Luis Enrique Ortiz

La salvación de Estados Unidos de América no está en seguir viviendo del suministro externo “haiga sido como haiga sido”, casi siempre colonizando por la fuerza de las armas, sino en mirar hacia adentro en especial a su sombra, donde se encuentra su lado oscuro, sus debilidades pero también sus fortalezas.

Claro que viajar a la sombra duele, en especial si eres el imperio que consume el 25 de los recursos mundiales y disputa con China encabezar la lista de los países que más contribuyen al efecto invernadero que provoca el cambio climático.

El 59.8% de su población de 12 años o más, unos 169 millones de personas han consumido desde tabaco y alcohol, hasta drogas ilegales, eso es casi la mitad de sus 340 millones de habitantes.

En Estados Unidos están las luces y el esplendor de Nueva York, Las Vegas y Los Ángeles, pero también el 40% de los adultos de todo el país y el 19% de sus niños, son obesos, la mayoría porque comen más de lo que un cuerpo sano necesita, con todo y que tienen siete de las diez mejores universidades del mundo.

La cuna del negocio del cine, los teatros, estadios deportivos monumentales y enormes rascacielos por decenas, ven elevarse cada año la tasa de personas sin hogar que en 2024 creció en 18%, para registrar poco más de 770,000 “homeless”.

La medicina privada ha generado avances tecnológicos impresionantes, pero más de 100 mil estadounidenses han muerto por sobre dosis de fentanilo, sin que el consumo de metanfetaminas y sus perniciosas consecuencias de salud se hayan reducido.

Exportan el 40% de las armas que se comercian en el mundo y el 75% de las que usan carteles de la delincuencia organizada en México, a los que considera terroristas, que más bien son algunos de sus principales clientes ¡Qué manera de llamarles!

Ver hacia adentro puede doler, porque las organizaciones criminales no sólo lo son gracias a esas armas, sino principalmente porque el negocio existe gracias a la enorme demanda de todo tipo de drogas no sólo las ilegales.

Tal vez, sólo tal vez sin esas dos condiciones El Chapo Guzmán sería productor de chilorio en Mocorito y Miguel Ángel Félix Gallardo, habría sido procurador de justicia de Sinaloa, mínimo alcalde de Culiacán.

Quizá, no hubieran que haber desmantelado el departamento de “policía” de Hanceville, Alabama, que está acusado de crimen organizado, narcotráfico y lo que resulte.

Tal vez, habría menos muertes por arma de fuego por cierto, en las calles de ciudades como Phoenix, que no es de las más violentas de Estados Unidos, pues nivel nacional destacan St. Louis, Missouri; Birminham, Alabama y Nueva Orleans, Louisiana.

Mirar hacia adentro será doloroso, en especial para el policía del mundo que suele ver la paja en el ojo ajeno. El problema es que se niegan a reconocer que son la ocasión de lo mismo que juzgan.

Pero cuando el inconsciente colectivo gringo reconozca sus sombras, podrá conocer sus fortalezas, tal vez a eso la élite oligárquica que dirige al Imperio es a lo que le tiene miedo, porque puede hacer colapsar al sistema y desde adentro, sin chapizas o mayizas, sin que ningún ejército extranjero profane sus suelos.

Solos, con su forma compulsiva de consumir, sus armas y sus propios vicios. Sus delincuentes, cada vez más al estilo de los años 30.

See you.

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