Un sombrero de piel de canguro estiliza su semblante. Un regalo de sus hijas, dice. Ante una mesa de café le suelto de golpe las sílabas que forman el nombre de la tierra que lo vio nacer. De allí en adelante la nostalgia es una constante en sus palabras:

17 de febrero de 2025

por L. Carlos Sánchez

Investiga la historia como se indaga la vida. Inquieto profesional, Alfonso Torúa Cienfuegos no pudo ser oriundo de otra tierra sino de Cananea.

Un sombrero de piel de canguro estiliza su semblante. Un regalo de sus hijas, dice. Ante una mesa de café le suelto de golpe las sílabas que forman el nombre de la tierra que lo vio nacer. De allí en adelante la nostalgia es una constante en sus palabras:

Uno de los primeros recuerdos que tengo de Cananea es de cuando mi mamá me levantaba tempranito y me decía, verás, asómate a la ventana, asómate a la calle, asómate al corral, y lo primero que veía era la nieve con hasta cinco o seis pulgadas de altura, eso es uno de los recuerdos que tengo.

Otras de las cosas que tengo muy presente es cómo se nota el cambio de estaciones. En primavera se llena de flores, sobre todo la flor del albericoque, el durazno, preciosos se ven los corrales. Cuando se viene el verano se vienen las aguas, el verdor, el clima majestuoso, cuando se viene el otoño cambia la coloración de las hojas, del sicomoro que es pariente del maple, se ven los campos rojos, ocres, luego se viene el invierno y se viene el frío, las nevadas, esas son las cosas que más evoco de Cananea.

— ¿A qué jugabas de niño?

— Jugaba a todos los juegos tradicionales: el bote de la patada, las escondidas, al chapete que consistía en agarrar la punta de un calcetín, trozarla y llenarla de bagazo de café, y cerrarlo, y así tenías que darle con el pie, sin que el calcetín cayera, y el que lo sostuviera más tiempo era quien ganaba; se jugaba al trompo, teníamos la costumbre de irnos a los corrales, había caballos, burros, becerros. Los corales estaban en lo que es ahora la salida a Agua Prieta, había un rancho de los Varela y tenían caballos preciosos que andaban sueltos, en el monte, y agarrábamos uno y nos íbamos a cotorrear, había muchos ejidos ganaderos, y agarrábamos monte para montar becerros.

Otro de los atractivos que tenía Cananea era el ir a los campos mineros antiguos, todavía se podían conservar en aquel tiempo parte de la maquinaria que se abandonaron en los viejos tiros, los carritos de rieles, los malacates. Un tiro era cuando se metía la gente en los túneles, en los socavones; el malacate era un ascensor. En ese tiempo quedaba mucha de esa maquinaria, haz de cuenta que estábamos en un museo industrial, estoy hablando de finales de los sesenta.

Me tocó conocer Buenavista, pueblo precioso, haz de cuenta que andabas en un pueblo del viejo Oeste, inclusive hay una película que se llama Cananea, que todavía guarda las escenas del pueblo ese.

— ¿Por eso vistes así, con sombrero, es una influencia?

— No sé, pero por ejemplo las boinas, las gorras, son cosas que se usan en Cananea por la cuestión del invierno, tienes qué ingeniártelas para andar bien, entonces las gorras, los sombreros, son cosas que tienes qué usar para el frío, para el agua. A principios del siglo pasado había un estilo de vestir en Cananea, si te fijas en las fotografías de principios del siglo XX la gente era muy bien vestida, era gente que siempre andaba con sombreros de lana, trajes, inclusive había un dicho de: viste estilo Cananea, porque además se contaba con tiendas que traían productos de Estados Unidos, o de Europa. Digamos que esas son las cosas que evoco de mi tierra.

— ¿Qué es lo que más recuerdas de la relación con tu madre?

— Fue una relación de mucha protección. Tuve la suerte de estar rodeado de mujeres, eran siete hermanas y mi mamá, y desde entonces siempre he recibido el beneficio. Mi madre una persona muy trabajadora, tuvo diez hijos, dos fallecieron, era muy trabajadora, en ese tiempo todo se hacía a mano, desde lavar ropa para tanta gente, cocinar, etcétera.

La casa donde vivía estaba en La mesa sur, era una casa que había sido imprenta a principios de siglo, era una casa amplia, con un corral amplio, con muchos árboles frutales, típica casa de Cananea, si tú vas a una casa de Cananea encontrarás duraznos, ciruelas, membrillos, albericoques, casi todas las casas tienen eso. Para mí era inmenso el corral, estaba por la calle Nuevo León número ochentaitrés, aún me acuerdo, era una casa de adobe, de cinco piezas y el baño, para mí lo más atractivo era el corral que siempre estaba lleno de frutas.

— ¿Cómo era una tarde en tu adolescencia?

— El campo en Cananea es muy atractivo, porque caminas unos cuatro o cinco kilómetros y ya estás en un paraje precioso. La poesía, verás cómo se siente en Cananea, es un lugar que te invita a leer poesía, sobre todo en invierno, el ambiente influye, por ejemplo en el Ojo de Agua, en El Quince, el Jaralito, había veces que me subía a la sierra La Mariquita, donde está el observatorio ahora, porque me gustaba mucho observar el cielo, porque otras de las cosas atractivas de Cananea es que se mira muy bonita la vía láctea, desde cualquier cerrito al que te subas, y fíjate que a mí me gustaba ir a observar y nunca pensé que allí mismo se habría de poner el observatorio. Tal vez premonición, y subía de mochilazo, con mi lonche, por un camino o ya una vereda bien trazada, inclusive en la sierra, arriba, hay un cultivo de rosales.

— ¿Qué libros leías en ese tiempo?

— Me gustaba mucho Herman Hesse, alemán, Premio Nobel de Literatura, autor de Lobo Estepario. Me gustaba mucho leer a Chéjov, a Tolstoi, Dostoievski, a lo mejor por el paisaje que ellos describen, muy parecido al de Cananea, las nevadas, los inviernos crudos, eso es lo que leía, mucho clásico ruso, y mucho latinoamericano: Hemingway, Stendall, era lo que circulaba en ese entonces, Nietzche, imagínate.

— ¿Siempre estás volviendo a Cananea?

— Constantemente, voy por lo menos ocho veces al año, no soy de los que se desterraron para siempre, como hubo muchas familias, una de las cosas que tiene Cananea es la migración, desde que se formó Cananea es mucha migración, tanto gente que llega como la que sale, a mí me tocó conocer familias completas que salieron y jamás volvieron, y otros que tenemos una nostalgia terrible por Cananea, cuando se juntan dos personas de Cananea no hay otra plática más que sobre Cananea de ahí en adelante, somos muy nostálgicos, además decía Borges que la gente que ama a su pueblo es gente de buen corazón.

Publicado originalmente en: https://encalor.com/2025/02/17/recuento-de-la-nostalgia/