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#DiasdelFuturoPasado Edición Especial

“Si el senado de la república quiere proteger a sus ciudadanos lo mejor que tiene que hacer es sacar la palabra coprocesamiento de la ley general de residuos”

Raúl Montenegro, Parlamento Abierto del Senado, 2020

Jorge Tadeo Vargas

Hace unas semanas en el Senado de la República se aprobó a fast track una reforma a la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de Residuos (LGPGIR), con esto el coprocesamiento será catalogado como un proceso distinto a la incineración. Esto es un claro ejemplo de como un senador, es este caso específico, el senador Cruz Pérez Cuéllar, que es quien promueve esta iniciativa, lo hacen desde la ignorancia, sin investigar más allá del cabildeo que hace la propia industria, sin importarle los impactos que esto va a generar en corto, mediano y largo plazo. ¿Por qué lo digo? Bueno, porque en primer lugar los únicos beneficiados de esta iniciativa es precisamente la industria del cemento en mayor medida y la industria del acero en menor, ya que, de aprobarse esta modificación a la LGPIR, estas empresas tomarán el control del manejo de los residuos sólidos urbanos para usarlos como combustibles en sus procesos de producción. Algo que ya tienen años intentando hacer a nivel municipal y que ahora contaran con el apoyo federal explícito.

Con esto cualquier intento de buscar otras formas de gestión que vayan encaminadas a cerrar el círculo de los residuos terminaran por ser desechados. Es más cómodo que alguien se haga cargo de la basura y la “desaparezca” que implementar planes de Basura Cero que implican hacer trabajo ciudadano real. Con el coprocesamiento los municipios tienen un espacio donde irán privatizando el servicio, sin importarle los daños más allá.

Antes de hablar sobre como esta practica esta aumentando las zonas de sacrificio y con esto aumentan los daños a la salud tanto ambiental como humana hablemos de lo que es el coprocesamiento, de porque es un absurdo tratar de verlo -legal y conceptualmente- como un proceso distinto a la incineración.

Bien, cualquier proceso de termovalorización, es decir que se aplique calor para obtener algo más, es por definición incineración, simplemente porque se aplican altas temperaturas a en este caso la mezcla química que son los residuos ya sean peligrosos, industriales, de manejo especial, domiciliarios (RSU) de los cuales se obtienen tres productos. El primero es la energía que se desprende por la aplicación de calor -aquí hay que decir que hay distintos métodos para hacerlo, pero todos general lo mismo al final- esta energía se puede usar ya sea de forma externa como electricidad para distintos usos como alumbrado público, en edificios de ayuntamientos, etc., etc. Esto es lo que hace una incineradora comúnmente llamada de “Waste to Energy” de las cuales en México aún no tenemos gracias a la movilización social de las comunidades en donde han intentado poner alguna.

El segundo es donde esta energía se usa para los procesos internos de quien utiliza este combustible. Esto es el coprocesamiento, aplicar calor a altas temperaturas al coctel químico que son los residuos y usar esa energía en los hornos para la producción del clínker, que es la materia prima de donde proviene el cemento. Los otros dos productos son residuales del propio proceso y son producidos en cualquier tipo de incineración del que hablemos, no hay como evitarlos por la simple ley química de la materia que dice que “la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma”. Sí, esa ley que tanto dolores de cabeza nos dio en la secundaria y al parecer los senadores ya la olvidaron.

¿En qué se transforma esta mezcla química? En gases que tienen distintas composiciones químicas con distintos niveles de toxicidad que van de medio a alto impacto en la salud. También se forman micropartículas que son arrojadas a la atmósfera, la mayoría de estas son Contaminantes Orgánicos Persistentes (COPs) como las dioxinas y furanos, que dicho sea de paso estos solo existen por la actividad industrial humana, es decir no son propios de nuestra planeta, de la naturaleza, son altamente dañinos y capaces de generar impactos muy graves en la salud. También se arrojan metales pesados con altos niveles de toxicidad. Todos estos residuos de la incineración -y el coprocesamiento para ponerlo en palabras que los senadores entiendan- causan daños irreparables a la naturaleza y las comunidades que viven desde las cinco hasta los sesenta y cinco kilómetros a la redonda de una cementera. Son inevitables en la incineración por la simpleza que cumplen leyes químicas que van más allá de lo que el sistema de clases pueda hacer. No importa el nombre que le den.

El otro producto son las cenizas tóxicas que quedan después de la incineración. Cada cuatro toneladas de residuos incinerados dejan una tonelada de cenizas tóxicas que tienen una concentración química, tóxica muy alta. Estas cenizas, la industria cementera en todo el mundo, México incluido las mezclas con el clínker como método de gestión, es decir que tenemos un cemento toxico, que nos envenena lentamente.

Contaminación de las cementeras de Hidalgo. Foto: El Independiente.

Esta iniciativa parte de una ignorancia criminal del Senador Cruz Pérez Cuellar y de todos los que votaron a favor -solo hubo seis votaciones en contra- pues a la industria solo le interesa la ganancia económica, esto es muy claro si nos damos una vuelta por las comunidades donde hay plantas cementeras. Estas han sido convertidas en verdaderas zonas de sacrificio. La irresponsabilidad de votar sin tener los elementos suficientes, escuchando solo a las cementeras, no dejan más que sospechar que esto es un negocio, incluso para los senadores y eso es muy peligroso, pues es un claro ejemplo que no se legisla para la protección de las mexicanas, sino para el sistema de clases y el modelo de producción-consumo.

Para entender el grave error que están cometiendo, solo basta darse una vuelta por el Valle del Mezquital, una de las regiones de sacrificio más grandes a nivel mundial, de las más devastadas por el modelo, con daños a la salud, a los ecosistemas que son irreparables, irremediables por más que SEMARNAT con una contradicción directa con esta iniciativa promueve un plan de restauración. Eso sí, este plan no toca a las cementeras -que son seis- las cuales son quienes más afectaciones causan a las comunidades y la naturaleza de la región.

Esta iniciativa es peligrosa por muchos motivos, no solo son los daños a la salud que van a ocasionar a la salud de las comunidades cercanas a las plantas por los cientos de toneladas diarias que van a terminar en sus hornos, sino que además no ayuda a cerrar el circulo de los residuos, lo cual debe ser una de las principales acciones dentro de un plan de economía circular -no como la porquería que promueve el senado de la cual escribiré en una días- pues la incineración compite directamente con el reúso, la recuperación de materiales con valor comercializable para le reciclaje, desmotiva el rediseño de materiales, la remanufactura, pone a la incineración en el primer lugar de la pirámide, siendo un sinsentido por donde se vea. Afecta a los pepenadores y su forma de trabajo para la cual deben de buscar políticas que les den seguridad en todo sentido y no una competencia desleal, afecta a la industria del reciclaje, a los posibles proyectos comunitarios de recuperación y reparación de materiales, no incentiva a los municipios a buscar verdaderos planes de Basura Cero y no lo que les dice la industria que es. Quemar basura no es reducirla a cero, es volverla más tóxica y peligrosa.

Si nuestros legisladores no entienden de un tema, deben de buscar información científica válida por pares, hacer investigación de todos los impactos que estas iniciativas pueden causar en las comunidades, no solo quedarse con lo que dice la industria. La información esta disponible y es accesible. La Alianza Global para Alternativas a la Incineración tiene muchos documentos serios que dicen como buscar alternativas comunitarias, ciudadanas para el manejo de los residuos. ¿Cuáles? De esto hablaremos la próxima semana.

Noviembre veinte20

Año de la pandemia

Jorge Tadeo Vargas. Vive con sus dos amores en una relación poliamorosa, en una casa donde las perras y gatas superan en número a las humanas que viven bajo su dictadura. Es biólogo, anarquista, activista, ensayista, escritor y panadero casero. Ha escrito a la fecha cinco libros (novela, cuentos y ensayos) y colaborado en algunos colectivos. Desde hace ocho años escribe una columna regular en Libera Radio.

Es el coordinador no oficial de LIDECS, colectivo que busca mediante la investigación aportar a la búsqueda de la justicia socioambiental. No puede vivir sin música, la cual suena todo el día en casa.