Foto: Noé Pineda / Flores en el Desierto
Sara López González, fundadora del Consejo Regional Indígena y Popular de Xpujil (CRIPX) en 1995, parte del movimiento Resistencia Civil contra las Altas Tarifas de Energía Eléctrica y activa defensora del territorio maya desde diversos espacios, explica en entrevista con Desinformémonos los impactos en la Península de Yucatán del Tren Maya, proyecto estratégico del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien se encuentra a un mes de que termine su sexenio.
La entrevista se lleva a cabo en Xpujil a finales de agosto, a un costado de las obras del Tren Maya que en este tramo no se han terminado, por lo que se trabaja día y noche para tenerlas listas, algo que para Sara es prácticamente imposible. De cualquier forma, dice, “lo van a inaugurar incompleto para la foto, que es lo que les importa”.
-Han pasado seis años desde el anuncio del Tren Maya, ¿cuáles son los saldos de esta obra a unas semanas de que termine el sexenio?
-Hace seis años Andrés Manuel López Obrador anunció la construcción del mal llamado Tren Maya. Nosotros nos enteramos de que a finales de noviembre del 2018 habría la información de esta megaobra y fuimos a ver de qué se trataba. Según se hizo una consulta un mes después, el 15 de diciembre, cuando hubo las votaciones de si se quería o no el Tren Maya. Fue una consulta amañada y por lo tanto generó una fuerte preocupación para todos en el Consejo.
Estamos en contra de esta megaobra por todos los impactos que está ocasionando. En ese tiempo dijimos que nos iba a perjudicar o que nos dañaría, que no nos habían consultado. Fuimos a las comunidades y les hablamos de los problemas ambientales. Les hablamos de los impactos sociales, económicos, políticos, culturales. Mucha gente aun así dijo que sí. Ya estaba el programa “Sembrando Vida”, que les da dinero, seis mil pesos, y entonces decían «ningún gobierno nos regalaba antes dinero, ¿cómo vas a estar en contra de la persona que te da de comer?».
Desde entonces metimos un amparo sobre la consulta y se ganó la suspensión definitiva, pero la megaobra sigue, ya está casi toda la infraestructura. Ha sido una lucha constante. Con otras organizaciones tratamos de no estar solos, metimos amparos peninsulares con apoyo del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (Cemda) y ganamos uno sobre los impactos ambientales, pero nos dieron la resolución después de que ya habían hecho toda la obra. Fueron los tramos 2, 3 y 4, que abarcan Campeche y parte de Yucatán, y cuando lo ganamos ya estaban hechas las obras, ya habían deforestado y destruido zonas arqueológicas.
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Se interpuso otro amparo sobre el consentimiento pero ese no se ha ganado. Cuando se ganó el primer amparo en Xpujil, en 2020, hicimos una conferencia de prensa en Mérida con Cemda y otros compañeros. Después, en la conferencia mañanera vinieron los trancazos de López Obrador, de que éramos ambientalistas fifís y priístias y panistas. Una difamación tremenda tanto al Consejo Civil, al CRIPX, al Cemda, a Indignación. Dijo que recibíamos dinero para hacer trabajo en contra del tren
Le respondimos que nosotros hemos existido desde hace años en las comunidades, que el CRIPX trabaja desde hace más de 25 años y que él apenas había subido a la presidencia, que siempre hemos sido defensores del territorio y de la vida, que no éramos lo que él decía.
-¿Cómo se vivió en el territorio la descalificación presidencial?
-Después de su descalificación vino lamentablemente la criminalización de parte de la gente de Morena en las comunidades. Dicen «ah, ¿tú eres del CRIPX? No te aceptamos, ustedes están en contra de López Obrador». Morena nos estuvo señalando en todos los espacios donde podíamos estar, decían que éramos los que están en contra del presidente y del desarrollo.
En el caso de Candelaria, nos buscaron unas personas que vivían desde hace más 15, 20, 30 años en el tramo de la vía. El ejido les daba constancia de ese terreno. Entonces cuando anuncian la reconstrucción de las vías era lógico que los iban a desalojar y fue cuando metimos un amparo sobre el desalojo y reubicación de las vías. Fueron dos amparos y empezamos a hacer el trabajo en más de 300 casas que había.
Se juntó la gente y le entró a los amparos. Era lógico, es su patrimonio, su casa. Si no se lograba, por lo menos que los reubicaran con una vivienda digna. Cuando se pusieron en puerta los trabajos fuertes del Tren Maya no podían hacer nada porque estaban estos amparos en proceso, aunque no los hubiéramos ganado aún.
Entonces empezaron a trabajar casa por casa amenazando a la gente, diciéndoles que si no desistían del amparo iban a perder su casa y no los iban a reubicar. En la ciudad de Campeche fue ONU Hábitat, en Candelaria fue directamente Morena, porque la gente de Morena nos conoce perfectamente bien. Los del partido le preguntaban a la gente y la gente le decía quiénes éramos. Al final la mayoría desistió del amparo, quedaron pocos y siguieron firmes. Ellos lograron negociar y les pagaron más o menos sus casas. En todo este proceso hubo amenazas, como en mi caso, y cooptación, en el caso de Candelaria.
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-En 2023 se dio a conocer un decreto presidencial para que se consideraran de seguridad nacional y de interés público la construcción y operación de proyectos como el Tren Maya y el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec. ¿Cómo vivieron ustedes este decreto?
-Fue un caos total. En el caso de Xpujil se siguió el amparo y tenemos la suspensión definitiva. En respuesta a esto fue el decreto presidencial sobre los proyectos, pero el amparo siguió. Ese amparo está ahora en la Suprema Corte de Justicia de la Nación porque no lo están respetando. De hecho vino un juez de Mérida a entregar el documento al ejército, pero parece que no lo recibieron.
Ese recurso se metió porque se violentaron los derechos de los pueblos indígenas a la consulta y se fue ampliando con los impactos ambientales. Los peritos han hecho el trabajo sobre los daños del tren. Por eso dieron la suspensión definitiva.
-Llevan ya más de cinco años las obras. ¿Cuál es el panorama?
-Ahora está jodido todo. Lo que decíamos hace cinco años que pasaría es lo que pasó. Y nos quedamos chicos porque son enormes los impactos que está ocasionando. Ahorita ya no decimos «va a ocasionar», sino que ya los tenemos. La devastación total de millones de árboles da impotencia, da coraje ver cómo destruyeron los árboles, cómo tiran el agua. ¿Cómo es que sí hay agua para aplanar, para regar en todos los tramos, pero Calakmul no tiene agua? Hicieron un acueducto, pero todavía no llega el agua.
En diciembre de hace seis años, en las reuniones la gente dijo que sí quería el Tren Maya, pero que primero tenían grandes necesidades de salud, agua, escuela. Las instituciones de gobierno dijeron que el agua llegaría y que todo se les cumpliría, pero todo lo archivaron. No han dado respuesta, sólo querían el consentimiento. Dijeron que harían el acueducto, devastaron para hacerlo con unos tubos enormes, pero no funcionó porque no ha llegado el agua. No terminaron, así que no va a llegar.
No hay agua para nosotros pero sigue habiendo agua para el Tren. Aquí en Calakmul y en varias partes de la Península incrementó la gente que viene de fuera, la delincuencia, en la noche ya no se puede salir por la inseguridad. Hay mucha gente malosa que vino a trabajar en el acueducto y en el Tren Maya, ya casi no ves a personas de las comunidades, indígenas, sólo pura gente de fuera.
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-¿Ha cambiado el rostro de la región?
Por supuesto. Cambió el rostro de cada comunidad. Hay mucha drogadicción, alcoholismo, desintegración familiar. Los que vienen de fuera se llevan a las compañeras, las enamoran. Se incrementaron los precios en todos los aspectos, en las rentas, en la canasta básica, una empanada que te salía en 17 pesos ahora te sale en 40, porque son precios para trabajadores del tren. Una renta sale desde tres, seis y hasta 15 mil pesos.
Xpujil es un caos. Hay mucha venta de terrenos, llega gente de fuera a comprar y, como la gente no tiene dinero, acepta. Esto ha pasado en toda la parte por donde pasa el tren, sobre todo donde hay estaciones y paraderos.
A casi seis años de que iniciaron las obras no hay agua. Hubo desalojos forzados en donde estaban las vías del tren, desde Palenque hasta Campeche. En Campeche logramos que reubicaran las vías del tren, las compañeras se pusieron bien duras, dijeron «nos van a matar primero pero no los vamos a dejar pasar». Se ponían en las vías, y hubo reubicación. Fue un logro en el sentido de que no destruyeron las casas de las compañeras y los compañeros, que eran ya grandes.
-En el trayecto de Escárcega para Calakmul vemos miles de trabajadores y maquinaria todo el día y toda la noche. Es agosto de 2024 y aseguran que terminarán. ¿Qué ha provocado la urgencia de terminar?
-Obrador quería terminar su tren cuando él saliera, pero hay muchos frenos. Hay campesinos que lo han frenado en esta y otra parte porque no les pagan bien sus tierras. Desde el inicio era muy difícil que López Obrador terminara su tren. Y no lo va a terminar, es un hecho. Aún tengo la esperanza de que no pase el tren de Playa del Carmen para acá, por los cenotes. Toda la Península es tierra porosa, es tierra kárstica, entonces se va a hundir por el peso.
Hay inundaciones jodidas, ahora que han estado las lluvias fuertes en Campeche, en la autopista, entre Champotón y Miguel Colorado. Todo eso se inundó horrible por los rellenos del tren. En Candelaria también se ha inundado por lo mismo. En Candelaria el tren ya está pasando por arriba. El año pasado taparon la mitad del río, derrumbaron el puente que ya estaba e hicieron otro. No tiene mucho que los destaparon, estábamos muy molestos porque lo taparon y rellenaron los humedales. Por eso también hay inundaciones. Antes de llegar a Chetumal, por Juan Sarabia, se inundó la comunidad porque el tren tapó.
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Los técnicos, los ingenieros, hicieron todo a la carrera, no hicieron estudios, lo hicieron al madrazo. Le urgía al gobierno y por eso hay muchas fallas. Por eso los puentes del tren se desploman. En algunas partes de Quintana Roo se desplomó y hubo muertos, las prisas ocasionan todo esto.
-Háblanos de los impactos en la cultura maya.
-Es una tristeza porque las jovencitas que hablan ch’ol y hablan tseltal se vienen a trabajar y andan con la gente de fuera súper tomadas. Las ves y te causa tristeza. Ya no hablan su lengua, es un fenómeno social. Son las trabajadoras indígenas que se vienen para acá y se juntan con el trabajador, que quién sabe de dónde viene, y pierde lengua, vestimenta, todo.
Metieron una universidad, pero hasta donde sabemos ahí no está la recuperación de la lengua de los jóvenes. Tenemos la preocupación de que si pasa el tren llegará comida enlatada, se nos olvidará comer y sembrar frijol, hacer tortilla, sembrar el maíz. Sentimos que eso se perderá poco a poco.
Nosotros como colectivo tratamos de hacer la recuperación de la semilla nativa, que no se nos olvide que hay que sembrar y cultivar la milpa sin químicos, pero ese megaproyecto es un monstruo devastador en todos los aspectos de la vida. Nos preocupa, pero es el sueño de López Obrador.
-¿Qué ha pasado al interior de las comunidades, cómo han vivido la construcción y la puesta en marcha del tren?
-Está por supuesto la fragmentación de la comunidad. Es fragmentación de ideas, porque están los que apoyan el proyecto y los que no y hay broncas entre los campesinos e indígenas, hasta en las mismas familias. En varias partes el tren pasa en medio de la comunidad y pasa al ras. De un lado está la clínica, la escuela, pero del otro está la casa, la familia, el parque, la iglesia.
La vía fragmentó a los pueblos y a kilómetros hizo un puente elevado pero la gente dice «¿cómo va a subir mi mamá de la tercera edad si anda en silla de ruedas?, ¿cómo va a subir mi niño?». La gente se está pasando por las alcantarillas para que el agua se vaya. ¿Estos ingenieros dónde tenían la cabeza?
Muchos ejidos pelearon que no querían ese puente, y en Candelaria, por ejemplo, dos compas terminaron en la cárcel porque se plantaron en las vías y dijeron que no los dejarían pasar, porque habían entregado primero una lista de necesidades. Los desalojaron en un ejido retirado, pensaron que nadie se iba a enterar, y los encarcelaron. Y luego se luchó para p sacar a los compas de la cárcel.
-Dado que el ejército es responsable de la obra, su presencia es apabullante en todo el recorrido. ¿Qué ha traído la militarización a las comunidades?
Están los militares, la Guardia Nacional, hay cuarteles del ejército. En las comunidades está su presencia y es el mismo ejército el que está construyendo. En Conhuas está lleno de soldados y ahí hay otro cuartel. En la comunidad Nuevo Paraíso de Candelaria llegaron el ejército y la Guardia Nacional y se asentaron en el parque. Las compañeras decían que ya no tenían una vida tranquila porque sus hijos e hijas salían al parque en la noche y los agarraban. Ya nadie salía, pero de ahí ya se fueron los militares.
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El principal impacto de la militarización es el miedo y el terror. Que el ejército esté es para controlarte, para que no hagas nada. Los opositores al tren ya no pueden hacer bloqueos ni nada porque están los militares. Hicimos un bloqueo este año porque ha habido muchos accidentes y a Fonatur y a las empresas les ha valido y no responden. Un volquete de una empresa que trabaja para el Tren Maya atropelló a un muchacho de bachillerato y no hubo justicia.
La gente se organizó, ya había habido reuniones con las autoridades y el ejército para que los volquetes no entraran a la comunidad y se dedicaran a su trabajo. Es una tristeza porque con quien se platicó y se dialogó fue con un teniente, cuando antes se hablaba con el gobernador, con el presidente municipal, o sea con autoridades civiles, pero ahora es con el ejército. Dialogar con gente que viene armada da mucho coraje.
En la manifestación de abril pasado, quien llegó fue el ejército a tomar cartas en el asunto. Toda la vida civil está militarizada. Eso da mucho coraje e impotencia, porque al final todo queda ahí y no se llega a nada. Los bloqueos han sido de la gente del pueblo, pero no es gente organizada.
-En la Reserva de la Biósfera de Calakmul, a diez kilómetros del complejo principal, se está construyendo un hotel.
Así es y también es una obra del ejército. Está como a diez kilómetros de la zona arqueológica. Devastaron más de diez hectáreas. Para nosotros son construcciones d destrucción. Ellos sí podían cortar árboles mientras el campesino no podía cortar ni para la leña.
Es un hecho que el gobierno apoya a los empresarios y a las empresas que nos vienen a invadir. Es una invasión, el daño ya está, son daños irreversibles en el ambiente y en la cultura. Y para el trabajo que habrá ahí no contratarán a personas indígenas o de las comunidades.
Con tanta destrucción de los árboles se han afectado mucho las abejas. Es una debilidad para las abejas porque les quitan su hábitat, su comida. Todo va de la mano. Dañan la tierra, te quitan tu tierra, están las inundaciones, la fragmentación, las abejas, todo es un caos. Uno no puede terminar de decir todo el daño.
-¿Cuál es el mensaje a las demás organizaciones a unas semanas de que termine la actual administración federal?
Siempre he dicho que hay que articularnos, sumarnos. Hay que defendernos. El lema que siempre hemos tenido es que si tocan a uno, nos tocan a todos. La nueva administración viene igual o peor. Dicen que las mujeres somos chingonas, pero ella viene a continuar el trabajo de López Obrador. Y se ve que viene con mano dura.
Obrador hizo varias cosas en contra de las organizaciones, no las acepta, las detesta. Y ella lleva esa línea. No tenemos ninguna expectativa.
Nosotros estamos buscando la manera de articularnos en varios espacios, como El Sur Resiste. Estamos en esa lucha para ver qué sigue, como dicen los compas. En septiembre haremos algo simultáneo para cuestionar a López Obrador sobre qué es lo que está inaugurando en el tramo 7, decirle que no puede ignorar lo que está pasando, los daños del proyecto.
Estamos preparando la despedida de López Obrador. Invitaremos a seguirnos articulando y a sumarnos, porque entre más seamos más fuertes seremos. Para él no importa si la obra está terminada o no para inaugurarla, el sólo quiere decir que cumplió, tomarse la foto y que miles de personas le crean.
A pesar de que es monstruoso el proyecto, los colectivos seguiremos resistiendo, vamos a seguir persistiendo ante todo. Seguiremos con los amparos, porque la batalla legal va de la mano con el proceso y el trabajo político y organizativo.
-Además de la batalla legal y la movilización, ¿cómo se resiste?
Hacemos también varios trabajos comunitarios organizativos, como la recuperación de la semilla nativa, cada año se hace la fiesta de las semillas para hacer intercambios, hacemos talleres para las mujeres, recuperamos la medicina tradicional. Eso es resistir, es decir que existe esta otra manera de vivir. Tratamos de trabajar las parcelas, llevar un plato de comida sano, sin químicos.
Tenemos centros comunitarios para la comunicación, para que los jóvenes tengan espacios con internet, pero lo que nos hace falta es trabajo con los niños en la comunidad. Se está haciendo trabajo de sanación, de hortaliza Son trabajos comunitarios que hacemos y que usamos también para hacer un análisis de la realidad, porque en las comunidades la gente no se da cuenta y si les damos un volante no lo leen. Queremos fortalecer el trabajo de las mujeres y hombres.
El gobierno nunca nos dijo los impactos negativos, todo lo pintaba bonito. Hoy hay mucha gente que no está organizada, pero que ya está en contra del Tren Maya y empezó estando a favor. Muchas familias han sido víctimas de accidentes. De todo lo que dijimos antes se están dando cuenta ahora, como de la devastación, y nos dicen que teníamos razón. Ya es ganancia, porque dicen que ya no quieren el tren. No se organizan, pero por lo menos ya no están de acuerdo.
-Tú has sido criminalizada e incluso encarcelada por tu participación en luchas como la oposición a las altas tarifas de luz. ¿Hoy cómo se sienten las defensoras del territorio?
Los defensores y defensoras sentimos miedo porque alzamos la voz. Con drones nos toman fotos, nos graban, nos tienen bien identificados. Al gobierno no le conviene nuestra lucha. Y están los desaparecidos y los asesinados. Varios defensores hemos logrado detener equipos de seguridad en nuestras casas, como las cámaras. No es fácil.
Publicado originalmente en https://desinformemonos.org