Por: Oscar Yescas Domínguez
No creo exagerar cuando afirmo que toda persona sin excepción alguna mantiene dentro de su memoria personal recuerdos gratos de algún maestro que tuvo una influencia positiva en su vida.
Quizá haya algunos recuerdos ingratos de otros docentes, pero los malos recuerdos se borran con el paso del tiempo gracias a nuestros mecanismos de defensa como lo es el olvido. En cambio los recuerdos de aquellos maestros que nos ayudaron a aceptarnos a nosotros mismos, a definir nuestras expectativas hacia la vida, que nos inculcaron valores positivos que hemos mantenido a lo largo de nuestra vida, esos recuerdos no desaparecen fácilmente.
Esto sucede porque debemos tener en cuenta que la escuela es una institución que participa en el proceso de socialización que tiene lugar en nuestro desarrollo psicosocial.
Es decir, la escuela, junto con la familia, los grupos de amigos, la iglesia, los medios masivos de difusión, etc., son instancias socializantes a través de las cuales desarrollamos nuestra personalidad psicosocial, que consiste en esa singularidad que nos hace únicos e irrepetibles, diferentes a los demás.
Esta personalidad psicosocial es una determinada y específica forma de actuar, sentir y pensar que nos hace diferentes a los demás y es el resultado de la interacción e interinfluencia que hemos mantenido con las diferentes figuras significativas en los distintos grupos sociales a los cuales pertenecemos o hemos pertenecido.
Sin lugar a dudas una de estas figuras significativas es la del maestro y lo afirmo de esa manera tan tajante porque la escuela es una institución en la que pertenecemos varios años de nuestra vida, durante varias horas al día.
Sin sumar la estancia preescolar, podemos incluir seis años de primaria, tres años de secundaria, tres años de preparatoria y los afortunados que pudieron realizar estudios universitarios añadiríamos otros cuatro años.
Saque usted sus propias cuentas estimado lector, y determine cuantos años ha estado bajo la influencia de la institución escolar, con la figura significativa de los maestros.
El maestro es una figura importante en nuestras vidas, tan importante como la figura de un superhéroe, ya que los maestros tenemos un gran poder que las demás personas no tienen: el poder de cambiar a las personas, el poder de orientar, de guiar, de conducir, el poder de educar pues.
¿En qué consiste este poder? Los maestros ayudamos a que las personas sean mejores contribuyendo a cambiar sus actitudes, sus valores y su comportamiento. Es decir, generamos aprendizaje tanto a nivel individual, como a nivel grupal. Porque en eso consiste el aprendizaje: en el cambio relativamente permanente en el comportamiento de las personas después de que atraviesan un proceso de aprendizaje.
Esta noble profesión que trae consigo enormes satisfacciones como el hecho de encontrarse con exalumnos que se acercan a saludar a su maestro y recibir muestras de aprecio y agradecimiento por el aprendizaje obtenido, no es valorada como merece.
La figura del profesor se ha degradado a la figura de un asalariado más, percibiendo un bajo salario, realizando su trabajo en condiciones difíciles. Mientras que por otro lado vemos a un futbolista ignorante ganar millones de pesos, un exfutbolista también ignorante con problemas de control de ira dirigiendo una importante capital del país como Presidente municipal y para no seguir con más ejemplos, usemos el ejemplo mayor, tenemos a un iletrado, ignorante y autoritario viajar por el mundo en el avión presidencial más caro en el mundo.
Cualquiera pensaría que el trabajo del profesor empieza cuando entra al salón de clase por primera vez, pero esto no es así. El profesor ha trabajado varias horas semanas antes para diseñar el programa de la materia, definir contenidos, método de evaluación y referencias bibliográficas.
Por cada referencia bibliográfica incluida en el programa de la materia, el profesor lee al menos cinco referencias para seleccionar el material que incluirá en el programa (al menos yo lo hago así).
Igualmente, el profesor debe leer las tareas, los ensayos, evaluar los exámenes de cada estudiante. Por lo regular los grupos son de 40 alumnos, imagine usted estimado lector tener un trabajo que implica sumergirse en la lectura de tales documentos y además hacer anotaciones con observaciones en los trabajos escritos, al mismo tiempo que encerrar en círculo las faltas de ortografía.
Por esto mismo y por mi identidad como maestro con toda una vida dedicada a la docencia universitaria (31 años), al ver la represión que el gobierno mexicano ha desatado en contra de los maestros, tratándolos como criminales, deteniéndolos con lujo de violencia a las puertas de las escuelas, delante de sus horrorizados alumnos que ven como a su querido profesor los policías lo arrastran y lo empujan dentro los vehículos policiacos, no puedo más que sentir rabia e indignación.
Estos sentimientos me llevan a usar el arma más eficaz que tenemos los profesores para combatir la violencia institucional del gobierno mexicano: la palabra escrita, con el uso de la palabra quisiera que esta indignación y rabia que siento se convierta en una rabia e indignación colectiva para incentivar el surgimiento de la participación social en acciones de solidaridad hacia la lucha que hoy enfrentan los maestros mexicanos en contra ya no de una reforma educativa, sino en contra de la policía, en contra del ejército que son usados en su contra.