por Aimee Gabay | Translated by Selene Follonier
Las aguas sagradas de la tribu yaqui en el estado noroccidental mexicano de Sonora se han secado tras décadas de sobreexplotación, distribución desigual del agua y sequía.
Esto plantea amenazas graves para la cultura yaqui, que previamente usaba determinadas secciones del río Yaqui para realizar ceremonias tradicionales.
También ha llevado a la disminución de especies de plantas y de animales, como del álamo (Ficus cotinifolia) y de la caña común (Arundo donax), que se usan para construir estructuras tradicionales en los poblados yaquis.
La danza ritual yaqui, conocida como la danza del pascola y venado, tiene ciertas características importantes, ligadas a los capullos de la mariposa de cuatro espejos, una especie endémica que depende del río Yaqui para su supervivencia y cuya población está en declive.
Sin el río Yaqui, la supervivencia para la tribu yaqui es casi imposible en el estado noroccidental mexicano de Sonora. La falta de agua afecta la producción de alimentos y la cría de ganado, la principal forma de subsistencia de la tribu. Más allá de las necesidades biológicas básicas, también está la amenaza a la cultura del pueblo yaqui.
De niño, Mario Luna Romero vivía cerca de un tramo del río Yaqui donde su tribu solía reunirse para celebrar el festival de San Juan Bautista en Vícam Pueblo. Recuerda la manera en que el río se agitaba durante ciertas temporadas, y daba vida a una gran cantidad de especies de plantas y animales, tales como el mezquite (Prosopis), el álamo (Ficus cotinifolia) y la caña común (Arundo donax).
“Solía ser un paraíso”, dijo, pero la pérdida del agua ha provocado una disminución de las plantas y los árboles en todo el territorio, lo que significa afectaciones para la cultura yaqui. Por ejemplo, está en peligro la supervivencia de la mariposa de cuatro espejos (Rothschildia cincta), una polilla endémica que depende del río Yaqui y resulta fundamental para la danza ritual de este pueblo.
Desde la orilla del ahora vacío río, Luna señaló un punto donde la gente de su tribu solía nadar. Ahora, sin embargo, el río que otrora fuera libre ha sido reencauzado con represas de hormigón que desvían la mayor parte de su caudal hacia ciudades lejanas fuera del territorio de la tribu. Desde hace unos 50 años, el afluente generalmente se seca antes de llegar a los yaquis, en especial con la sequía persistente que ejerce mayor presión sobre un sistema hídrico ya castigado.
En 2015, los antropólogos llegaron a la conclusión de una situación inevitable: que la extracción masiva de agua del río Yaqui y el secado de gran parte de su cauce histórico “afectará aspectos importantes de la tradición, la ritualidad y la vida cotidiana”.
Tradiciones que desaparecen
El otrora caudaloso río Yaqui corría libremente desde la Sierra Madre Occidental, a lo largo de 320 kilómetros, por el valle del Yaqui, hasta el Golfo de California, donde desembocaba. Sin embargo, desde que el gobierno mexicano desarrolló el sistema de represas del río, que es una extensa disposición de imponentes represas de hormigón que detuvieron este caudal, los yaquis se han quedado sin agua.
La región también ha experimentado un calor sin precedentes y algunas de las estaciones más secas jamás registradas, lo que se ha combinado para agotar el agua del río a un ritmo sin precedentes. Según datos del Distrito de Riego del Río Yaqui, el sistema de represas del río se encuentra al 10.9 % de su capacidad total, con 1950 millones de metros cúbicos (unos 69 000 millones de pies cúbicos) menos de agua que hace un año. Además, en junio, funcionarios federales informaron que el estado de Sonora alcanzó los 52° lo que rompió el récord de calor de todos los tiempos, desde que comenzaron los registros, de México. El récord anterior fue de 51 ° en 1993.
Cuando José Luis Moctezuma, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), comenzó a trabajar con los yaquis a mediados de la década de los ochenta, la tribu solía recolectar agua del río con cuencos de arcilla. Ahora tienen que comprarla. “Nos enfrentamos a una situación muy crítica de pérdida de muchos aspectos que tienen que ver con la cultura”, dijo. “En la manera en que trabajan la tierra, la manera en que comen y también la manera en que realizan sus rituales”.
Según Luna, unas 7000 hectáreas del territorio yaqui han sido afectadas por la salinización del suelo, que inhibe la absorción de agua y limita el crecimiento y la productividad de plantas y árboles. La gestión deficiente de residuos y la escorrentía agroquímica también han causado la contaminación de las últimas pocas fuentes de agua que quedan en el territorio.
Moctezuma le dijo a Mongabay que la incapacidad de cultivar alimentos importantes para la cultura ha generado una dependencia en comida basura, que ha provocado índices elevados de diabetes y otros problemas de salud entre las personas yaquis. “Una serie de alimentos, tanto de origen animal como vegetal, está desapareciendo o contaminándose de tal manera que ya nadie cultiva nada”, afirmó durante una videollamada.
Además de su relevancia ecológica, la desaparición del mezquite, el álamo y la caña gigante también amenaza la supervivencia de ciertos elementos de la cultura yaqui. Las chozas y estructuras ceremoniales tradicionales de los pueblos yaquis se construyen usando estas plantas y árboles, pero la falta de agua y la contaminación producida por el uso de agroquímicos ha llevado a su disminución en toda la región.
La mariposa de cuatro espejos, en peligro
La pérdida de agua en el valle del Yaqui también amenaza la supervivencia de la mariposa de cuatro espejos, una especie de polilla autóctona que es endémica en el noroeste de México y es culturalmente importante para varios pueblos indígenas de la región, entre ellos los pueblos yaqui y mayo.
Las tribus recolectan su capullo vacío para varias ceremonias. Después de asegurarse de que la polilla ya no está dentro, los yaquis rellenan los capullos con pequeñas piedras o arena y los enhebran juntos para formar una cadena larga. El resultado es un instrumento musical, conocido como ténabari, que las personas utilizan para realizar la danza del pascola y venado en los festivales yaquis.
Desde hace unos años, se ha vuelto cada vez más difícil encontrar estos capullos debido a la falta de agua y otros factores, como los efectos nocivos del uso de agroquímicos, que amenazan la especie.
“Lo que notamos es que cada vez se ven menos y menos [polillas]”, le dijo Yahel Ulises Estrella Ríos, presidente del Centro Cultural Yo’o Joara en Cócorit, a Mongabay. “Las personas ancianas nos cuentan que antes, encontraban enormes cantidades en las montañas. En una planta, podían encontrar hasta cinco o seis capullos o más. Ahora mismo, no hay ninguno en las plantas”.
Desde el interior del mariposario Baiseborimta del centro, que se creó para la conservación y preservación de la especie y para promover la cultura yaqui, Estrella explicó que la falta de agua también hace que a estas les cueste reproducirse.
“Es muy importante que llueva”, explica. “En los años con pocas precipitaciones, solo podemos generar unos 50 capullos. Pero en los años lluviosos, la producción y generación de capullos puede aumentar considerablemente a más de 2000”.
Esta cifra podría ser incluso superior si hubiera suficientes alimentos disponibles. Sin embargo, la única fuente de alimentos de las larvas del insecto, el follaje del sangregado (Jatropha cinera), también está en peligro debido a la falta de agua, agregó Estrella. Como consecuencia de ello, Moctezuma explicó que algunas personas yaquis han tenido que usar materiales alternativos para reemplazar los del ténabari, tales como latas de aluminio o plástico.
“Si no hacemos algo en los próximos años, desafortunadamente podría decirse que, al cabo de unos 50 años, esta polilla podría desaparecer”, afirmó Estrella. “Espero que el centro pueda generar consciencia y que aprendamos a respetar la naturaleza”.
* Imagen principal: Jóvenes que llevan ténabaris en los tobillos realizan la danza del pascola y venado. Foto: Mario Luna Romero.
Esta historia fue publicada originalmente por el equipo de Mongabay Global aquí el 16 de julio de 2024.