Juan Carlos Velasco Santos[1]
A lo largo de la historia, las sociedades han desarrollado prácticas que fomentan la cooperación y el bienestar común, y una de las más notables es el mancomún, una forma ancestral de gestión comunitaria de recursos, profundamente arraigada en el tejido social de diversas culturas, y pilar de equidad y solidaridad. En Chiapas, México, el mancomún tiene especial relevancia en las comunidades indígenas, como los tseltales, donde se ha convertido en una expresión de cohesión social y sostenibilidad. Este ensayo se adentra en la manera en que esta práctica fortalece las relaciones comunitarias y cómo, en un mundo en constante cambio, el mancomún continúa siendo un modelo de cooperación que impulsa el bienestar colectivo.
El mancomún en el contexto global
El concepto de mancomún o bienes comunes ha sido interpretado de diferentes maneras en la historia, adaptándose a contextos económicos, sociales y políticos específicos. La politóloga y economista estadounidense Ostrom (1990) demostró que las comunidades locales eran capaces de administrar de manera efectiva y sostenible los recursos comunes a través de la colaboración y la creación de normas locales. Ejemplos de esto incluyen la gestión de bosques comunales en Nepal, pastizales en Mongolia y sistemas de riego en España. En la actualidad, los bienes comunes también abarcan el ámbito digital (como Linux y Wikipedia) y los espacios urbanos, promoviendo la sostenibilidad y el bienestar comunitario.
El mancomún en Chiapas
El mancomún es una práctica común en las comunidades rurales e indígenas de Chiapas, que promueve la gestión conjunta de recursos y la conservación de la biodiversidad y las tradiciones locales. Un ejemplo es el mancomún de Pijijiapan, fundado en 1785, que aún apoya la producción de maíz y ganadería. Otro caso es el mancomún de Zats, en el municipio de Bachajón, donde se distribuyen gusanos recolectados de los árboles de manera equitativa.
Este texto se centra en el mancomún del municipio de Ocosingo, donde los habitantes perpetúan esta práctica social comunitaria de manera colectiva a través de la compra de vacas o cerdos, compartiendo luego los productos derivados, como la carne. La compra de animales es un ejemplo de recurso compartido dentro del contexto de los bienes comunes o mancomún. En muchas comunidades, tanto rurales como indígenas, los animales se compran y gestionan colectivamente, distribuyendo equitativamente los beneficios, responsabilidades y el uso de estos recursos entre los participantes.
El principio de compartir los animales y sus productos refuerza la idea central del mancomún que fomenta la cooperación, la confianza y el fortalecimiento de la comunidad, elementos fundamentales para el éxito de la acción conjunta.
La importancia cultural y social del mancomún
En las comunidades indígenas tseltales, el mancomún no es solo una práctica económica, sino un fenómeno cultural profundamente arraigado. Las palabras en tseltal para referirse a esta práctica, como Komonku’untik (para bienes o terrenos) o Lok’esbil ti’bal (para sacrificar una res), y Jti’baltik (para cocinar nuestra comida, entre dos o más personas), reflejan la relevancia de esta tradición en la vida comunitaria.
En entrevista, David explicó que el mancomún se organiza a través de un líder, quien contacta al ganadero y reúne a las personas interesadas. En este caso a Marcos, compadre de mi papá, el ganadero le dice “consigue gente, voy a dar una vaca para que se hagan el mancomún”. El precio del mancomún se basa en el precio del mercado por kilo de carne, que puede variar dependiendo de la demanda y la cantidad de personas involucradas.
El proceso comienza con el ganadero o el fiador. Luego, el líder, a quien le llamaremos Marcos, convoca a las personas interesadas y calcula cuántas se necesitan para cubrir el costo total. Si hay pocas personas, el precio por cada porción de carne aumenta. Si hay muchas personas, el precio puede reducirse o mantenerse estable.
Marcos es el vínculo entre el ganadero y los participantes. Su función va más allá de coordinar la compra de la res; su labor es convocar a la comunidad, consciente de que este evento no solo implica la adquisición de alimento, sino también fortalecer los lazos de amistad y solidaridad dentro de la comunidad. Una vez reunidas las personas interesadas, se definen los aspectos logísticos: se acuerda la compra del animal, se determina en cuántos «montones» se dividirá la carne y cómo se distribuirán las distintas partes, desde el lomo hasta las vísceras. Se garantiza una distribución equitativa.
Esta práctica enfrenta un desafío: la falta de herramientas adecuadas, como sierras eléctricas, que pueden dificultar el proceso del reparto. La estructura y organización del mancomún reflejan el valor de las redes de apoyo y del compadrazgo en la comunidad, que fomentan la cooperación y el acceso equitativo a recursos compartidos. La participación de personas con experiencia en el manejo y reparto de carne es fundamental. Las mujeres tienen la tarea específica de lavar las tripas del ganado.
El día del mancomún comienza temprano, alrededor de las seis de la mañana. La atmósfera se llena de emoción mientras llega al lugar designado el matador contratado para sacrificar y desguazar el animal. La tradición dicta que, una vez sacrificada la vaca, la carne se dispone sobre las lonas en el suelo y se divide en partes que incluyen el lomo, la pierna, la cabeza, la lengua y hasta la cola, todo cuidadosamente desmenuzado en los montones acordados. Después comienza el momento de la repartición entre los participantes. Cada nombre en la lista es mencionado, y se le entrega el montón correspondiente.
En 2020, cada montoncito costaba entre 200 y 300 pesos; ahora, el precio ha subido a 500 pesos.
A veces, el grupo decide hacer un pequeño asado con algunos huesos, creando un ambiente festivo, donde el olor de la carne asada se mezcla con las risas y la camaradería. Este ritual no solo satisface necesidades alimentarias, sino que también nutre las relaciones interpersonales que son vitales para la comunidad.
El ganadero, al que todos conocen como Ramiro, ha encontrado en el mancomún una forma más rentable de vender su ganado que entregarlo a la carnicería, donde el pago puede demorarse. Aquí el dinero llega de inmediato, el mismo día. Sin embargo, siempre existe el riesgo de que no se reúna suficiente gente y no se alcance a completar la cantidad esperada, lo que podría resultar en pérdidas para el ganadero.
Retos y futuro del mancomún
Para David, el entrevistado, esta costumbre es una herencia familiar que ha pasado de una generación a otra. Su padre, desde joven, le hablaba de cómo su abuelo Beto organizaba estos eventos. El mancomún se convierte en un momento de reencuentro y celebración en las festividades de Día de Muertos, en Año Nuevo o en ocasiones especiales.
«El mancomún es algo que asocio con partes iguales», dice David, al referirse al término en tseltal que se traduce como «mancomunado». La práctica, rica en simbolismo, fomenta la amistad, el compadrazgo y la cohesión familiar. A medida que los abuelos llevan a sus nietos a participar, el legado de esta tradición se perpetúa, aunque David observa con preocupación que el interés en el mancomún está en declive. En sus 10 años de participación, ha asistido a unos ocho eventos, y reconoce que en la actualidad la asistencia es menor, y cada vez son menos las personas que se involucran en esta práctica.
El mancomún también se diversifica, como lo demuestra la reciente celebración del mancomún de puerco, donde incluso llegaron maestras y maestros del CBTA a participar, evidenciando que esta tradición ha trascendido las barreras sociales. Sin embargo, David siente que la esencia del mancomún, su capacidad de reunir a la comunidad en torno a un propósito común se está desvaneciendo.
«Prácticamente aún está, pero es menos», reflexiona David, consciente de que el mancomún, aunque todavía presente, enfrenta retos para su continuidad. La globalización y la modernización han comenzado a modificar las dinámicas de la vida cotidiana, y es vital que esta tradición no se pierda. La cooperación y el respeto por la comunidad son valores que el mancomún ha cultivado a lo largo del tiempo, y David está decidido a mantener viva esta tradición, transmitiéndola a su hijo.
A medida que el sol se pone sobre Ocosingo y la carne se cocina a la parrilla, el mancomún sigue siendo un símbolo de unión y resistencia cultural, un recordatorio de que, aunque el tiempo avance, algunas tradiciones aún tienen el poder de conectar a las personas y nutrir sus lazos sociales.
Conclusión
El mancomún en Chiapas es un ejemplo vivo de cómo las prácticas ancestrales pueden promover la equidad y la cooperación en las comunidades. A través de la gestión colectiva de recursos, como el ganado, los habitantes de Ocosingo y otras localidades rurales han encontrado una manera de satisfacer sus necesidades alimentarias y, al mismo tiempo, fortalecer los lazos sociales que son esenciales para el bienestar comunitario.
Aunque el mancomún enfrenta desafíos en su continuidad, su valor cultural y social sigue siendo incalculable. En un mundo en constante cambio, es importante preservar y valorar estas tradiciones, que no solo conectan a las personas con su pasado, sino que también ofrecen soluciones sostenibles para el futuro. El mancomún es más que una práctica económica; es una expresión de solidaridad y cooperación que tiene el poder de resistir las presiones del tiempo y la modernización, fortaleciendo el tejido social en Chiapas.
Bibliografía
De los Santos, C. G. (30 de mayo de 2023). 30 de mayo de 1785 se funda mancomún del pueblo en Pijijiapan. Diario del Chiapas, pág. 1. Recuperado el 10 de octubre de 2024, de https://diariodechiapas.com/opinion/dr-gilberto-de-los-santos-cruz/30-de-mayo-de-1785-se-funda-mancomun-del-pueblo-en-pijijiapan/
Ostrom, E. (1990). Governing the Commons: The Evolution of Institutions for Collective Action. (Cambridge University Press, Ed.) Reino Unido. Recuperado el 18 de octubre de 2024
Semanario del Sur de Chiapas. (2024). Mancomún de Zats, quien se apunta. (Facebook, Ed.) pág. 1. Recuperado el 17 de octubre de 2024, de https://www.facebook.com/watch/?ref=search&v=1249037809475015&external_log_id=d76cc291-d66a-4918-8ae9-5fc7991d961c&q=mancomun%20del%20zats&local
[1] Juan Carlos Velasco Santos es técnico académico de El Colegio de la Frontera Sur, Unidad San Cristóbal de Las Casa, Chiapas. jvelasco@ecosur.mx https://orcid.org/0000-0002-4841-7169.
Por Chiapas Paralelo