Capítulo II de la novela por entregas “Desde Lejösburgo”

Por: Jorge Tadeo Vargas.

prostitucion-aex-1758880La primera vez que la vi; yo estaba sentado en la silla del Eddy leyendo el periódico. Eran vacaciones de Semana Santa y no tenía mucho que hacer así que me iba a perder el tiempo desde muy temprano al Jardín. Aun no llegaban clientes y aprovechando me sentaba en la silla en vez de la jardinera que me servía de banca para leer los periódicos nacionales, que no podía leer en otro lugar que no fuera aquí.

Ella venía del “tijuanita” y desde antes de cruzar la calle, ya venía gritando el apodo del Eddy para que él la notara. Cuando llegó con nosotros lo primero que hizo fue lanzarse a los brazos de mi amigo bolero y le plantó un beso en la boca. Después se soltó del abrazo y le pregunto cómo estaba. Él respondió que bien y así se dio una plática entre dos viejos amigos que tenían años sin verse. Yo solo los veía sin decir nada; obviamente no era una antigua novia y por el atuendo de la mujer, era más que claro que trabajaba en el “tijuanita”: vestido cortísimo con zapatillas, su cabello rubio en una cola y una cantidad de maquillaje que no permitía saber si era bonita o no, era complicado reconocer su verdadero rostro ante tanta pintura.

De pronto y como si hubiera olvidado que estaba allí, el Eddy voltea y la dice:
–Te presento a un amigo, tiene poco que se vino a vivir para acá –.
– Hola – Me dijo, mientras me plantaba un beso en la boca que me tomo totalmente desprevenido y sin saber que hacer.
–Tranquilo que no muerdo – me dijo al ver mi sorpresa – solo soy muy besucona.

Tal como llego se fue. Se despidió de los dos con un beso que me volvió a tomar de sorpresa, lo cual ella lo festejo con una enorme carcajada y siguió su camino a saludar a otros boleros. Al parecer era bastante popular entre ellos.

La vi alejarse sin poder quitarle la vista de encima. Era de una energía y una cachondez que nunca había visto en mis cortos años de vida. Solo atine a dejar de verla cuando note las risas del Lobito y el Eddy por mí (en palabras de ellos) “cara de pendejo”. Tampoco pude evitar las bromas al respecto, de que no cobraba tan caro, que incluso yo como estudiante podía conseguir por medio de ellos el descuento de amigo entre muchas otras que tenían que ver con mi pobreza y el trabajo de ella.

Se llamaba Isabel pero ella prefería que le dijéramos La Güera, decía que su apodo iba más con su personalidad. No era de la ciudad pero unos años atrás cuando cumplió quince se fugó con su novio de pueblo y así llego a vivir acá. El romance no duro ni el año. El novio se cansó de ella y se fue dejándola sin amigos, sin dinero, literalmente en la calle. Los primeros días durmió en el Jardín al abrigo de los árboles yucatecos hasta que una señora se compadeció de ella y se la llevó a una de las casas de huéspedes del “tijuanita”, de esas casa que sirven de espacio de trabajo para la diversidad de trabajadoras y trabajadores sexuales de la zona. Al principio a pesar de que le ofrecían comenzar a trabajar como trabajadora sexual; ella lo rechazaba, pagaba su hospedaje limpiando la casa, lavando los baños públicos, encargándose de que siempre hubiera sabanas limpias.

– No seremos el Regís – le decía Doña Lucha, la dueña de la casa de huéspedes – pero eso no significa que no debemos de ser limpias

prostitutas_637x330Así que Isabel se esforzaba por mantener todo lo más limpio posible y tener contenta a Doña Lucha y sus muchachas. Desde los cuartos para el trabajo, las sábanas, los baños, la cocina donde se reunían a platicar y a cerrar el trabajo en la madrugada sacando cuentas, repartiendo las ganancias entre ellas y la dueña de la casa, lo cual era un mejor negocio para todas; se evitaban a los padrotes ganando un poco más de dinero. Aunque esto no era la regla; muchas tenían a un hombre que les administraba el dinero, pero a casa de Doña Lucha no podían entrar; eso lo arreglaban afuera.

Trabajó en esta casa por casi un año sin necesidad de meterse de lleno al trabajo sexual, claro que tuvo sus amores, pero nada que fuera pagado, hasta que lo conoció. Le decían Lupillo y aunque ella sabía a lo que se dedicaba, no le importó, se enamoró perdidamente de él y comenzó una relación tormentosa, violenta. Lupillo era padrote de un par de muchachas que trabajaban en casa de Doña Lucha y ella lo veía esperándolas frente a la casa en la panadería El Rosal. Fue así como lo conoció; ella iba todas las tardes por el pan para la cena, que siempre era la misma, frijoles refritos con pan birote.

El comenzó a saludarla, decirle cumplidos hasta que comenzaron a platicar, hasta que la enamoró. Fue paciente, era su trabajo, la fue convenciendo poco a poco hasta que al final ella sentía que no podía vivir sin él, lo era todo para ella. A los tres meses de relación él le pidió que trabajara con las otras muchachas, él no podía hacerlo, ella lo sabía, le contó la historia de cómo por culpa de la polio su pierna derecha había quedado inservible y no la podía mover, por lo tanto era un lisiado, un inútil, no podía trabajar y por eso pedía que ellas lo hicieran por él. A Doña Lucha no le pareció una buena idea cuando Isabel le pidió una cama para comenzar a trabajar y se lo hizo saber, le dejó muy claro que esa no era vida para ella, que el Lupillo se estaba aprovechando, pero La Güera, que fue justo en ese momento cuando cambio su nombre por ese apodo no escucho razones. Doña Lucha, le dejó claro que era su problema, que le daría la cama porque negocios son negocios y una niña como ella la buscarían todos los hombres del “tijuanita” y eso significaba ganancias.

Su entrada al mundo de la prostitución no fue del todo agradable, no solo se tuvo que acostumbrar a sentir otros hombres dentro de ella, que solo había tenido dos novios en toda su vida, el primero que la abandono y el segundo que la puso a trabajar en esto. También tuvo que soportar las envidias de sus compañeras, incluso algunas de ellas llegando a la agresión física. Esta fue su vida un año más, una situación que se fue volviendo insoportable hasta que decidió alejarse por completo.

prostitucionLos años que estuvo alejada del “tijuanita” no la alejaron de la prostitución, después de un tiempo comenzó a sentirse cómoda, incluso en palabras de ella, comenzó a disfrutarlo. Llegado el momento sintió que era tiempo de embarazarse y así lo hizo; cuando le preguntamos quien era el padre nos decía que era un cliente que ni siquiera sabía de la existencia del niño. Era únicamente suyo. Era una decisión que ella tomó y nadie más tenía que ver con esto. Cuando regresó a la ciudad, su hijo tenía recién cumplidos los dos años. No era un niño bonito, su color de piel y cabello eran como los de su madre, pero los rasgos físicos probablemente eran similares a los del padre desconocido, no lo sabíamos, ni lo supimos. Uno de los tantos que nos reuníamos con El Eddy comentó en alguna vez que el niño parecía una muñeca Cabbage Path Kids, lo cual nos hizo recordar a las tarjetas gore Garbage Pail Kids, siendo de manera muy cruel el apodo para este niño, al grado que incluso su madre lo llamaba Garbage, al menos frente a nosotros.
A pesar de la vida que llevaba, la Güera siempre estaba feliz, si le caías bien, sus recibimientos eran con sendos besos en la boca, nada sexual, al contrario, estaban llenos de afecto y cariño.

Pase muchas horas en esos tiempos con ella platicando. Leía mucho, así que compartíamos el gusto por la literatura; le recomendaba libros que a veces le gustaban otras veces no. Odiaba a Benedetti, pero amaba a Vargas Llosa, le divertía mucho Ibargüengoitia, pero no soportaba a Onetti, García Márquez era su favorito aunque yo me burlara de ella. Con la música si fue imposible. Le gustaba la banda sinaloense, la música norteña, nada que ver con el ruido que yo escuchaba por aquellos días. Sospecho que mis gustos actuales con The No Smoking Orchestra de Kusturica y otros músicos de los Balcanes ella hubiera estado de acuerdo. Con ella fumé mis primeros cigarros de marihuana y los últimos, probé algunas drogas duras en su compañía a sabiendas de que era de confianza.

Desde que llegó nuestras rutinas cambiaron un poco en el grupo que nos juntábamos a intercambiar y/o escuchar música, fanzines, si ella tenía tiempo se quedaba con nosotros, platicaba, se interesaba al menos en leer un poco, aunque fuera para burlarse de nosotros. Al Garbage, su hijo, lo dejaba a nuestro cuidado cuando se iba a trabajar. Nos convertimos en sus niñeros a cambio de sus besos. A todos nos tenía embobados; pero no en el sentido sexual. Era distinto; era más bien querer pasar tiempo con ella que siempre tenía una sonrisa, una palabra de aliento sin juzgar, sin pedir nada a cambio que en la adolescencia se agradece.

SE-cabbage-patch-kidTambién fue de las primeras activistas que conocí, aunque sospecho que si ella supiera que la considero una activista seguro que me regañaría; sin embargo lo fue. A principios de la última década del siglo pasado las prostitutas protagonizaron uno de los movimientos más activos por la defensa de sus derechos en la ciudad. Hartas de que la policía las considerara tan poca cosa, que las levantara cuando quisieran quitándoles el dinero y violándolas, decidieron manifestarse públicamente; salieron a las calles denunciando estas acciones, lo que obligo a las autoridades a llevar a cabo una averiguación con lo que algunos policías terminaron consignados y otros despedidos. Estas manifestaciones, acciones públicas, denuncias tuvieron en La Guera la cabeza más visible, ella daba las entrevistas, se reunía con las autoridades, se convirtió en la vocera de todo un gremio que hasta ese momento la sociedad trataba de invisibilizar. “El tijuanita” cobro presencia en los medios, algo que fue contraproducente se podría pensar pero para ella era el objetivo, no solo conseguir un respeto a sus derechos, sino también conseguir mejores condiciones de trabajo. Se les obligo a revisiones médicas mensuales, a los clientes a usar condones. Ya no eran solo unas “putas” sin derechos. Consiguieron que la sociedad las volteara a ver.

Su presencia en los medios y convertirse en una figura relativamente publica le complicaron un poco su trabajo. En esos días se le dificultaba conseguir clientes. Por algunos meses se mantuvo con una beca ofrecida por una diputada local, anunciada con bombo y platillo en los medios, con el único requisito de que Isabel (no La Guera) tenía que estudiar una carrera técnica y dejar “esa vida”. Lo intento, se mantuvo por un tiempo hasta pasados sus cinco minutos de fama; después regresó al “tijuanita” a lo que mejor sabía hacer en palabras de ella: “si me gusta coger, ¿porqué no he de cobrar por hacerlo? ¿Qué no tiene que ser uno feliz con su trabajo? Bien, pues yo soy feliz cogiendo”. Esto resumía su personalidad y lo que quería de su vida.

99499Continué viéndola por un tiempo más hasta terminar la preparatoria y moverme de ciudad para estudiar la universidad. Aún recuerdo como fui a despedirme de ella, fumamos un poco de hierba sentados en el césped del Jardín, jugué con “el Garbage” y nos prometimos vernos en las vacaciones que yo regresara a casa. Se despidió de mi con un largo beso, de esos besos reconfortantes que no he logrado sentir con ninguna de mis parejas sexuales. Le di un gran abrazo, un pequeño conejo de peluche para su hijo y una muñeca Cabbage Path Kid que ella recibió con muchas carcajadas; especialmente con mi comentario de que así tendría la parejita.

El primer verano no regrese a casa, me fui a hacia el norte buscando olas más grandes, el surf comenzaba a convertirse en una obsesión para mí, así que lo aproveche. En diciembre era un paso obligatorio ir a casa, estar con Madre y mi hermano. El primer día fui al Jardín Juárez a buscar a los amigos. El grupo se había vuelto mucho menor en esos seis meses. Salude a los boleros, platiqué con algunos de ellos y me encaminé directo a la silla del Eddy; entre las muchas cosas que le pedí que me pusiera al día, fue por la Güera.

– La Guera se casó – Me dijo – ¿Te acuerdas del soldado ese que la buscaba dos veces por semana?

Claro que lo recordaba; era su cliente más frecuente, incluso quería casarse con ella, supongo que con la insistencia lo logró. Adoraba al “Garbage”, lo quería como si fuera suyo. Me dio gusto saber que al final lo consiguió. Le pregunte al Eddy si había ido a su boda.

– Claro – Me respondió – fui al único del Jardín que invito, estuvo muy bien. Ya no vive aquí – continuo platicándome – al soldado lo movieron a otra ciudad. Hace poco me escribió, está contenta, ya embarazada. Pinche Güera, que bueno que está contenta.

Debo confesar que me puso un poco triste no verla, no poder despedirme de ella ahora que sabía que no la vería más; pero igual me puso contento saber que por fin ella había encontrado la felicidad. Más aun debo confesar que a pesar de los años; aun extraño sus besos.

Todas las fotos: Ilustrativas, tomadas de internet.