#HastaEncontrarle
Carlos Maximiliano Romero Meza fue desaparecido el 22 de octubre de 2020 en la colonia La Tuzania, en Zapopan, Jalisco. Desde el principio, su madre, Liliana Meza, denunció el hecho ante las autoridades; sin embargo, la investigación se estancó durante el primer año.
Han pasado cuatro años desde entonces, y el caso de Max se ha convertido en uno de los más emblemáticos de Jalisco, ya que un juez ha determinado que se trató de una desaparición forzada. No obstante, tanto la Fiscalía de Jalisco como la Fiscalía General de la República han rechazado investigar bajo este tipo de delito.
A pesar del paso del tiempo, el amor de su madre y su familia ha permanecido firme. Siguen en la búsqueda de Max y, en el cuarto aniversario de su desaparición, llevaron a cabo un acto memorial para recordar y manifestar su resistencia ante la apatía de las autoridades.
Por Aletse Torres Flores / @aletse1799
La noche del 22 de octubre de 2020, Carlos Maximiliano Romero Meza, “Max” como le dicen sus seres queridos y amistades, fue sustraído de su hogar -ubicado en la colonia La Tuzania, en Zapopan- por elementos de la Fiscalía del Estado de Jalisco, desde entonces, el joven no ha regresado a casa.
Aquel día, su madre Liliana Meza, notó que al salir de casa una joven se encontraba en la esquina mirando su teléfono; en ese momento, no le dio importancia, pero cuando volvió, la chica seguía allí. Una sensación de inquietud la invadió, pero no podía imaginar que ese sería el último instante que compartiría con su hijo.
Momentos después, cuando Liliana subía las escaleras, escuchó el grito de su hijo en la cochera. De repente, la calma se convirtió en caos. Dos hombres irrumpieron en su hogar, uno de ellos armado, identificándose como integrantes de la Fiscalía de Jalisco.
Pese a que Liliana, intentó detenerlos y cuando le dijeron que tenían una orden de aprehensión, exigió verla orden, pero nunca la mostraron. La madre vio cómo golpeaban a su hijo antes de arrastrarlo hacia una camioneta blanca con las placas JPZ4550.
“Me enseñaron un gajete que decía Fiscalía y yo les creí, pero se me hacía raro, iban vestidos de civil, no llevaban uniforme y yo no sabía qué hacer, solamente quería que no se llevaran a Max”, expresó Lili.
En seguida, llamó al 911 e informó que dos elementos de la Fiscalía se habían llevado a su hijo, y pese a que su domicilio se encuentra a 10 minutos de la Comisaría del Municipio de Zapopan, la policía tardó más de una hora en llegar. Y fue ahí cuando comenzó la criminalización hacia su hijo, pues los agentes realizaron preguntas irrelevantes, como: si su hijo tenía vicios, en lugar de indagar sobre su desaparición.
“Desde el inicio fue una revictimización, fue violencia, lo primero que quieren es saber si Max estaba en malos pasos y aunque lo fuera, él no merecía eso, nadie merece desaparecer”, reflexionó la madre buscadora.
Hasta que pasaron 72 horas, la familia del joven pudo levantar “oficialmente” la denuncia en la que dejaron claro que Max había sido desaparecido por policías. No obstante, las autoridades se negaban a incorporar esa versión en su carpeta de investigación.
La búsqueda de respuestas la llevó a interminables horas en la Fiscalía, donde las preguntas seguían siendo superficiales. “Me preguntaban sobre los amigos de Max, sobre sus vicios, como si eso fuera relevante”, señaló Lili, quien recuerda el desgaste emocional de aquellas primeras semanas. Ahora lo recuerda como un proceso doloroso, en el que cada pregunta parecía llevarla más lejos de la verdad que tanto anhelaba.
Pasó un mes y el caso de Max aún no contaba con una ficha de búsqueda. Su madre no sabía que en casos de desaparición era crucial levantar una para agilizar la investigación y difundir el rostro de su hijo en el estado y en el país. Sin embargo, nadie le informó de esto.
Tampoco le dijeron que debía someterse a una prueba de ADN en caso de que el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses identificara un cuerpo que coincidiera con el de su hijo, pasaron varios meses para que a Liliana se le realizarán dichas pruebas.
“Ellos saben que tú estás en shock, que no sabes qué hacer, se aprovechan de que desconocemos nuestros derechos y los de nuestros desaparecidos. Hasta que una compañera buscadora me dijo, cuando me dieron la ficha de Max, un mes tarde”, sentenció la madre buscadora.
Desde el comienzo Lili, solicitó que se revisaran las cámaras de seguridad cercanas a su domicilio, pero los obstáculos fueron constantes. Cuando contactó a la Policía de Zapopan para preguntar sobre dichas cámaras, la respuesta fue que no eran de su jurisdicción. A pesar de esta negativa, la madre persistió, enviando múltiples recordatorios sin obtener resultados.
“Pasé años lidiando con tonterías y burocracia”.
Finalmente, tras constantes confrontaciones y la presión que ejerció, Liliana Meza fue informada de que la persona encargada de su caso había sido trasladada a otro municipio de Jalisco, lejos de Guadalajara. Esta situación, lejos de resolver el caso, reflejó una sistemática falta de atención y compromiso por parte de las autoridades.
El primer año de la desaparición de su hijo fue crucial, y las horas iniciales, vitales para cualquier investigación, fueron desperdiciadas. Lili no tenía respuesta por parte de Alma Jáuregui Jaula, ministerio público que se encargaba de su caso en ese entonces; de hecho en el primer tomo de la carpeta de investigación de Max, de la cual estuvo encargada dicha funcionaria, lo único que se puede encontrar son recordatorios sin acción: “Me di cuenta de que debía presionar para obtener resultados. Nadie me explicó cómo se hacían las investigaciones, ni qué debía pedir”, afirmó.
Frente a este panorama, la madre buscadora emprendió su propia investigación y descubrió que su hijo había sido llevado por policías de Zapopan. Identificó a los agentes involucrados, pero a pesar de las pruebas y las denuncias presentadas por Lili, ambos siguen activos en Zapopan, y hasta la fecha, nadie los ha detenido por el delito de desaparición forzada.
Han pasado cuatro años desde entonces, y el caso de Max ha experimentado tanto avances como retrocesos. Sin embargo, su madre continúa sin respuestas sobre por qué se llevaron a su hijo y dónde se encuentra.
Una “Luz de Esperanza” en su camino
En agosto de 2021, Lili conoció a Héctor Flores, padre de Daniel Flores quien fue desaparecido el 18 de mayo de 2021 en Guadalajara, Jalisco. El padre buscador es abogado y, en ese momento, ofrecía orientación legal a familiares de personas desaparecidas.
Al tiempo, se dieron cuenta que ambos querían construir un colectivo y junto con la señora Lulú, la señora Paty —quien lamentablemente falleció buscando a su hijo— y la señora Ceci, fundaron “Luz de Esperanza”, el 3 de octubre de 2021, espacio donde Lili encontró compañía en otras familias que compartían su dolor: “Nos dimos cuenta de que necesitábamos consolidarnos para exigir justicia”, explicó Lili.
Con el tiempo, el grupo se fue ampliando, y su deseo de encontrar a su hijo se transformó en un compromiso colectivo. La situación en la Fiscalía encargada de buscar a las y los desaparecidas era desalentadora; en consecuencia, las madres y padres tenían que enfrentar, una y otra vez, inatenciones y fallas en la búsqueda de sus amores desaparecidos: “Al principio, parecía que todo eran sólo promesas vacías”, recordó Lili.
Pero a medida de que se organizaban como Colectivo, empezaron a entender la importancia de la documentación y los trámites legales, y así fue como Luz de Esperanza, se convirtió en un símbolo para aquellos que, en Jalisco, buscan a sus seres queridos.
Actualmente, el Colectivo Luz de Esperanza cuenta con, al menos, 500 familias que buscan a sus seres queridos desaparecidos. La unión y la determinación se han convertido en su mayor fortaleza en esta búsqueda.
El primer caso que es reconocido como desaparición forzada en Jalisco
Como parte de camino en la búsqueda y justicia por Max, Liliana interpuso -en 2021- un amparo ante el Juzgado Séptimo de Distrito en Puente Grande, buscando que su hijo fuera reconocido como víctima de desaparición forzada.
Este proceso, repleto de obstáculos, requirió de su intensa perseverancia e investigación. Y no fue hasta el 17 de abril de 2024, que la madre buscadora recibió una sentencia que no sólo confirma a Max, de 22 años, como víctima de desaparición forzada, sino que también señala la participación o aquiescencia de agentes del Estado en su caso.
El Colectivo Luz de Esperanza emitió un comunicado celebrando esta sentencia y destacando que el Juzgado se apegó a los estándares internacionales en la valoración de pruebas y a los criterios de protección de derechos humanos relacionados con este delito de lesa humanidad.
Asimismo, Lili explicó la importancia de esta sentencia, ya que no es solamente por el derecho a la verdad que tienen las familias, sino porque evidencia que en Jalisco el Estado está involucrado en las desapariciones, ya sea de manera directa o por la falta de investigación adecuada y acciones concretas de búsqueda.
La celebración duró poco, ya que dos meses después, la Fiscalía General de la República interpuso un recurso de revisión para desecharlo, argumentando una serie de agravios por parte del Ministerio Público.
La FGR ha querido regresar a la carpeta de investigación de la desaparición de Maximiliano al fuero común, porque al eliminar el tipo de desaparición forzada, el delito deja de ser federal.
Y aunque el amparo en el que se reconoce la desaparición forzada de Max es histórico y un parteaguas para el resto de familias buscadoras de Jalisco, el ministerio público sugiere que el tribunal no tiene los elementos adecuados para tratar el tema como desaparición forzada.
En vez de eso, las autoridades planean presentar una objeción, a pesar de que el tema fue materia de análisis en diversas ejecutorias de amparo, plasmadas en el expediente 271/2022. En ese expediente se analizó que existen indicios suficientes para establecer que hubo participación del crimen organizado.
Para Lili, esto es un retroceso en el caso de Max y en el de todas las familias buscadoras, donde, en palabras de la madre: “el Estado parece buscar obstáculos y excusas para no buscar a las personas desaparecidas”.
No para la lucha, hasta encontrar a Max y a todxs
En el marco del cuarto aniversario de la desaparición de Max, su familia y amistades realizaron una ceremonia religiosa como acto de memoria y resistencia, la cual fue llevada a cabo el pasado 22 de octubre en la parroquia de San Luis Gonzaga.
Posteriormente, se dirigieron a la Glorieta de lxs desaparecidxs para colocar una nueva pancarta con el rostro del joven y encender unas veladoras en su loseta de búsqueda. En ambas acciones, la madre quiso no sólo recordar a Max, sino también agradecer a quienes la han acompañado durante estos años: “No quiero que esto sea una obligación, sino un momento de agradecimiento”, expresó la buscadora.
Para Lili uno de sus motores han sido las familias que, como ella, buscan a sus seres queridos en un país donde la desaparición sigue siendo una dura realidad que las autoridades se han negado a reconocer.
Cabe recordar que Jalisco tiene un registro oficial de 14 mil 953 personas desaparecidas, lo que lo posiciona como el estado con mayor número de desapariciones a nivel nacional, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) de la Secretaría de Gobernación.
Para la familia Romero Meza, cada 22 de octubre deciden alzar su voz para recordarle al mundo que, a pesar de la adversidad, la búsqueda de la verdad nunca debe cesar:
“No voy a descansar hasta saber qué pasó. Quiero que su historia sea recordada, que se sepa que tenía sueños y aspiraciones, y que no fue solo una víctima más en esta tragedia”, concluyó.
Un estudiante brillante y apasionado: la historia de Max
Desde sus primeros pasos en el kínder, Max siempre se destacó como un estudiante ejemplar, así lo presume su mamá. Sus calificaciones altas fueron una constante en su vida académica, y al llegar a la universidad, no fue la excepción.
Y su pasión por el arte se manifestó desde temprana edad. Max no sólo es un talentoso dibujante; también había incursionado en el mundo del tatuaje. Lili recuerda cómo, tras comprarle una máquina de tatuar, él se lanzó a practicar con amigos, y en un momento de orgullo, ella se atrevió a hacerse un diseño de él en su piel.
El graffiti era otra de sus pasiones. Aunque nunca trabajó formalmente en el arte urbano, Max siempre llevaba consigo una libreta y un puñado de plumas, listo para plasmar su creatividad en cualquier superficie.
Lili, lo describe no solamente como talentoso, sino también como un ser humano excepcional, como una persona cariñosa y servicial. Max tiene sueños y aspiraciones que han quedado en pausa, pero el impacto que dejó en quienes lo conocieron es innegable.
Publicado originalmente en http://zonadocs