#CronicasdeWormwood
“No olvidaran que maté a un hombre porque están asustados, lo harán
Porque les da vergüenza y no son mejores que yo, ni uno solo de esos malditos”
Entrenador Euless Boss, Southern Bastards
Existen dos características que definen de forma muy clara lo que significa ser “americano” para un nativo estadunidense. Estas dos características van más allá de lo que los medios de comunicación nos venden como la cultura norteamericana, aunque tampoco se aleja tanto. Las dos parten desde la América Profunda, desde ese territorio que puso a Trump como presidente y que mantienen en el poder a los republicanos más racistas, fascistas.
La primera de ellas es el ejército, el “support the troops”, el “I want you”, todo ese patriotismo que nace desde el más puro nacionalismo que raya directamente en el fascismo, donde la América Profunda aporta mucho. No es raro ver en las casas de estas ciudades la bandera de Estados Unidos hondeando a todo lo que da, muchas veces compartiendo espacio con la bandera confederada. ¿Recuerdan los Dukes de Hazard y el General Lee? ¿Recuerdan en qué Estado vivían?
La segunda es mucha más profunda, mas enraizada en la cultura de estas regiones. Es su obsesión con el Futbol Americano. Obsesión que va mucho más allá de la NFL, el Superbowl y todo el espectáculo mediático. Es parte de su forma de vida. Aquí también tienen mucho que decir y desde ahí es que Jason Aaron y Jason Latour muestran esa realidad sin tapujos, sin suavizarla, sin convertirla en una estúpida comedia de Adam Sandler. En su novela gráfica “Southern Bastards” dejan ver la violencia, el racismo, la discriminación, los cotos de poder, el machismo, todos esos vicios que sostienen este sistema de clases y que se va reproduciendo desde las clases más bajas hasta el capital que mantiene el modelo de producción-consumo. Este es el escenario perfecto para que Aaron visibilice este orgullo gringo que los medios intentan ocultar, suavizar pero que no siempre lo logran. El imperio necesita disfrazarse de tolerante, inclusivo, democrático y el Sur Profundo, esa América olvidada esta para recordárselo.
Con un estupendo dibujo de Jason Latour, que tiene en su curriculum haber dibujado a Wolverine, Winter Soldier entre muchos otros y que en esta novela deja claro que es su trabajo más personal, más íntimo, muestra a base de rojos y azules oscuros un excelente escenario para lo que Aaron intenta impregnar en su historia llena de violencia y prejuicios donde de forma simbólica enfrenta a los dos mayores orgullos “americanos”: el ejército y el futbol. Con esto ejemplifica todo lo que significa vivir en el Sur. Esa región que contribuye con la mayor carne de cañón para las guerras de los ricos por mantener el poder. Tanto las armadas con las que controlan la política exterior, como las que se dan en un campo de futbol para el control de la política interior.
La historia es sencilla, -sin spoilers para que luego vayan a comprarla o robarla a su Panini más cercano- trata de un ex-marine, veterano de guerra que regresa a su casa paterna en la América Profunda para visitar la tumba de su padre, solo para darse cuenta que el viejo entrenador del equipo de futbol mantiene su poder en el pueblo. Ellos dos ya tienen una historia que deciden por muchos motivos continuar, enfrentándolos a muerte. Un ex-alumno, que abandonó todo para irse de su pueblo y un entrenador que es casi un semi-dios al que todos en el pueblo idolatran, temen. Con todos los recuerdos explotando en la cabeza del marine inicia una lucha muerte contra el entrenador y el pueblo que lo defiende incluso con su vida. Una lucha con un par de vueltas de tuercas donde parecía que todo se mantendría igual, pero esto cambia por circunstancias ajenas a los dos rivales. La leyenda del entrenador comienza a caer por su propio pie.
El mayor merito de “Southern Bastards” radica en la capacidad de Aaron de reflejar esta parte que los gringos suavizan en la mayoría de su arte. Aquí no se disfraza, ni se suaviza nada. No hay personajes entrañables con los cuales sentirse hipócritamente identificados, aquí solo hay violencia sistémica, racismo hipócrita que los “White Trash” aplican con los afroamericanos: son tolerables siempre y cuando sean buenos para el futbol o el basquetbol. Aquí el sexismo, la violencia machista están a la orden del día, el sentido de justicia, la nobleza no existe o si las hay estas son reprimidas de la peor forma. Además, que con el dibujo de Latour donde muestra toda su capacidad y talento, con unos trazos merecedores de un Eisner. Crea el prefecto escenario de una región llena de oscuridad, de violencia.
El domingo pasado (dos de febrero) se celebro el Superbowl, el cual ya ha dejado de ser un evento para los gringos y se ha convertido en un fenómeno global, donde las críticas son la máxima expresión de todo lo que lo rodea. Donde los millones que se gastan en el evento ya no importan, ya no reflejan lo que importa para la América Profunda, son los el espejismo de un país que oculta su violencia con trivialidades como el medio tiempo, que a su vez deja ver lo que el sur sabe desde hace tiempo. El futbol es un entretenimiento donde dejan salir de las jaulas a sus esclavos para divertir a los blancos mientras estos se regodean de su violencia, su machismo, su sexismo, su fascismo.
Febrero 2020.
Por: Jorge Tadeo Vargas*
Tw: @primaindie
*Activista, anarquista, biólogo, panadero casero y coordinador de lidecs