Hoy las familias son mucho más diversas de lo que han sido desde que se llevan ese tipo de registros, sin que la familia llamada tradicional haya sido nunca el modelo absoluto. Siempre ha habido adopciones, abuelas criando nietos como si fueran sus hijos, tíos, tías y vecinos haciéndose cargo de niños, ancianos y personas con distintos tipos de discapacidad.
Por René Córdova
Cuando estaba en sexto año, mi compañero de mesabanco era hijo de una mujer soltera y era tan raro eso entonces que Alberto era objeto de una mezcla de conmiseración y envidia por los demás niños, no tenía papá pero tenía los mejores juegos de colores y toda la atención de su madre para él solo.
Hoy las familias son mucho más diversas de lo que han sido desde que se llevan ese tipo de registros, sin que la familia llamada tradicional haya sido nunca el modelo absoluto. Siempre ha habido adopciones, abuelas criando nietos como si fueran sus hijos, tíos, tías y vecinos haciéndose cargo de niños, ancianos y personas con distintos tipos de discapacidad.
La explosión de diversidad social que vivimos es generada por la caída en los índices de natalidad gracias a la combinación de grandes tendencias demográficas como la ampliación de la escolaridad de las mujeres y su entrada al mercado laboral más la migración del campo a la ciudad y los nuevos métodos anticonceptivos.
Desde el inicio muy temprano de estas tendencias de cambio ha habido discursos y movimientos que no podemos llamar sino tradicionalistas y retardatarios, en contra del voto femenino, en contra de la planificación familiar, en contra de la participación de las mujeres fuera del hogar y la iglesia, en contra del ejercicio libre de la sexualidad y de la razón.
De la Liga de la Decencia de principios del siglo XX y sus intentos de prohibir películas y espectáculos considerados deshonestos pasamos a los movimientos contra el aborto, de la oposición al voto femenino pasamos a las candidatas “Juanitas” y de la moral católica pasamos a los “valores familiares”.
Casi todos los candidatos o candidatas han expresado su interés en la promoción de valores entre la población y específicamente de “valores familiares”, sin entrar en muchos detalles sobre que clase de valores quieren promover o que tipos de familias quieren proteger.
La metáfora de la sociedad como familia tiene dos interpretaciones posibles, por un lado la solidaridad entre sus integrantes y por otro la organización jerárquica como una división natural entre hijos menores que no saben lo que les conviene y padres sabios y enérgicos dispuestos a llevarlos por el camino del bien a pesar de las demandas infantiles y rabietas.
Limitar las acciones sociales a la esfera familiar con una definición estrecha de padre, madre e hijos deja fuera no solo a colectivos necesitados de la protección del Estado como ancianos, niños en situación de calle, migrantes y un gran etcétera.
Por otro lado una definición tradicional de la familia en base a un modelo ideal se estrella muy rápido con la realidad y condena a quienes no de avienen al molde: familias monoparentales o matrifiliales, familias con hijos de matrimonios previos, familias sin hijos, familias formadas solo por adultos, abuelos con nietos, vecinos con niños adoptados, niños sin padres y sus combinaciones.
La realidad de los sonorenses reflejada en los censos requiere acciones para la protección social de todos los tipos de familias, no solo las que reflejen la imagen idealizada sino a las personas que habitan, viven, trabajan y votan en Sonora.
Las guarderías, gratuitas, seguras y eficientes, son una demanda creciente que permitiría un desarrollo mejor de las familias y los niños y niñas: guarderías cercanas a los lugares de habitación o de trabajo, con horarios amplios, en turnos de ocho horas y espacios para quienes trabajan en la tarde o en los turnos nocturnos.
La educación para la sexualidad necesita un impulso general basado en los principios de prevención en vez de la prohibición, discurso que no resulta muy exitoso entre los y las adolescentes, más interesados en demostrar y demostrarse su capacidad de tomar decisiones que en seguir reglas fijadas por otros.
Quizá hace treinta años era inconcebible que una menor embarazada continuara su educación, sin embargo la realidad nos obliga a pensar en políticas que ayuden a las niñas en esa situación a continuar con su educación que después de todo es su derecho.
La atención expedita y oportuna de la policía municipal a los casos de violencia intrafamiliar y la capacitación de los elementos de la policía en la prevención de casos de violencia machista tendrían amplios efectos en la convivencia cotidiana, donde las redes sociales y familiares se han relajado al punto de evitar involucrarse en estos casos más allá de llamar a la policía reportando un robo o un allanamiento de morada “porque así llegan más rápido”, dicen mis amigas.
Hermosillo cuenta con un Bando de Policía y Buen Gobierno ejemplar en el sentido de incluir medidas contra la discriminación por raza, género, posición económica, vestimenta e incluso por preferencias sexuales; sin embargo encarga el cumplimiento y vigilancia de estas medidas a la Policía Municipal, un cuerpo que ha sido señalado históricamente como discriminador y causante de estas mismas violencias.
Los valores familiares pueden ser positivos si están basados en principios democráticos como el respeto a diversidad, la igualdad ante la ley y la protección de la privacidad y el bien común y no en la imagen jerarquizante y tradicional basada en una familia mítica mantenida en los altares, familia donde el esposo era mucho mayor que la esposa, se casaron después de una especie de sorteo casi sin conocerse, ella llegó embarazada de otro y nunca tenían sexo. Sonora ya no es así, nunca lo ha sido.