Los chilangos le llamaron “Batman” cuando Omar García Harfuch pretendía ser candidato de Morena a la jefatura de la Ciudad de México. Lo decían en serio, lo veían como el protector de la ciudad, y ahora los culichis se ríen de eso cuando saben que llegó con su aura de superhéroe. Pero los culichis se ríen de todo, de todos y hasta de sí mismos. En medio de la tragedia que nos embarga desde que iniciaron las confrontaciones entre mayos y chapos, reír produce un efecto liberador, como la catarsis. García Harfuch es ahora el secretario de Seguridad del nuevo gobierno y fue enviado por la presidenta Claudia Sheinbaum para revisar las estrategias de seguridad que se han estado instrumentando desde hace dos meses y que, evidentemente, han logrado muy poco. Y para golpear la producción y tráfico de fentanilo ante las amenazas de Donald Trump.
García Harfuch fue secretario de Seguridad en la CDMX con Claudia y sus resultados fueron muy buenos. Y por eso ocupa el cargo que ahora lo trae por acá. Asumió una secretaría sin dientes, pero reformas constitucionales han hecho que ahora tenga mando sobre la Guardia Nacional. Y una coordinación muy estrecha con el resto de las fuerzas armadas, la Marina y el Ejército, algo que hay que observar de cerca porque ante los mandos castrenses puede no ser suficiente que la presidenta le brinde todas sus confianzas: los militares son los militares.
Su llegada a Sinaloa, estuvo precedida por el decomiso de fentanilo más grande que haya habido desde que se sabe de esta droga: 1.1 toneladas del opioide. Los operativos de la Armada y Guardia Nacional fueron el martes, y la llegada del secretario ocurrió horas después. Cuando arribó a Culiacán la noticia del decomiso ya se conocía porque él mismo la había tuiteado a las diez de la noche. Así que llegó como el salvador de la ciudad, aunque Culiacán no es Ciudad Gótica ni el decomiso fue aquí, sino en Los Mochis —en Guasave solo aseguraron algunos kilos.
Sorprendió el golpe porque la zona norte ha estado al margen del conflicto narco. Allá los Chapitos y el Chapo Isidro tienen acuerdos, se dividieron el territorio de Ahome y todo indica que el de Guasave no ha tomado partido en la guerra porque esa zona se mantiene en calma. Si no fuera así, también allá, sobre todo Ahome, se hubiera convertido en un infierno.
La lectura de este mazazo a la producción y tráfico de fentanilo es de parvulito: tiene que ver con las presiones del próximo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien ha amenazado a México con aplicar aranceles del 25 por ciento a las importaciones si no se controla el tráfico de este opioide, que solo el año pasado mató a cien mil estadounidenses por sobredosis.
México padeció la presión de la pasada administración trumpista pero aquella vez el tema eran los migrantes. Y el gobierno lopezobradorista tuvo que poner muros —no puentes—de guardias nacionales en las dos fronteras cediendo a las peticiones del presidente gringo. Fue humillante. No nos alcanzaría nuestro nacionalismo para oponernos. Y por mucho que se hable de soberanía terminaremos haciendo lo que Trump nos pida. Se negociará, por supuesto, pero antes que eso México tiene que demostrar que está cooperando en el tema del fentanilo.
Si en materia de narcotráfico la presidenta Claudia Sheinbaum pensaba seguir en la línea de su jefe político, de abrazos no balazos, no podrá hacerlo porque le saldría muy caro al país frente al nuevo gobierno de los Estados Unidos, ya no se diga la cuota que los mexicanos tendríamos que pagar en términos de violencia, homicidios, desapariciones, descomposición social… como ya ocurrió durante los seis años de AMLO y durante los sexenios anteriores, porque ningún gobierno puede jactarse de haber combatido con éxito este flagelo.
Bola y cadena
No es poca cosa la misión de García Harfuch, sobre todo si se piensa que las estructuras criminales que enfrenta aquí son mucho más complejas que las que combatió en CDMX. No estamos hablando de la Unión Tepito, ni del llamado cártel de Tláhuac. El Cártel de Sinaloa y sus facciones ahora en pugna es inmensamente más poderoso. La organización de los Beltrán Leyva, que ahora lideran Óscar Manuel Gastélum Iribe, el Músico, y Fausto Isidro Meza Flores, el Chapo Isidro, se han dedicado a traficar y a fortalecerse en los últimos diez años sin que nadie los moleste, por el contrario, tejiendo también con la clase política, algo que aprendieron de sus antiguos jefes.
Sentido contrario
NO CREO QUE EL REPORTAJE del The New York Times donde afirma que el Cártel de Sinaloa está reclutando estudiantes de la facultad de Química de la UAS para producir drogas sintéticas, esté exagerando. Tal vez la parte débil de las reporteras que lo firman esté en sus fuentes, las cuales —de nuevo el NYT— no aparecen nunca, ni siquiera ese supuesto informe de la SEDENA que esgrimen cuando defienden su trabajo, pero no exhiben. Hace años un maestro de Química me dijo que ante los niveles de deserción escolar que detectaron, investigaron las causas y una de ellas fue que muchos estudiantes eran enviados por el Cártel solo para que aprendieran a “cocinar”. ¿Tendría algo de extraño? No. El tema aquí es si los directivos de la facultad o algunos maestros se presten a este interés.
Humo negro
UNA VEZ APROBADA LA desaparición del Instituto Nacional de transparencia y Protección de Datos personales, INAI, está proyectada la desaparición de los institutos locales, en Sinaloa la CEAIP. Y es aquí donde hay que ver qué dicen nuestros diputados de “izquierda”.
Artículo publicado el 08 de diciembre de 2024 en la edición 1141 del semanario Ríodoce.