Por Alejandro Valenzuela/Vícam Switch

Hubo una época en que la gente de bien (denominación hoy en desuso) organizaba clubes donde se discutía con pasión el destino de Vícam, de las comunidades yaquis, de México y del mundo. En ese orden. Pancho Salomón, acucioso cronista de aquellos tiempos, nos cuenta la siguiente historia sobre los clubes.

El primer club que hubo, a principio de los años sesenta, se llamaba Jacaranda y estaba formado por las distinguidas damas Alma Lorenia Cantú, Chayito Ruedaflores, Luly Arballo, Migdelina Encinas, así como los caballeros Daniel Camacho, Rito Castro, Nacho Cantú, entre otros muchos personajes.

Otro club de jóvenes era el de Los Chicos Malos, donde estaban Rodolfo Villareal, Manuel Cruz, Carlos Piña y el telegrafista de entonces, cuyo nombre no recordamos. Este club de malosos reforestó la periferia del llano que está frente a Recursos Hidráulicos. Todavía en la actualidad se puede ver un eucalipto que se conserva en pie a pesar de que el abandono parece afectarlo. Este mismo grupo construyó la primera cancha de basquetbol, que estuvo ubicada a un costado de la pilona de piedra cuya ruina está a un lado del consultorio del Issste.

El Club Samay, muy recordado hoy en día, funcionó en los primeros años setenta. Sus miembros eran Luchi, Martha, Irma y María Camacho, Carlota Higuera, Luisa Alarcón, Rosita y Alicia Martínez, Griselda y Elba Terminel, Socorrito Barra, los hermanos Jara (Edgardo, Leonel y Fernando), el Chato Sánchez, Gastón Galindo, René Liera, Carlos Salomón, Ernesto Aguiar, el Zurdo Manuel Barra, entre otros… Este grupo se dedicaba, básicamente a organizar rumbosos bailes que aún son recordados por quienes tienen suficiente edad.

El último club que hubo en Vícam fue el Sayla, pero el más importante por su duración y obras realizadas fue el del Seis. Del Sayla hay poco qué decir, salvo que se formó al calor de la Fernandomanía, ocasionada por los éxitos de Fernando Valenzuela con los Dodgers de Los Ángeles, y que se reunían en la antigua casa de los Salomón, que tuvieron que reparar. Los contertulios eran Pepe Ortega, el Chalón González, el Güero Flores, Pancho Evangelista, Roberto Isordia, Nacho Gómez, el Dr. Rigoberto López, el Dr. Enereo, Armando Sánchez, Roberto y el Rey Félix, Octavio Montiel, Rubén Hurtado, Herbey Murillo, Rodrigo Gómez, el profesor Rivera Manzanares, Jaime Cuevas, Carlos y Pancho Salomón, Gregorio Ramírez, Zapata, Francisco Ramírez, el Chatot, Ricardín Lizárraga, Beto León, Franky Buitimea y Luis Sepúlveda, entre muchos otros.

El Club de los Seis nació en la panadería de Teodoro Montiel a partir de las visitas dominicales de Beto Encinas, el Gusano Ceballos, Ramiro Márquez, el profesor Humberto Arcila y Bardomiano Galindo. Pronto la tertulia empezó a crecer y la panadería fue insuficiente. Entonces cruzaron la calle y se empezaron a reunir en la casa de Ramón Limón. Ya allí, se sumaron profesores recién llegados como los hermanos Rubén y Javier Alfaro, Javier Delgado y Nacho Gómez; también empezaron a recalar allí las hermanas Helena y Nachita Cupiz, Juanita López, Herlinda Espinoza, Lupita y Herlinda Estrella, Zita Bacasegua, Chayito Guerrero, Enrique Quiroz, Norberto Castro, Ricardo Monge, Jorge Acosta, Raúl Jara, Cesáreo Pándura. No pasó mucho tiempo en que se les ocurriera organizar un evento social y, en un rumboso baile presidido por el comisario Severiano Puertas, Raquelita López fue coronada como la Reyna del Club en 1970.

No se sabe de quién fue la idea, pero el nombre de Seis significaba servicio e interés social. La primera obra del club fue el cerco perimetral del panteón. El supervisor fue el ingeniero Gabriel Martínez y el ejecutor Roberto Yánez. Dice la leyenda popular que Roberto Yánez, al terminar el trabajo, volteó hacia las tumbas y dijo: “ahora sí, sálganse culeros”, inscribiendo una frase más a su largo repertorio. Ese día, el club en pleno se reunió a la sombra de un frondoso mezquite y festejaron echándose una abundante cantidad de heladas bebidas de malta y lúpulo.

Después de Severiano Puertas, asumió la comisaría don Isidro del Real, propietario de una de las tiendas más grandes del pueblo. Una de sus primeras acciones fue la realización del primer carnaval en Vícam. Le pidió a Ramón Limón que el Club de los Seis se encargara de la organización y ellos, entusiastas, abrazaron la encomienda. Eligieron al rey feo, quemaron el mal humor y en la tribuna se leyó un hilarante texto con críticas tan ácidas contra los principales del pueblo que muchos de ellos se molestaron. Uno de los más ofendidos fue don Isidro y, en un arranque de autoritarismo, le ordenó a Ramón (que era secretario de la comisaría) que “corriera de su casa a esa bola de borrachos”… Fue tal la indignación que el profesor Humberto Arcila, que nunca abandonó su típico acento meridiano, exclamó: “¡Coño!, hay que formar un periódico para denunciar esas arbitrariedades”. Cesáreo Pándura le tomó la palabra y allí mismo nació La Presencia de Vícam. Al principio se llamó La Presencia del Bacatete, luego La Presencia de las Comunidades Yaquis y, por fin, con el nombre con el que ahora todos la recordamos.

El famoso semanario se confeccionaba al calor de las pláticas allí sostenidas. Cesáreo tecleaba lo que oía y lo que discutían en una máquina de escribir Remington sobre un esténcil que se imprimía en mimeógrafo. La Presencia de Vícam dominó la escena del pueblo durante dos décadas. Heredero de El Bacatete Dominical, fundado por don Miguel Tamayo, La Presencia registraba todos los hechos importantes del pueblo. Por desgracia, hasta donde se sabe, nadie guardó una colección completa de ese famoso medio de comunicación.

CONTINUARÁ…

Publicado originalmente en: https://www.facebook.com/alejandro.valenzuela.7921

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