«En todas las partes de ese todo que llamamos “Planeta Tierra”, la naturaleza advierte, alerta, avisa que algo malo puede pasar. Las ciencias y las artes replican la advertencia», escribió el Capitán Marcos, al concluir el cuento El Pájaro T´í, que compartimos a continuación:
Un Cuento.
El Pájaro T´í.
Fue a la hora del pozol. Las compañeras insurgentas me platicaron de los múltiples accidentes, caídas y choques forzados en sus aprendizajes de andar en bicicleta.
Lo de choques forzados es explicable: cuando perdían el control de la bicicleta y se olvidaban de frenar, elegían rápidamente dónde estrellarse para, así, detenerse. En veces un árbol, otras el portón de un potrero y, las más de las veces, una zanja.
Les pregunté por qué no mejor sólo frenar. Así me respondieron: “De por sí lo pensé, pero la bici no entiende lo que pienso. Hasta le grito, pero no obedece y se sigue, y entonces entra mi miedo”, explicaba una compañera mientras la sanitaria le hacía curación de los arañazos y heridas que consiguió, ya lo imaginarán, cuando decidió “detenerse” contra un alambre de púas. Sí, podía ser peor, ahí cerca abundan las cuevas.
“Pero si te avisaron”, le dice otro compa, “clarito lo escuchaste al pájaro”.
¿Qué pájaro?, pregunté.
“Es un pájaro que te avisa que algo malo puede pasar. No es que de por sí va a pasar, sino que tal vez pasa si no estás alerta y preparado.”
De ahí siguió una discusión sobre el nombre del pájaro. Unos decían que “Tii”, otras que “Titil” o “Titil Mut”. El Subcomandante Insurgente Moisés, que maneja otra variante de la lengua tzeltal, dijo que es “T´í”.
“En cho´ol le decimos “Tyi’j”, me informa una compañera, “cuando lo encontramos en el camino empieza a gritar, como que si fuera que se asusta y rápido se va volando. Y ahí donde dicen eso de que está avisando que algo malo va a pasar”
Dos compas insurgentes mecánicos (uno de vehículos automotores y el otro de bicicletas), me explicaron: “que sea que te alerta, te avisa, te advierte que algo malo puede pasar. Por ejemplo, que hay nauyaca, o viene carro, o que se va a ponchar la llanta…”
“O que te vas a caer de la bici”, agregan mientras miran el desastre que el “frenado radical” dejó en el brazo de la compañera.
“No es que va a pasar, como quien dice, irremediablemente. Pero te avisa y ahí tú ves si le haces caso o no”.
Después de multitud de anécdotas (casi todas ellas de cuando su niñez), que confirmaban los avisos del pájaro “T´i”, quedaron discutiendo: una compañera decía que “depende, si es que hace tres veces y como que está muy apurado, es que está cerca la desgracia y, ni modos, tienes que prepararte”. Otra: “pero si regresa y hace así (ella prolonga el monosílabo del canto, “tiiii”), quiere decir que era su mentira o que ya pasó el peligro”.
Unos días después, antes de iniciar la práctica con la bicicleta, el pájaro cantó varias veces. Todos lo escucharon, pero pensaron que el peligro era para alguien más, no para ellos en lo individual.
Por supuesto que alguien se cayó y se raspó la rodilla.
“Es que no lo hiciste caso al pájaro, si claro te está diciendo que te puedes caer”, le reclaman.
“Sí lo hice caso, pero pensé que no a mí me va a pasar, sino a ti porque no limpias la cadena y la tienes toda oxidada”, se defiende.
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En todas las partes de ese todo que llamamos “Planeta Tierra”, la naturaleza advierte, alerta, avisa que algo malo puede pasar. Las ciencias y las artes replican la advertencia.
Hay quien entiende y se prepara.
Hay quien entiende, pero piensa que no es a él al que le va a pasar.
Hay quien entiende, pero se dice a sí mismo que él usa automóvil particular y no bicicleta.
Y hay quien no entiende el cuento.
Tan-tan.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
El Capitán.
México, septiembre del 2024.