Vicam Switch

Por Alejandro Valenzuela

Esta anécdota fue contada en Facebook por Benjamín Félix Vázquez. La reproducimos por el interés que pueda tener para los lectores del Vícam Switch…

Dice el Benja: “Cuando estudiábamos en la Ciudad de México (a finales de los años setenta), íbamos a la UNAM, donde habíamos aprobado el examen de admisión. En el grupo habían quedado el Güilo Gámez, en a Facultad de Economía, y Simón Martínez López, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Ambos habían sido entrenados en la panadería de doña Benita, la mamá del Chatot, y el Güilo decía que Simón era su escudero y guardaespaldas.

El Simón, hay que decirlo, cautivó en poco tiempo a los chilangos de la Universidad Nacional con sus profundas reflexiones filosóficas, mismas que abrevaba de sus lecturas del libro de texto gratuito de Tercer Grado de la materia de español. Sin embargo las cátedras que daba el Simón en los pasillos de UNAM, concluyeron abruptamente cuando de la noche a mañana desapareció de la guarida donde vivíamos muchos viqueños. Para nuestra desgracia, se llevó el dinero que teníamos para la botana de toda la pandilla.

En ese tiempo vivíamos en una casa que rentábamos en San Jerónimo (éramos vecinos de Luis Echeverría). Residían allí el Güilo, Simón, Chuculi, Miguel Ortiz, Gerardo Valenzuela, el Teco y yo, además de una población flotante de europeos que andaban dando el rol por estas tierras.

Sucedió que a Alejandro Valenzuela, mejor conocido en el bajo mundo como el Teco, se le ocurrió la manera de cobrar venganza porque en esos días llegó un giro telegráfico dirigido a Simón de parte de la Benita y el Benito. El Güilo se resistía a esa acción porque él, como el Simón, había recibido la solidaridad de Benita y Benito, a quienes consideraban sus mecenas.

En aquellos tiempos no había otra manera de mandar dinero que los giros telegráficos y resultó que el giro era, por casualidad, equivalente a cantidad sustraída por el ya ausente. Hecha la propuesta, se tuvo una acalorada discusión y, desde luego, como el hambre apretaba, ganó la idea de darle un destino justiciero al mencionado giro.

Como el Teco se movía en los bajos fondos, se lanzó con el preciado documento en mano, a buscar a uno de sus múltiples contactos para tratar de cobrarlo. Entró en tratos con un oscuro farmacéutico con el que se podían hacer ese tipo de tratos y, una modesta comisión de por medio, cobró el giro, cobrando, al mismo tiempo la debida venganza contra el acto del mentado Simón”.