A las 2:30 horas de este primero de enero expiró Gilbert Kaplan, un fenómeno cultural que conmovió al planeta con una obsesión: convertirse en el experto en la Segunda Sinfonía de Gustav Mahler, cosa que logró luego de abandonar su vida de millonario, lobo de Wall Street. Dejó por lo menos tres grabaciones discográficas con esa obra, y la primera de ellas devino el disco con música de Mahler más vendido en el mundo.
Gilbert Edmund Kaplan nació en Nueva York el 3 de marzo de 1941 y dejó el cuerpo físico hace apenas unas horas, en un desenlace vertiginoso del cáncer que se le detectó apenas en octubre.
Tenía 74 años de edad y muchos amigos entrañables, entre ellos el también desaparecido Georg Solti y uno de los críticos musicales más respetados: Norman Lebrecht, quien sembró la primicia con testimonios conmovedores: “estuve con él hace dos semanas y compartimos momentos inolvidables de nuestras vidas; era un buen hombre, cálido y generoso”.
También tenía enemigos. Integrantes de la Filarmónica de Nueva York se quejaron, luego de ser dirigidos por Kaplan, de “la farsa” que fue para ellos la experiencia de tener al mando a una persona que estudió para director de orquesta a los 40 años de edad solamente porque estaba obsesionado con la Segunda de Mahler y no descansó hasta dirigirla.
Sus malquierentes también se solazaban en extender un dato de la realidad: los primeros cuatro conciertos que ofreció Gilbert Kaplan se debieron a que desembolsó una pequeña fortuna para alquilar una de las mejores salas de concierto del mundo, la Avery Fisher Hall, del Lincoln Center. En realidad, revelan Norman Lebrecht y otros periodistas serios, después de esos primeros cuatro conciertos no volvió a pagar por tocar.
(Esa costumbre no la inventó Kaplan, sobran ejemplos de supuestas figuras de la dirección de orquesta –una de ellas doméstica, muy conocida en México y promovida en redes sociales– que no son otra cosa que fabricaciones bursátiles: pagan por tocar, acaudalados en su origen familiar).
Fue invitado por más de medio centenar de orquestas, entre ellas las mejores del planeta, siempre con la misma obra: la Segunda de Mahler, una partitura que por cierto nació también de una obsesión: su autor la concibió en la mente plena de tribulaciones tales que buscó a Sigmund Freud en pos de cura.
Debido a la agenda apretada del doctor Freud, éste lo bateó hacia su asistente, Theodor Reik, quien escribió un libro fascinante, The Haunting Melody, donde además de asestar el diagnóstico: neurosis obsesiva, narra cómo su paciente convirtió una haunting melody (esas tonadas que de pronto se instalan en nuestro cerebro como una obsesión y no hay manera de apartarlas) en una obra monumental.
La melodía hechizante (hauntig melody) provenía de un coro funerario, una musicalización del Auferstehung, un poema de Friedrich Gottlieb Klopstock (1724-1803) que Mahler escuchó en el funeral del eminente director de orquesta Hans von Büllow.
La obsesión de Gilbert Kaplan por la Segunda de Mahler nació precisamente en el momento en que escuchó por vez primera el Auferstehung de Mahler, dirigido por Lepold Stokowski en Nueva York, en 1965. Dos años más tarde hizo su primer millón de dólares (como en los cómics de Rico Mac Pato) y se convirtió en una celebridad de Wall Street, como director en jefe de la revista Institutional Investor, que vendió en 1972 en 75 millones de dólares y tomó clases de dirección de orquesta y no paró hasta convertirse en un referente para los melómanos mahlerianos.
Precisamente el consenso entre los mahlerianos (una comunidad creciente en el mundo, conocedora hasta el detalle de vida y obra del compositor austriaco) es que Gilbert Kaplan es un fenómeno asombroso: sus discos que grabó con la Segunda de Mahler dejan boquiabiertos a los más expertos, en especial la versión que realizó para pequeña orquesta con la Filarmónica de Viena y que está llena de detalles escalofriantes, transparencia pasmosa y una claridad en el discurso que pocos directores de orquesta han logrado.
El primer disco lo grabó en 1987 con la London Symphony Orchestra y la contralto mahleriana Maureen Forrester, especializada en esa sinfonía. La segunda versión la grabó nada menos que en el mejor sello discográfico: Deutsche Grammophon, con la Filarmónica de Viena, en 2002.
La obsesión de Gilbert Kaplan por Gustav Mahler lo llevó a dedicar su fortuna a este autor: estableció la Fundación Kaplan para becar a jóvenes músicos y difundir la música de Mahler. Compró (el precio no era problema alguno para él) el manuscrito de la Segunda de Mahler, lo editó en fácsimil, para el regocijo de músicos y melómanos mahlerianos y le encontró tal cantidad de errores de edición que obligó a los editores a publicar una versión corregida, en la que él participó como co-autor.
También compró el manuscrito de la hermosa y conmovedora composición de Mahler titulada Ich bin der Welt abhanden gekommen (He devenido ausente del mundo) y continuó conmoviendo al mundo, como cuando en 1996 dirigió el concierto más importante, inaugural, del máximo evento musical del orbe, el Festival de Salzburgo, dirigiendo por supuesto la Segunda de Mahler y recibiendo al final diez minutos de aplausos de pie.
Su amigo Norman Lebrecht lo despidió este 1 de enero así: “vivió la segunda parte de su vida gracias a Mahler”.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2016/01/01/muere-kaplan-el-millonario-que-dejo-su-fortuna-por-ser-experto-en-mahler-5191.html