#Juchitán (#Istmopress) – Su sonrisa lo dice todo, Angela Magariño López Nelio, campesina zapoteca, está contenta de ver los frutos de su cosecha, el maíz zapalote chico que es endémico de la zona del Istmo de Tehuantepec y que cultiva desde hace 22 años, por herencia familiar.
Para la agricultora de 63 años de edad, cultivar maíz es una tradición de su abuelo y su padre, y que decidió continuar su legado como forma de preservar uno de los alimentos más importantes de su cultura zapoteca.
“Sembrar es vida” dice, mientras recorre los surcos, toca los elotes y habla de la tradición del cultivo de maíz, en especial del zapalote chico, que es una especie endémica de la zona del Istmo de Tehuantepec y que en su familia ha sido cultivada de generación en generación.
“El terreno es de temporal, a veces nos va bien y otras no hay cosechas, pero lo hacemos para preservar una tradición que mi padre nos inculcó y que seguramente mis sobrinos y mis familiares lo seguirán haciendo, esto es vida y estoy orgullosa de cultivar en mi tierra mi propio alimento”, expresó.
Trabaja en compañía con Martín Guerra López. Él presta las yuntas de bueyes y da la mano de obra, y ella las semillas y el terreno, así lo han hecho desde hace diez años.
En Juchitán de donde es originaria, no es común que la mujer siembre y vaya al campo, esa actividad la desempeñan más los hombres y las mujeres transforman la producción y la comercializan, por ejemplo, en tamales, totopo, atoles y diversos platillos de la gastronomía zapoteca.
“Mi mamá nos enseñó a preparar tortillas y comida con el maíz, pero con la muerte de mi papá me heredó su tierra y quise cosechar, es una tarea muy laboriosa y además hay que dedicarle tiempo y dinero, pero lo hacemos por tradición, a veces da la cosecha y otras veces se pierde, es un albur, así lo llamaba mi padre”, expresó.
El Registro Agrario Nacional (RAN) señala que Oaxaca, el 28 por ciento de las mujeres poseen la tierra y la mayoría se ubica en la zona de los Valles Centrales y la zona de la Cuenca.
Desigualdad y discriminación enfrentan las campesinas
Clara Crispín Crispín, hoy tiene 73 años de edad, pero desde que era una niña ya convivía entre los surcos de la parcela de sus padres, a los 7 años cultivó su primera cosecha y actualmente es una maestra campesina, aunque ha enfrentado la desigualdad y discriminación por ser mujer.
“Qué vas a saber del campo, si eres mujer”, es una de las frases que reiteradamente le dicen a Clara, quien, a su edad no deja de cultivar, porque para ella es su todo.
Siembra maíz, calabaza, chícharos, sandía, cacahuate y camote, sabe cómo surcar la tierra, colocar las semillas y realizar los cortes.
También sabe del arrimado de tierras, del tiempo y de la humedad, es una maestra de la agricultura que ha heredado los saberes a su hijo y también desea que sus nietos aprendan.
Clara recordó que cuando heredó sus tierras, los campesinos hombres quisieron intimidarla, quitársela y se burlaban de ella porque era mujer y campesina, sin embargo, con el paso del tiempo demostró que las mujeres son capaces como cualquier persona en esta tierra.
“A mí me gusta cultivar sandía, es de mis favoritos, pero también el maíz, ver esos granos blancos tan puros que nos dan vida, me gusta mucho”.
Tona Taati, 25 años de defender la soberanía alimentaria
La Organización Campesina Tona Taati’ de Juchitán, Oaxaca, es referente en la defensa del maíz nativo “zapalote chico” y de la soberanía alimentaria, agrupa a 450 campesinos de Juchitán de Zaragoza, Colonia Álvaro Obregón y Santa María Xadani, que producen principalmente maíz nativo de la variedad zapalote chico.
Tomás Chiñas Santiago, gestor social y fundador de la organización, explica que el 25% del padrón se constituye de mujeres campesinas que son jefas de familia, algunas son madres solteras, otras viudas, que, al fallecimiento de su pareja, asumen la responsabilidad directa de la producción de la tierra, asimismo, participan de manera muy sustancial en la producción de totopos, entre ellas se encuentran Ángela y Clara.
Chiñas Santiago declaró que, históricamente, ha sido muy destacada la labor de la mujer campesina del istmo oaxaqueño en el sector agroalimentario, participa muy activamente en todo el ciclo económico del maíz nativo, produciendo el grano o dándole valor agregado, al transformarlo en diversos alimentos derivados del maíz.
“La mujer campesina, transforma el elote que produce el marido en tamales, conocido como pite; y el maíz seco, lo transforma en tamales de maíz con frijol, envueltos en hoja de maíz o totomoxtle y cocidos en horno artesanal y también lo convierte en atole blanco, tamales de camarón y pescado, tamales de mole negro o rojo, tortillas de horno y principalmente en el singular totopo istmeño que se produce en una diversidad de sabores y tamaño”, agregó.
Recalcó que, sin la participación de la mujer en la agricultura del istmo oaxaqueño, no se podría producir los alimentos que conforman la rica gastronomía y se pondría en mayor riesgo la soberanía alimentaria en la región.
“Frente a ello, creemos que es necesario impulsar la mayor participación de la mujer campesina en todo el ciclo económico del maíz, desde la producción de semillas mejorada, producción de maíz grano, su transformación en otros subproductos, particularmente en la elaboración de totopos del istmo. Por otro lado, la estructura social del campo está envejecido y se debe promover el interés de los jóvenes en el campo para el relevo generacional”, recalcó.
Reconoció que en la organización Tona Taati’, impulsan un proyecto estratégico para mejorar y fortalecer el cultivo del maíz nativo zapalote chico como patrimonio biocultural, mediante el uso de tecnologías agroecológicas, para el cuidado del medio ambiente y protección de la cultura de consumo de la población del istmo oaxaqueño, mejorando el ingreso de las familias campesinas involucradas, a fin de que se consolide el arraigo y la cohesión comunitaria.
Recalcó que la producción el maíz zapalote chico, se hace bajo condiciones de temporal, con riego rodado y en terrenos de humedad residual o chahuiteros, y durante el proceso productivo, se aplican dos tipos de tecnología, el convencional y las prácticas agroecológicas, con la tendencia de ir desplazando paulatinamente el uso de agroquímicos.
Tomás Chiñas destacó que existe una fuerte demanda de elote y su exquisito atole, y dada la necesidad económica inmediata de los campesinos, actualmente, gran parte de la producción de maíz se vende como elote, reduciendo costos de producción que beneficia a los pequeños productores. Esta situación, ha ocasionado una gran escasez de semillas y de grano de maíz para la elaboración de alimentos derivados del maíz.
Dijo que, desde hace siete años, impulsan un proyecto comunitario de producción de semilla mejorada de maíz zapalote chico, para hacerlo más resistente ante el ataque de plagas y enfermedades, destinadas a agricultores locales y coadyuvará en la disponibilidad de semillas para los siguientes ciclos agrícolas y aumentar la producción de granos.
“Tona Taati’ respeta la diversidad de esta raza nativa, 18 variantes en total, que se dan por los microclimas de la región; en este sentido, mejoramos el material del propio productor de cada localidad, ya que es la variante que se ha adaptado a las condiciones climáticas del lugar; de esta manera, protegemos la biodiversidad de esta raza nativa. Pretender homogeneizar, se estaría atentando contra el propio ecosistema”, señaló.
Por último, reafirmó que todas estas acciones son con un solo fin, “garantizar la soberanía alimentaria en la región del istmo oaxaqueño”, debido a la presencia de maíz transgénico en Oaxaca y de otros cultivos, a fin de evitar el exterminio y degeneración.
Diana Manzo / Agencia de Noticias IstmoPress – http://istmopress.com.mx
Fotografía / Diana Manzo