Por: Aarón Tapia.*
Esta semana los temas principales fueron los errores del Presidente López Obrador y en general de la 4T. En algunos temas con toda la justa razón vinieron las críticas. Pero desde las ciernes de este gobierno sus detractores refieren una situación del país como si nos encontráramos al borde del despeñadero. Cuando uno ve, escucha y lee los medios de comunicación y redes sociales, mesas de análisis, columnas y comentarios, parecería que estamos en un país dividido al borde del caos en donde el descontento es tal que si no cambia el rumbo del país podría “venezonalizarse” (lo que sea que signifique esa expresión). Pero al ver encuestas sobre la aprobación al Presidente entre la gente asciende a un 70 por ciento en promedio.
Esa minoría que nutre la exacerbación contra López Obrador, la mayor parte de ellos (no todos) están convencidos de que ellos sí saben de temas políticos y de economía, porque están mejor informados y preparados y que no se dejan manipular por el populismo de AMLO. Esto pinta de cuerpo entero su visión clasista y su aberrante antidemócrata creencia de que en este país deben de existir ciudadanos de primera, segunda y hasta una tercera categoría, que no hay forma de evitarlo; paradójicamente estos ciudadanos cosmopolitas con educación de primera y con mayores posibilidades de conocer sociedades tan igualitarias, como por ejemplo la canadiense o las nórdicas, son incapaces de aspirar a un México donde las brechas de la desigualdad social y económica vayan acortándose.
Aceptan el resultado electoral y se llenan la boca defendiendo al INE (el pretendido órgano garante de nuestra carísima democracia), ante los supuestos embates de cooptación de la 4T a esta institución, pero rechazan la consecuencia política emanada de ese resultado electoral, rechazan cualquier cambio de fondo, porque el proceso es doloroso y prefieren que los males conocidos solo se administre con control de los daños. Porque están acostumbrados a que sus privilegios prevalezcan y se siga sosteniendo en los casi 60 millones de pobres de nuestro país, es decir, esgrimen la acomodaticia falaz idea de “la mayoría tiene la razón, salvo cuando no coincide conmigo”.
Lo que este 30 por ciento no está consciente es que el gran apoyo popular a López Obrador no se alimenta de la manipulación, o por lo menos no la mayoría. Simple y sencillamente se nutre de los hechos concretos de que la grandísima mayoría de los mexicanos se han empobrecido no solamente en lo económico, también en lo educativo, en su seguridad, su esperanza y su paz, con los gobiernos que, según los bien preparados e informados, solo fallaron en administrar mejor los vicios de la cosa pública y en ser tan voraces, todo lo demás funcionaba bien.
Les provoca histeria que el gobierno de AMLO apoye a los ancianos o a los jóvenes con dinero por medio de sus programas sociales, porque esa “Bicoca” no los sacará de la pobreza y solo crea clientelismo electoral. Pero para los millones de ciudadanos de la tercera edad en situación precaria recibir 2 mil 550 pesos cada dos meses hace una diferencia abismal. Los bien preparados e informados no se detienen ni tantito en pensar que ese dinero en los anteriores gobiernos se lo robaban, casos documentados como la estafa maestra así lo comprueban, entonces ¿por qué estos ciudadanos beneficiados de dichos apoyos no habrían de votar por quien al menos en este sentido está haciendo algo por ellos? Es un razonamiento rotundamente legítimo a partir de sus propios intereses, guardando las proporciones es el mismo comportamiento de los empresarios y no objeto de una manipulación por una supuesta ignorancia.
El Gobierno de López Obrador ha provocado un incremento en la capacidad de consumo de los sectores socioeconómicos más vulnerables gracias a estos programas sociales, pero también gracias a los incrementos históricos del salario mínimo como jamás antes se había dado. Es verdad que crecimiento económico no es sinónimo de desarrollo, pero también es cierto que sin crecimiento económico no habrá un óptimo desarrollo, pero es evidente la congruencia con la bandera que el Presidente siempre ha promovido y prometido: por el bien de todos, primero los pobres. Y los pobres son la mayoría en este país.
Por supuesto que esto no significa que la 4T sea un gobierno sin imperfecciones, claro está que ha cometido errores y en algunos casos garrafales.
Hay nombramientos en cargos de suma importancia para la vida pública que están siendo ocupados por perfiles inadecuados, hay casos graves de influyentismo, pagos de favores políticos que están afectando en cierta medida la aplicación de políticas públicas y el funcionamiento en muchas áreas de gobierno (en ese sentido nada discordantes con los anteriores gobiernos) y ciertamente hay que exhibir tales vicios e inoperancias para exigir un Gobierno más capaz. Pero me parece pertinente ser consciente que se trata de un cambio radical: la extirpación del cáncer en la administración pública cuya quimioterapia tiene sus efectos secundarios muy dolorosos y lleva tiempo, pero además con la condición sine qua non de que necesitará del apoyo, la crítica y participación de la misma ciudadanía.
Y por supuesto que es válido disentir con el proyecto de nación de López Obrador, pero lo que me parece una mezquindad, es pensar que el entorno y situación que cada uno vive es la única y a partir de esa realidad hacer valores de juicio aplicándolo de manera absoluta para un país tan diverso sin ni siquiera tratar de comprender las necesidades del otro, sobretodo porque esas necesidades son los dolores de la mayoría de este país.
*Periodista conductor del programa de radio La Tertulia Polaca en La Voz Del Pitic 88.1 FM y colaborador de análisis político en el noticiero Titulares de Radio Fórmula Sonora.
Twitter: @Naranjero75
Publicado originalmente en: http://elsoberano.mx/opinion/plumas-patrioticas/por-el-bien-de-todos-primero-los-pobres-2/