Luis Enrique Ortiz

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La reforestación con plantas nativas y en época de presuntas lluvias, como estrategia para combatir el cambio climático, es loable donde quiera que se presente y de quien sea que venga la acción directa regenerativa.

Gracias a la labor educativa de muchos colectivos ambientalistas, ya existe una mayor conciencia de por qué es mejor plantar un mezquite en lugar de un olivo negro, una benjamina, una ceiba o yucateco.

Todo árbol que recién se planta debe ser cuidado y regado en especial durante los diez meses que no llueve en Hermosillo, por ejemplo. La enorme diferencia que un mezquite lo deja de regar en dos años, pero lo más chingón es que los bosques de mezquite atraen las lluvias y captan en el subsuelo una gran cantidad de la precipitación, recargando mantos freáticos o creando nuevos.

Además del mezquite, es mejor plantar palo fierro, palo verde, güizache, guacaporo y otros, porque ello nos permite regenerar ecosistemas con vida propia y auto sostenibles, hogar de aves canoras como cenzontle, jilgueros e incluso canarios, pero además codornices, palomas, pájaro carpintero, corre caminos, cardenales. Entre todos ayudan con el control de plagas ya que son comedores de insectos.

Las podas de los árboles del desierto, a diferencia de la madera de los árboles invasores, son excelente leña, un solo mezquite te puede dar hasta 50 kilos de combustible sustentable anualmente, lo que te ahorra en carbón de cocina y tal vez evita que en otro lugar talen para siempre una importante especie.

El guamúchil, cuyos deliciosos frutos tienen más propiedades que algunos políticos de antes y después, se adapta muy bien a las condiciones del semi desierto.

Los árboles de algodón, tan famosos en las comunidades indígenas del Sur de Sonora, no son recomendables en una ciudad como Hermosillo ya que demandan mucha atención y agua. Si pese a todo se les considera como opción, se recomienda regalos con fluido tratado, incluso con la condensación de los aparatos de aire acondicionado, pero sin residuos químicos.

Si no quiere espinas porque desea reforestar una escuela o lugar de juegos con pelotas y cosas así, la acacia o capiro y el árbol del fuego son perfectos y puede aprovechar para cultivar en un área protegida, naranjas, higos, granadas, moras, limas y limones, los niños no sólo entenderán la relación de la naturaleza con la vida, sino que tendrán azúcares se fácil digestión en su dieta y muchos nutrientes para su explosivo cerebrito.

Sin embargo, mucho ojo, aguas con el agua de los parques de la capital, la mayoría son regados con fluido de la red que le lleva a Usted “potabilizado” el vital líquido. Ni el 1% de la cobertura vegetal urbana se riega con algún producto del tratamiento de desechos residuales humanos.

La sociedad hermosillense ha tomado consciencia de la importancia de plantar nativo y cuidar la planta hasta que sea independiente. Eso es un gran avance y deja atrás los aciagos días en que políticos hacían campaña encalando troncos de árboles. Y todavía se reían para la foto brocha en ristre.

Ya no, ahora plantan nativo, pero ahora hay que pensar no sólo en el agua de los parques y la del riego de los propios árboles, sino en su tamaño.

Es como todo, si Usted -aunque sea para la foto del “feis”- planta nativo, debe fijarse también que sea un organismo de al menos un metro y medio de alto, asegurar que no el falta agua al menos tres veces por semana en verano, ponerle un tutor y acudir a limpiar el área cada tanto tiempo. Como puede ver, en materia de reforestación el tamaño sí importa.

Si no lo va a cuidar o a garantizar que alguien lo cuide, mejor no lo plante, no sea gacho lo va a matar y no habrá pajaritos ni polinizadores producto de ese esfuerzo.

Publicado en: https://www.facebook.com/luisenrique.ortiz1