Texto: Margena de la O
Foto: Antonio Castañón
La escena de la muerte del alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos Catalán, tiene rasgos diferentes a un acto criminal cotidiano, aun cuando el mensaje explícito es descarnado, de acuerdo con las valoraciones que hicieron personas que conocieron al político que solo duró seis días en el cargo que, se sabe por sus más allegados, era parte de la ruta de su aspiración para ser gobernador de Guerrero.
Es diferente, plantean algunos, porque aun con todo y acto de decapitación, no es una escena sangrienta y, además, el gesto que quedó en el rostro de Arcos Catalán es un tanto manso y tranquilo, muy diferente al terror que ha quedado expuesto en otros casos. El empresario local y político Pioquinto Damián Huato y el sacerdote y defensor de Derechos Humanos, Filiberto Velázquez Florencio, coincidieron al exponer que pareciera usaron bisturí para hacerlo.
Al alcalde le quitaron la cabeza y cuando abandonaron su cadáver en la colonia Villas del Roble, hacia la salida a Tixtla, ese domingo 6 de octubre, la dejaron sobre el toldo de la camioneta Robust, de la Volkswagen, que él mismo conducía cuando se internó en la zona rural de Chilpancingo, por el camino del pueblo de Petaquillas hacia Quechultenango, otro municipio de la zona Centro, con el propósito de atender un tema, solo, según dijo a miembros del equipo que lo acompañaba, incluido los de su equipo de seguridad personal que ese día comenzaron a cuidarlo.
Este corredor donde le vieron por última vez con vida a Arcos Catalán, el cual conecta con el punto donde después abandonaron su cadáver, es públicamente conocido como territorio ardillo, en referencia a las operaciones criminales, políticas y económicas del grupo armado Los Ardillos.
El empresario Pioquinto Damián Huato, quien conoce desde la primera fila lo que es vivir en riesgo permanente desde hace 10 años, después del atentado armado que sufrió junto a familiares y amigos, plantea que a Arcos Catalán “le cortó la cabeza un cirujano”, porque “estaba perfectamente bien cortada, con bisturí y con sierra”.
En su hipótesis sobre la muerte es que, primero, debieron dormirlo con alguna inyección.
“Él tiene un rostro tranquilo, no está alterado”, expone.
La posibilidad de que usaron un bisturí también la planteó el sacerdote Velázquez Florencio, cuando hizo notar que esta escena de muerte no se parece otras en las que autoridades plantean el involucramiento explícito y exclusivo de grupos criminales.
En el caso del alcalde de Chilpancingo la narrativa oficial de los presuntos implicados en el asesinato tampoco es diferente. La investigación de la Fiscalía General del Estadio (FGE) apunta al mismo origen, los autores intelectuales y materiales serían miembros de Los Ardillos. El ex encargado de despacho de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal de Chilpancingo, Germán Reyes Reyes, el único vinculado a proceso hasta ahora por el caso, es señalado en la investigación de ser parte de la estructura de ese grupo criminal y de ordenar la muerte de Arcos Catalán a otros tres miembros del grupo delictivo.
Pero ambos personajes públicos entrevistados hacen notar que la escena de muerte, aun con los rasgos de crueldad, de algún modo es diferente.
Esto también lo mencionó una persona cercana al alcalde asesinado, de quien se reserva el nombre, cuando expuso que Arcos Catalán tenía el don del carisma y que debió de haber hablado en buenos términos hasta el último momento con sus victimarios.
Lo único oficial hasta ahora de parte de la FGE sobre la muerte del alcalde es que ocurrió “a causa de una hemorragia masiva por decapitación”, de acuerdo con la investigación que expuso la fiscal del caso en la audiencia inicial de Reyes Reyes. La dependencia investigadora nunca especifica qué instrumentos o artefactos usaron para hacerlo, según lo hizo notar la jueza del caso quien, además, cuestionó el estatus de la condición de Arcos Catalán al momento de su muerte, porque tampoco acreditaban si la decapitación fue en vida o bajo la influencia de alguna sustancia.
El 24 de junio del 2023, casi en frente de la iglesia de San Mateo, ubicada en el centro de la ciudad, fueron abandonados los cadáveres desmembrados de siete personas, todos miembros de una familia de quien unos días antes habían reportado su desaparición. Las cabezas cercenadas de los cadáveres también fueron abandonadas en la parte superior de una camioneta y el resto de los cadáveres dispersos en la calle.
Este episodio cobró relevancia pública y mediática por un par de razones: la primera, por las evidentes huellas de maltrato en los cadáveres y la presencia de sangre en la escena que le confiere un grado alto de terror y, segundo, porque exponía una autoría y un mensaje que ponía en evidencia relaciones entre actores criminales y políticos.
En la escena abandonaron un mensaje con remitente a la exalcaldesa de Chilpancingo, Norma Otilia Hernández Martínez, donde le planteaban un segundo desayuno. Días después fue filtrado en redes sociales un video donde aparece la exalcaldesa reunida con quien fue identificado como líder de Los Ardillos, Celso Ortega Jiménez, en un restaurante, en un supuesto desayuno. Ese según lo expuesto, habría sido el primer desayuno.
Entre esta escena, la cual está documentada en la prensa local, y la del alcalde hay diferencias notables en cuestión de forma, aun cuando se habla de una misma autoría. Son las diferencias que de algún modo hacen notar las personas consultadas, sin hacer a un lado que la manera en que lo asesinaron tiene otras dimensiones. Porque “no había ocurrido con un alcalde de Chilpancingo, lo que representaba, y la forma en cómo se llevaron a cabo los hechos”, expuso Celestino Guzmán Cesáreo, líder de la corriente local perredista en la que militaba Arcos Catalán, Alternativa Democrática Guerrerense (ADG).
Este mismo líder de la corriente perredista expuso que el caso tiene una consecuencia política evidente, porque deja al partido, que de por sí en esta elección se jugó todo y casi todo lo perdió, sin posibilidades. “Descabezó al PRD” estatal, según dijo. Para ellos, mencionó, Arcos Catalán era el personaje más visible del partido.
Aun con el PRD en ruinas –después de la elección perdió su registro nacional y estuvo a punto de perder el local–, Arcos Catalán logró quedarse con la capital del estado, el municipio más importante de Guerrero. La administración anterior, la de Norma Otilia Hernández Martínez, era morenista, el partido que tiene la mayoría nacional y estatal.
En la orientación de que el caso puede tener más lecturas, el sacerdote Velázquez Florencio mencionado que el modelo de democracia en que transita la sociedad mexicana y guerrerense es alejado de libertades reales, porque existe “un Estado donde se usan grupos de presión para disuadir contrincantes”.
Publicado originalmente en http://Amapola