Por Oscar Yescas.

Uno de los argumentos más extraños de la filosofía es sin duda el denominado “argumento de los cerebros en cubetas” propuesto por Hilary Putnam, filósofo contemporáneo, en 1988.

Este argumento se basa en la noción de que nuestra percepción del mundo exterior, es decir, cómo vemos, oímos, palpamos, probamos, y olemos el mundo y sus objetos, es algo basado en puras reacciones físicas en el cerebro. Si esto es así, ¿cómo podríamos distinguir la realidad de una simulación, si nuestro cerebro fuera un cerebro en una cubeta, estando conectadas todas nuestras terminales nerviosas a una supercomputadora diseñada para producir los mismos estímulos físicos en nuestro cerebro que los que tendría si estuviera teniendo una experiencia “real”?

Este argumento se ha expuesto de manera magistral en la trilogía de películas Matrix (1999), en cuyo universo la humanidad se encuentra dominada por las máquinas (quienes desarrollaron autoconciencia gracias a la Inteligencia Artificial), de manera que los seres humanos se encuentran conectados a una máquina que simula el mundo al emitir impulsos eléctricos a los sistemas nerviosos de seres humanos, pensando estos que viven existencias “normales” (para nosotros), cuando en realidad su cuerpo está en una especie de incubadora en la que todas sus necesidades se satisfacen de manera artificial (sin que ellos sepan nada de esto).

Una versión más metafísica de este argumento lo encontramos en René Descartes, en sus Meditaciones Metafísicas, libro publicado en 1641, dónde se cuestiona el autor hasta qué punto se puede distinguir realmente un sueño de la vida real, y nos dice que, si no es posible distinguir entre uno y otro, más valdría no confiar en los sentidos, pues son los que nos muestran el mundo exterior; de ahí que Descartes postule al hipotético Genio Maligno, un ente que podría ser (hipotéticamente) “tan capaz e inteligente que tal vez me engañe en cada momento”, haciéndome percibir una realidad que no existe e incluso confundiéndome en la certeza de cálculos matemáticos. Siendo esto posible ¿cómo podríamos estar seguros de cualquier tipo de percepción y conocimiento? De ahí que postule Descartes “si pienso, por lo tanto, existo”, considerando que la única verdad indubitable es que, si dudo, es porque soy (existo).

Si bien Putnam, el autor del argumento de los cerebros en cubetas, considera que la posibilidad de estar conectados a una máquina que simule el mundo es imposible (conclusión a la que llega por un tecnicismo lógico); lo cierto es que parece ser que, en última instancia, aunque no es imposible, si es muy improbable, pues se requeriría una computadora que teóricamente tendría que ser más compleja que la totalidad del universo que simula, lo cual no parece muy realista.

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Tomado de: https://www.facebook.com/oscar.yescas.50