Por: Óscar Espinoza.*
El anuncio hecho hace casi dos semanas por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el Congreso Nacional Indígena (CNI) de participar en el proceso electoral del 2018 ha cimbrado en sus centros a Morena en particular. La iniciativa que surge del Quinto Congreso Nacional de CNI declara que sería una candidatura independiente materializada por una mujer indígena para la Presidencia de la República.
No se dejaron esperar las reacciones de indignación y “sospechosismo”, como en los casos del mismo lider nacional de Morena e intelectuales como John Ackerman, quienes en sus declaraciones acusan al EZLN-CNI de formar parte de la coalición anti-AMLO que buscaría “tronarlo”. Incluso Ackerman va más lejos al señalar, a modo de pregunta, que aquellos jugarían un papel de dividir a la izquierda para negociar con el poder.
También hubo voces con mayor perspectiva política como la de Pedro Salmerón que señalaron que el EZLN no es enemigo de Morena y que es clave en la construcción de alternativas globales a largo plazo. Asimismo hizo el llamado a sus correligionarios de no comprar la propaganda gubernamental que los calumnia y que así como la derecha neoliberal tiene tiene dos o tres candidatos, lo mismo tendría que suceder en la izquierda.
Este fin de semana último se ha sumado a la crítica la periodista Sanjuana Martínez en su artículo “La tapada del Subcomandante”, en el que argumenta que la candidatura indígena sería una estrategia contra AMLO al restar votos y dividir a la izquierda y por ende se convierte en funcional a la candidatura “salinista” de Claudia Ruiz Massieu, quien por cierto no tiene lugar privilegiado en las encuestas y mediaticamente tiene poca notoriedad.
El único detalle del comunicado del EZLN-CNI y la reciente carta abierta del Subcomandante Galeano que han tomado nota quienes simpatizan con Morena ha sido el tema de la candidatura independiente. Han dejado de lado cuestiones políticas e ideológicas con las cuales quienes se asumen y precien ser de izquierda estarían de acuerdo.
En parte del comunicado del Quinto Congreso del CNI señalan que en los pueblos indígenas y campesinos se construye cada día las resistencias por detener la tempestad y ofensiva capitalista que no cesa sino que se vuelve cada día más agresiva, convirtiéndose en una amenaza civilizatoria no sólo para los pueblos indígenas y campesinos sino para los pueblos de las ciudades que deben también crear formas dignas y rebeldes para no ser asesinados, despojados, contaminados, enfermados, esclavizados, secuestrados o desaparecidos.
Tampoco tomaron nota de las 27 denuncias que señalaron de los despojos que sufren las poblaciones originarias, siendo una de ellas la que sufren el Pueblo Yaqui de Sonora que mantienen la lucha sagrada en contra del gasoducto que atravesará su territorio, adelantándose en una semana a los hechos sangrientos acontecidos en la Loma de Bácum.
Por último, el punto que menos ha sido considerado es la definición política, como en el caso del EZLN-CNI, organizaciones que han reiterado “que el cuidado de la vida y de la dignidad, es decir la resistencia y la rebeldía desde abajo y a la izquierda, es nuestra obligación a la que sólo podemos responder de forma colectiva” y su relación con los diversos sectores de la sociedad civil. En la misma declaración pone en cuestión la “amnistía anticipada” al señalar “que paguen los culpables por el dolor de los pueblos de este México multicolor”.
La posible candidatura independiente del EZLN-CNI en las elecciones del 2018 es legítima y políticamente pertinente e implica retos y oportunidades en un contexto electoral en el que vislumbra una eventual reforma electoral que incluya la segunda vuelta.
Una candidatura indígena e independiente genera oportunidades para los diversos movimiento sociales que se identifiquen con una propuesta que enarbole la bandera de sus respectivas reividicaciones, para no estar dependiendo de las “promesas electorales”, una candidatura que refuerce las iniciativas y la incidencia política en las instituciones y que se garantice las políticas públicas. A la par, implicaría la participación de un importante sector abstencionista o nulista que no se ven identificadas e identificados con los partidos políticos existentes, para quienes todos son iguales.
Los retos son en particular para Morena, como organización política de izquierda. En primer lugar, la ratificación de su ubicación en el espectro político, es decir, si se ratifica de izquierda y cuales serían los rasgos y las banderas que lo caracterizan, más allá del requisito de la honradez. Otro reto correspondería al papel de la intelectualidad ligada a Morena, en el sentido de que superen las teorías “sospechosistas” y el diálogo prime antes que los calificativos cuando se presenten las diversas críticas y cuestionamientos.
Un tercer reto y no por ello menos importante es la relación con las izquierdas latinoamericanas e ibéricas, en este punto entran a colación las elecciones llevada a cabo en Perú y el último plebiscito en Colombia. En el caso peruano, en las elecciones del mes de abril, la abanderada de izquierda, Verónica Mendoza, recibió mensajes de apoyo de líderes y lideresas como Pablo Iglesias (Podemos España) y Camila Vallejo (Partido Comunista de Chile) mientras que de parte de Morena ni se ha escuchado ningún mensaje de apoyo y en caso haya habido alguno, “pasó de noche”.
Está de más mencionar la relación con las otras fuerzas de izquierda en México y sobre todo entender que Morena no representa a la izquierda mexicana en su totalidad. Por último, la construcción de una base social más allá de los “comités” y si tomamos nota de lo que ha demostrado el Frente Nacional por la Familia podemos presenciar un escenario electoral similar al plebiscito en Colombia, donde ganó el NO, en el que la derecha no tuvo escrúpulos en ligar el acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC con los temores homofóbicos.
*Prestador de servicio social de la carrera de Sociología de la Universidad de Sonora.