México no es Andrés Manuel, no es Marcos ni Galeano, somos millones de mexicanos víctimas de un sistema corrupto y nefasto.

Qué fácil resulta para ese sistema dividirnos, cómo si no fuéramos los mismos jodidos, unos sin salarios y otros con salarios paupérrimos, trabajadores ahuyentados de su fuente de trabajo a pesar de prevalecer ésta, como en el caso de los mineros de Cananea, Taxco y Sombrerete, poblaciones depredadas por la minería extractiva, contaminadora de mares y ríos cómo #RíoSonora sólo por mencionar lo cercano, con mexicanos que terminan siendo extraños o sirvientes de los grandes corporativos nacionales o extranjeros, si no es que son desplazados bajo cualquier pretexto.

Nadie quiere una guerra entre hermanos, sólo el pinche sistema corrupto, que sabe bien cómo lograrlo.
Pareciera que sólo estamos destinados a unirnos en la tragedia y no para vivir en paz, felices sí, porque el pueblo mexicano ríe fácilmente, y además tenemos todo para lograrlo.

Hay esperanza en el gobierno actual al menos yo sí la tengo, equivocada o no, ya es lo único que tenemos.

Andrés Manuel, se sabe que es muy difícil enfrentarse a los grandes corporativos, los que manejan los grandes capitales y que son avalados por sus títeres de la ONU, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, OCDE, bancos y empresarios corruptos, por mencionar algunos, no te puedo platicar nada que no sepas, por lo mismo nada que no sea de acuerdo con los que estaban primero, los que no se ven, los ignorados igual o más que nosotros, (aunque muchos se hagan penitentes pensando que ya les fue bien), ellos los olvidados, son LOS PUEBLOS ORIGINARIOS.

No sé o no sabemos muchos cual sea el verdadero problema, pero lo que sí sé es que el que pone los muertos es el pueblo.
No olvides que una guerra sólo la ganan los que tienen las armas, los que las venden son los peores enemigos de México, los cómplices de quienes han sometido a nuestro maravilloso país.

La comunicación honesta es la base del progreso.

SÓLO LA VERDAD NOS HARÁ LIBRES.

Por: Rosa María O’leary Franco