia detrás de él habían mantenido por décadas promoviendo la cultura del silencio, el individualismo, la conformidad y la sumisión social.
Las diferentes tragedias que ha vivido el pueblo mexicano, los diferentes actos de violencia que el Estado mexicano ha ejercido en contra de su propia población y la interminable lista de actos de corrupción e injusticia social han hecho surgir sentimientos y actos de solidaridad social y de resistencia colectiva, que han rebasado el individualismo imperante hace algunos años.
Poco a poco la población mexicana está tomando consciencia de que es parte de una colectividad, que pertenece a una nación, cuyos habitantes están siendo agredidos de diversas formas por parte de los gobernantes de los tres niveles (municipal, estatal y federal). En este proceso se está creando una nueva identidad colectiva, la del mexicano que ya está harto de tanta injusticia y que está dispuesto a defender a su país.
Esta percepción de que los conflictos sociales y la enorme cantidad de fallecidos no son hechos aislados, que las tragedias son utilizadas por los políticos en su beneficio personal ha creado una nueva actitud en el comportamiento de miles de mexicanos.
La imposición por la fuerza de la reforma educativa, una reforma que está destinada no a evaluar, sino a destruir derechos laborales de los docentes mexicanos, ha logrado el despertar de una resistencia social de los profesores mexicanos a lo largo y ancho del país.
La violencia institucional y el uso de la fuerza policiaca y militar en la implementación de la reforma educativa, fortaleció la unidad de miles de maestros que construyen un movimiento social que se está convirtiendo en el eje aglutinador y en el punto de confluencia de los diversos movimientos de resistencia a nivel nacional.
Es el caso del SNTE, institución de control de los trabajadores de la educación, caracterizado por una enorme corrupción. Su estructura se ve rebasada y cuestionada de raíz por una fuerza que surgió de su interior hace más de tres décadas: La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. Después de más de treinta años de lucha la CNTE ha crecido en fuerza y número en estos últimos años, sobre todo a partir del intento de implementar la Reforma Educativa.
El ejemplo de la CNTE debe cundir por todo el país, rebasar aquellos liderazgos formales al interior de los sindicatos y organizaciones obreras que han fungido como instrumentos de control social.
Nos encontramos entonces en el momento en el que los instrumentos de control social ya no funcionan como antes y ceden al empuje de las masas. Es la crisis de la relación dirigente-dirigido que atraviesa a nuestras instituciones. Es la crisis de liderazgo social que estamos viviendo en México, una crisis en la que las instituciones baluarte de nuestro sistema social se ven cuestionadas porque presentan una enorme distancia entre el discurso y la acción.
Una crisis ante la cual surgen movimientos sociales liderados por grupos sociales emergentes, como lo es hoy la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, que día a día construye y consolida un liderazgo nacional, no sólo en la percepción de los profesores que luchan por sus derechos laborales, sino en la percepción colectiva de millones de trabajadores que ven en la lucha de los docentes en contra de la reforma educativa, la punta de lanza que necesitaban, el ariete necesario para enfrentar la violencia institucional, para decidirse a luchar por sus propias demandas al ver que “sí se puede” luchar contra la tiranía priísta.
Por todo lo anterior, hoy en día no hay lugar para las indefiniciones, para una falsa neutralidad, es el momento de las definiciones, este año 2,016 será el año de las definiciones en materia de cambios sociales en México. En los meses venideros surgirán nuevos cambios sociales y todos y cada uno de nosotros debemos formar parte activa de los mismos.
Por: Oscar Yescas Dominguez.