Luis Enrique Ortiz

Cómo se puede ser un país democrático cuando se niega o pospone arrogantemente el más mínimo derecho de audiencia a los legítimos portavoces de un movimiento más legítimo todavía, cuando el único canal para llegar a la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, son algunos secretarios de su gabinete y no pocos gobernadores emanados de MORENA y sus coligados, como no es la excepción a la regla el caso de Sonora.

Ahí está el detalle, los gobernadores -virreyes o encomenderos da igual- ciernen la información que llega a Palacio Nacional con tamices construidos de interés propio, partidización del poder (esto es lo menos democrático por cierto) y hasta con cosas de los negocios privados, sí esos que en una democracia cuasi sueca como la nuestra no deberían de existir.

Tengan razón o no, los defensores del agua en Sonora deben ser escuchados por la presidenta -todos sin distinción- en una audiencia especial y exprofeso diligentemente operada por personajes de la élite presidencial, como la ex secretaria de Educación Pública, Leticia Ramírez, la senadora Guadalupe Chavira o de perdida el director del IMSS, Zoe Robledo.

Es entendible que la minería y la agricultura que consumen más del 80% del vital líquido en la desértica entidad, reclamen su posición como consumidores “chipilones” del sistema ligado a una forma de producir de alta rentabilidad, pero no menos depredadora de los recursos naturales y por la vía de los hechos violatoria de derechos humanos tan básico como el bendito fluido formado por dos gases: Hidrógeno y oxígeno (H2O).

Quien defiende este modo de distribuir lo que es de todos, es lo que desee menos democrático. Miente y se miente aquél que pretenda hacer pensar a otros que privilegiar

intereses como los de Grupo México y su impacto sobre el río Sonora y sus usuarios, es contribuir a tener un país más democrático.

Privilegiar mansiones lacustres sobre el vaso de la presa Abelardo L. Rodríguez, de conocidos apellidos como Coppel y Bours, mientras todo el norte de Hermosillo -unos 300 mil capitalinos- carecen de agua un día sí y los demás también ¿a quién se le ocurre que eso es democracia? eso sin contar al resto como el caso del Tecleador, que se deben bañar como cachoras pegadas a la pared y el agua hirviendo del tinaco.

En una democracia antes de actuar se escucha a todos los interesados y no solo a los intereses. Ignorar a los grupos defensores del agua como los del río Bacoachi y su titánica lucha contra la familia Larrea, dueña del cobre y el H2O. Mandar por un tubo la solicitud de audiencia de Ciudadanía Activa, que agrupa a la neta del planeta en lo que a rescate de La Sauceda se refire, por ejemplo.

Y es que la gente de Sonora como los grupos de activistas, pensaron que contar con una presidenta ambientalista de palabra y obra, esta no sería omisa en considerar los impactos ambientales de construir tres presas. Sheinbaum Pardo tiene razón cuando afirma que no se debe estar en contra de inversiones públicas que benefician, incluso así a secas, sin decir quién.

Pero para estar más seguros de eso, de para quién es el beneficio o los beneficios, habría que escuchar a las voces de todos, incluso la de los científicos todos oficialistas o no.

Muy mal se vería la estudiante de la UNAM, que aún encinta salió a las calles exigir educación gratuita, democracia, diálogo y hasta un congreso universitario, si al igual que el ex presidente Andrés Manuel López Obrador, la hoy presidenta considera al gobernador, Alfonso Durazo Montaño, como su delegado, su Sarukán de Sonora.

Peor se verá la desarrolladora de las estufas Patsari, ahorradoras y justicieras, la destacada participante del panel de expertos sobre cambio climático, si desliga los impactos de este sobre los recursos naturales y las desigualdades sociales que ello provoca.

Llegado a este punto es necesario determinar si los sonorenses prefieren agua o tren, porque tener el ferrocarril México-Nogales tiene un costo, derivado de una negociación con el dueño de Grupo México, Germán Larrea Motavelasco, que lo hace cuasi intocable en cuando a explotar todo recurso natural, con independencia de su estado físico y a costa de lo que sea, incluyendo impunidad ambiental y exclusión de miles del derecho al vital líquido.

En materia de justicia del agua, la Cuarta Transformación cabalga sobre monumental yegua que su vez monta a un elefante reumático, cojo y güevón. Eso sin mencionar que ninguna de las obras hidráulicas para garantizar el consumo humano en comunidades yaquis o seris, ha sido concluida. Y hablando de dinero para obras carreteras que desaparece, habría que ver dónde quedó el varo con el que hace más de dos años debió repararse la calle 36 Norte.

El neoliberalismo salvaje (sic), fue oficialmente abolido en 2018 por López Obrador, pero en su lugar emergió un prouduniano bodrio de capitalismo “ligth”, preocupado centralmente en garantizar el crecimiento económico mediante la estimulación del consumo a través de programas sociales, pero dejando intacto hasta el momento temas del desarrollo y el derecho a un medio ambiente sano.

Esto no puede pasar en una nación gobernada por una mujer que se formó en la lucha por la democracia y además ha sido laureada por su destacada participación en materia ambiental. Eso de “ni los miro ni los oigo” es del salinismo, que no se nos olvide.

Foto: María Dolores Sánchez Acosta

Publicado originalmente en: https://www.facebook.com/luisenrique.ortiz1