Por Alejandro Valenzuela/Vícam Switch
Yo también fui un niño explotado. No me refiero a la pizca de algodón, a la que acudíamos decenas de niños de mi barrio cuando estábamos en la primaria. Eso también era explotación, porque se trataba de trabajo a destajo, pero lo hacíamos como diversión y para pagar los juegos mecánicos y las atracciones de la Feria de la Independencia en Bácum.
La explotación a la que me refiero fue una de verdad. Por entonces yo tenía unos 14 años y estaba en la secundaria federal de Vícam. Cuando llegaban las vacaciones de verano me iba a Obregón, a la casa de mi tía Maclovia, que estaba casada con un líder obrero de los de antes llamado Onofre Robles.
Onofre me conseguía trabajo en la empresa Volkart, una despepitadora de algodón que, ahora lo entiendo, contrataba adolescentes para que hicieran un trabajo que era peligroso para los adultos: remover el algodón para que no se incendiara espontáneamente por el inclemente calor del verano sonorense. Nos repartían en grupos de tres, nos daban una horquilla tridentada y nos asignaban una de las bodegas repletas de la preciada fibra.
Allí nos pasábamos ocho horas diarias sin camisa, descalzos, chorreando sudor, bajo temperaturas que sobrepasaban los 50 grados, para ganarnos el salario mínimo.
De vez en cuando llegaba una familia de personajes con aspectos de ricos europeos y, para diversión de sus niños, se paseaban por allí viéndonos trabajar. Eran los dueños de la empresa, que llegaban de Suiza a supervisar sus negocios. En esos tiempos, ninguno de nosotros sabía si Suiza estaba más allá o más acá de Bataconcica…
Viendo estadísticas sobre el trabajo infantil, creo que yo fui afortunado comparado con el infierno de esclavitud en el que viven, según la Unicef, 160 millones de niños en el mundo.
En México, si contamos no sólo a los que trabajan (que son 3 millones 700 mil), sino a todos los que están en la pobreza extrema, hay siete millones de niños que llevan una vida miserable.
¿Qué se está haciendo por la niñez en México? Hasta ahora, sólo discursos, y no muchos. A contraluz de esa realidad, no se alcanza a ver la diferencia entre los políticos del gobierno y los de la oposición: son los mismos y todos viven fastuosamente del erario.
Creo, sin embargo, que este gobierno, por el origen de izquierda de la titular del poder ejecutivo, y a pesar de que la mayoría de su partido ha sido colonizado por arribistas del priismo y del panismo, podría combatir en verdad la pobreza si impulsaran un proyecto integral por la infancia que le dé a la niñez mexicana escuelas de tiempo completo (del maternal a la preparatoria) donde reciban educación de calidad, multidisciplinaria, laica, científica y humanista; buena alimentación tres veces al día allí mismo en la escuela; atención pediátrica permanente y una vida feliz, con un futuro de verdad, que sea la base para una ciudadanía libre y productiva del futuro.
Se dice, de dientes para afuera desde luego, que los niños son el futuro. Sí cierto, pero hay que construirlo porque así como vamos será un futuro distópico.
PUNTO CRÍTICO: CRÍTICA PROPOSITIVA 2: LAS NIÑAS
Por Alejandro Valenzuela
Perdida entre las páginas de los periódicos encontré una noticia estremecedora: “Cada año, 9 niñas (de entre 10 y 14 años) dan a luz en México”. Eso se debe -dice la nota- al abuso sexual y concluye, con pasmosa frialdad, que “los especialistas ven lejos que sea algo que se logre erradicar”…
O sea que a la tragedia de la pobreza extrema y desnutrición de siete millones de niños, hay que sumarle el abuso sexual contra miles de niñas…
Ante esa realidad horrible y estremecedora, uno se pregunta: ¿Dónde está las políticas públicas para proteger a la infancia?
El contraste es dramático: en un área tan fallida como la seguridad pública (Ejército, Marina, Guardia Nacional y Secretaría de Seguridad Federal) el país gasta 650 millones de pesos diarios durante.
La realidad es esta: pueden transformar todo lo que quieran, pero si no se atiende a la infancia, simplemente no habrá futuro posible…
Publicado en: https://www.facebook.com/alejandro.valenzuela.7921