Capítulo XI y final de “Desde Lejösburgo”, novela por entregas de:

Jorge Tadeo Vargas.

Los tres años de la escuela preparatoria los hice entre el basquetbol, mis amigos anarco-punk y el Jardín Juárez. De estos tres lugares donde fui creciendo y aprendiendo; del que mejores recuerdos tengo es del último; tal vez porque ahí aprendí a sobrevivir,  tal vez porque en este espacio hice amigos que en esos tiempo estaban dispuestos a darlo todo por la amistad. No digo que mis amigos de las canchas de basquetbol no lo hicieran, solo que no nos veíamos fuera de ese lugar que estaba muy ligado a la escuela. De mis amigos anarco-punks pues con ellos aprendí mucho de lo que soy ahora. Viajé, conocí lugares del país; sin embargo no había esa amistad a muerte que sentía con los que me reunía en el Jardín Juárez. A pesar de que la vida nos llevó por otro camino, que de muchos de ellos no sé qué pasó; pero eso no es importante, fue importante lo que vivimos, lo que aprendimos en esos años.

juarez

Mi último año de preparatoria fue un año de muchos cambios; por primera vez tenía una novia formal, había conseguido una beca que me permitió no tener que trabajar y concentrarme solo en la escuela; nos mudamos de casa de los abuelos a una casa que Madre compró y por primera vez en mis 17 años de vida tenía un cuarto para mí solo. También fue el año que decidí que no quería vivir más en mi ciudad natal y comencé a buscar universidades para irme a estudiar lejos. Al parecer la estabilidad que estaba encontrado me confundió o simplemente los años de nómada me estaban haciendo cosquillas; en fin, ese año, o ese último semestre mejor dicho, fue el que menos pase en el Jardín. De cualquier forma ya todos mis amigos se estaban alejando por distintos motivos. Chewbacca había migrado al sur para aprender a tatuar; su máximo sueño y teníamos una promesa de que mi primer tatuaje me lo haría él. Chano estaba preso por un delito menor, el Kiko había embarazado a su novia y entre el trabajo, la escuela y la familia que estaba formando no había mucho tiempo para pasarlo con nosotros. Los pocos que aun íbamos nos seguíamos juntando con el Momia. Seguía siendo ese espacio donde yo solo era un espectador; alguien que veía pasar las historias de los demás y estaba decidido a dar un cambio. Hice un par de exámenes de admisión en universidades del sur del país y para cuando llegó el verano ya estaba aceptado en una de ellas. Me movería a la playa a estudiar antropología y luego ya veríamos.

juareaz3

Los veranos no iba tan seguido al jardín; eran fechas de vacaciones de la escuela y me buscaba un trabajo; así que pasaba por ahí menos horas. La mayoría hacíamos eso; pero este último verano fue aún más poco; solo recuerdo haber ido a despedirme de los amigos. Algunos les prometí que regresaría en vacaciones; a otros solos les dije adiós. Para mediados de agosto ya estaba en al autobús alejándome de todo lo que conocía. Los cambios que vinieron los fui conociendo por lo que me platicaban. Pasaba con el Momia y el Lobito cuando regresaba de vacaciones y ellos me platicaban como los siguientes administraciones municipales intentaron ir cooptando el tráfico de drogas entre los boleros bajo el pretexto de profesionalizarlos, como si no fueran lo suficientemente profesionales; como fueron cambiando el quiosco por una fuente, incluso intentaron poner una “station food” que a la fecha sigue ahí sin funcionar.

Me platicaron de los dos intentos por reubicar al tijuanita; algo harto difícil pues ¿Cómo reubicas algo que en primer lugar no reconoces que existe? Algunos otros cambios me los platicaba Madre por teléfono cuando decidí no regresar más a la ciudad. El Jardín Juárez era el ejemplo más vivo de como los gobiernos municipales y estatales buscaban darle otra cara a la ciudad; una cara que los alejaba de toda la violencia que se vivía en el norte del país; comenzaron a trabajar en convertirla en una marca ciudad que les ha explotado en la cara cada vez que lo han intentado.

No se puede ocultar lo que somos usando máscaras; tarde que temprano estas terminan por caerse y muestran el verdadero rostro. Esto es lo que ha pasado en mi ciudad natal y el Jardín es su ejemplo más emblemático.

Esa ciudad ya no me ofrecía nada en el momento que decidí dejarla. No había nada para mí. El día que me fui pasamos a casa de la abuela a despedirme; pero yo antes pase por el Jardín; vi a los amigos de mi abuelo; los abracé y les dije hasta luego. Le dije adiós a todo lo que viví en ese lugar y luego caminé hace la casa; como tantas otras veces. Ahí dejé parte de lo que fui. Me alejé sabiendo que aunque regresara no sería igual.

Hace seis meses por motivos de ajenos a mí estoy de nuevo aquí después de haber estado alejado por casi diez años. No hay mucho que decir al respecto; tomé un avión que me fue alejando del mar y se fue acercando al desierto. La ventana del avión me mostraba ese cambio de ecosistema que a la fecha me sigue pareciendo maravilloso. Camino a casa de Madre pude ver como es una ciudad detenida en el tiempo; me trajo de nuevo esa sensación de cuando leo noticias de aquí o Madre me cuenta algún chisme; esa sensación de que es una ciudad en donde siempre está a punto de ocurrir algo, pero no, todo se queda en eso, en el a punto de… me instalo y al otro día lo primero que hago es ir al Jardín; me encuentro con el Momia y el Lobito que me abrazan con cariño, incluso el Lobito bromea sobre mi peso haciendo referencia a mi antiguo vegetarianismo. Platicamos de todo; observo como ha cambiado el espacio físico del Jardín; pero habiendo pasado tiempo en él, veo todo lo que se le escapa a la vista de los demás.

En donde estaba el cine y la “Cuna Mágica” ahora está un intento de centro comercial con la mayor parte de los locales vacíos. Nada raro si uno conoce la historia; me acerco por curiosidad y entro a un Café donde el barista, las meseras e incluso los parroquianos son dignos personajes de otra historia que no será esta. Me siento, pido un café, negro, sin azúcar y me dedico a observar el ambiente. Ha cambiado, claro, se ve distinto. La modernidad le llegó, todo alrededor intenta ocultar lo que es. Saco mi cuaderno y comienzo a escribir esperando que se llegue el momento de ir a mi cita. Cuando esto pasa pago y salgo. Me despido del momia prometiéndole que iré a visitarlo al otro día para llevarle un regalo.

juareaz4

Chewie no ha cambiado mucho; sigue siendo un hombre grande, con el cabello hasta la cintura y una barba enorme. Solo que ahora sus manos no tocan zapatos, ni grasa, ni jabón, no, las usa para tatuar y es bastante bueno. Nos saludamos mientras le digo que vengo a cumplir con la promesa; él solo sonríe. Luego me muestra el dibujo que le pedí que me hiciera y platicamos mientras me prepara.

Después de que murió Héctor; yo dejé de ir – me dice. Héctor era su hermano que murió de sobredosis – era muy doloroso para mí. no estuve cuando pasó. Estaba en él sur, pero eso hizo que me regresara.

¿Y cómo sigues? – Le pregunto.

– Ya lo superé; es decir. Me duele pero se aprende a vivir con eso.

El Jardín ha cambiado – Le digo – Se ve más moderno

Es lo que intentan; pero sigue siendo igual. Si hablas con los boleros, con las prostitutas verás que es un lugar que está detenido en el tiempo. Podrán haber cambiado el espacio físico; pero es todo. Las personas siguen siendo las mismas. No es que sean las mismas. Muchas ya murieron; pero los que llegaron son exactamente igual.

No lo contradigo ¿Cómo hacerlo? Seguimos platicando de los viejos amigos; básicamente me pongo al día de todos y así transcurren las cuatro horas que dura en hacerme el tatuaje. Nos despedimos con la promesa de que nos veremos el fin de semana. El contactará a los demás para que nos tomemos unas cervezas. Yo regreso a casa de Madre.

Al otro día regreso de nuevo al Jardín. Voy con el momia y le entrego su regalo. Es una figura de Eddie, la mascota de los Iron Maiden; le hace mucha gracia y se le enseña al Lobito que le dice que siguen siendo igualitos aunque se haya cortado el pelo. Me despido y regreso al Café; el barista cuando me ve llegar me dice: “americano, negro sin azúcar ¿Verdad?” le respondo que sí mientras me siento, saco mi cuaderno y continuo escribiendo sobre el Jardín Juárez; lo que fue y lo que será.

FIN.