La democracia republicana se basa en la idea de la igualdad ante la ley, en que cada ciudadano o ciudadana es portador de derechos políticos y sociales, y la política se ejerce agrupándose para defender mejor esos derechos. Esa es la ficción jurídica detrás de la política partidista que olvidamos cuando hacemos la diferencia entre políticos y ciudadanos, como si los primeros perdieran su calidad ciudadana al ejercer de manera por demás legítima su derecho a buscar un puesto de elección popular.
Por René Córdova
La temporada electoral es una época liminar, donde el gobierno saliente pierde legitimidad de manera creciente ante el fin de su mandato mientras todavía no se sabe quienes serán los nuevos ocupantes del poder.
Abundan los mitos sobre el rey viejo, que debe dejar paso a un sucesor más joven y fuerte, como el invierno cede a la primavera, como la madrastra debe ceder su puesto como la flor más bella del ejido a Blanca Nieves.
En estos espacios indefinidos, intermedios ocurren cosas interesantes que no se ven en otras épocas del calendario: personajes que normalmente viajan en primera clase y tienen tres secretarias y un particular con quien es imposible hablar sin cita se suben a los camiones y tocan a la puerta de desconocidos en calles sin pavimentar.
Los millonarios te invitan a desayunar y todos dicen interesarse en el bienestar de tu familia y en promover el empleo, la salud y dar cosas gratis, ya sea sombrillas, camisetas, rebajas de impuestos o uniformes escolares.
Es una época peligrosa, inestable, llena de incertidumbres y dudas que generan una angustia que se controla de mil maneras. Los antiguos inventaron rituales y conjuros, los posmodernos tenemos sistemas electorales, noticieros en la tele y en la radio, expertos y encuestadores donde antes había augures y adivinos.
La democracia republicana se basa en la idea de la igualdad ante la ley, en que cada ciudadano o ciudadana es portador de derechos políticos y sociales, y la política se ejerce agrupándose para defender mejor esos derechos.
Esa es la ficción jurídica detrás de la política partidista que olvidamos cuando hacemos la diferencia entre políticos y ciudadanos, como si los primeros perdieran su calidad ciudadana al ejercer de manera por demás legítima su derecho a buscar un puesto de elección popular.
Y es que la política se ha rarificado, se ha ido reduciendo a rituales televisivos como los debates acartonados y las candidaturas se deciden en reuniones secretas por procedimientos arcanos, las campañas se rodean de equipos profesionales, contratados a tiempo completo o parcial con gran dispendio de recursos no siempre legales.
El bipartidismo es una realidad en casi todas las regiones de México y en el caso de Sonora las opciones son PRI y PAN, que coinciden en los temas económicos fundamentales como el fomento a la industria maquiladora y la agroindustria de exportación y en un conservadurismo social con más diferencias al interior de cada partido que entre ellos.
Ambos partidos llegan a la elección desgastados por escándalos nuevos y viejos de corrupción, tráfico de influencias y una mala situación económica. No es solo en Sonora que los partidos tienen dificultades para articular una visión que ilusione a los votantes.
Las llamadas al voto nulo y al boicot son cada día más numerosas e insistentes, sin poder ofrecer tampoco una visión de futuro más allá del descontento y la revancha nihilista… pero ese parece ser el único espacio libre para la manifestación de ciudadanos y ciudadanas insatisfechas con las propuestas de los partidos tradicionales e incluso de los que se estrenan en esta elección.
Los representantes del dinero no tienen problemas para comunicarse con los políticos durante las campañas o después de estas, por un rebote de la legislación gremial de la época cardenista se consideran órganos consultivos del Estado.
En la desconfianza entre quienes se saben culpables y tratan de desviar la atención acusando a los otros se generaliza un ambiente de paranoia y victimismo real e imaginario, retórico y real en el que es imposible distinguir entre Pedro, el Lobo y los aldeanos… Iniciativas como el Foro de Políticas Culturales que organizamos un grupo de universitarios, artistas y creadores con el apoyo de la Sociedad Sonorense de Historia para el 9 de mayo en la Universidad de Sonora han surgido rumores que ven en este espacio abierto a quien se inscriba una acción encubierta de “los otros” y hasta una amenaza de escándalo.
Además de los foros, consultas y desayunos partidistas necesitamos más espacios como éste, plurales, organizados para la expresión de quienes se sientan interesados en participar, aportar y defender sus puntos de vista y sus intereses, que para eso es la política. Esta es la temporada esperamos estar a la altura.