Cuánta tinta corrió (es un decir) en el gran “debate” en que se convirtió la tesis de la ministra y aspirante a la presidencia de la Suprema Corte, Yasmin Esquivel, tanto para defenderla como para denostarla. Y no es que fuera un asunto menor, pero hay tantos otros aspectos de la realidad del país que bien merecieran la mitad de la atención de la que tuvo este affaire.
Ahora ya se renovó la presidencia de la Suprema Corte y no fue electo ninguno de los dos más sonados en la disputa. El otro, Alfredo Gutiérrez, el “condona impuestos”, “el ministro más rico”, tampoco quedó.
Pero el síntoma se repite ahora con la designación de Norma Piña Hernández: unos lo interpretan como que la “campaña negra” contra Esquivel tuvo efecto y que ganaron los conservadores, a Piña la colocan en la canasta del peñismo corrupto —puesto que Peña Nieto la propuso a la SCJN— y ya está, se acabó.
Para otros es la derrota que “la razón y la no politización” le asestan al presidente, para quien sería el principio del final, pues aseguran que “perdió a la Suprema Corte”, la cual seguira gozando de “independencia”.
En esta vorágine de apasionamientos, no parece haber cabida para los puntos medios, y abundan quienes queriendo quedar bien por un lado, o desahogando todas sus frustraciones por el otro, llevan “el debate” al terreno del insulto, la defenestración, el diálogo de sordos.
Porque pues lo importante es tener la razón y evidenciar que el otro “está del lado incorrecto de la historia”. Y así vemos que para algunos los otros siguen a un “dictador” y para los otros todos son “corruptos” (por decir algo) hasta que no se demuestre lo contrario.
Quizá, y solo quizá, ante la tormentosa situación de Esquivel y la censura mañanera de Gutiérrez (¡condonó 391 mil mdp!), hubo una buena negociación política. Ni muy muy ni tan tan, ahistá Piña y vamos a ver.
Porque es cierto, aunque no deberían, las interpretaciones, decisiones, jurisprudencia y votos de los jueces, de arriba a abajo, en ocasiones están impregnados por la empatía o persuasión política, por las necesidades personales, naturales o impuestas, o por la simple y llana ambición.
Así que para la real separación de poderes todavía falta un trecho, si es que eso es posible y ocurre alguna vez.
Y ya entrados en deseos febriles, ahora que se acerca el 06 de enero, es que el tema de “quién plagió a quién” no se olvide en este continuo tren de estridencias. Que se hagan los peritajes y que se llegue al fondo, que se asuman las consecuencias, de los plagiarios, quienes hayan sido, de los guías de las mentadas tesis y de toda autoridad universitaria que tuvo que haber visto y no vio.
Porque pues tesis, diplomas y títulos patito en todos lados, que nadie la juegue al masiosare.