Miriam Delgado es madre soltera: tiene dos hijos adolescentes, de 17 y 18 años de edad, respectivamente, que cursan los estudios de bachillerato. Los 105 pesos que obtiene cada día por ocho horas y media de trabajo en una maquila no le alcanzan para costear las necesidades más elementales de su familia.

Con esas monedas, las que se gana participando en el armado manual de hasta 1 mil 800 cartuchos de tinta de la marca Lexmark cada día, la mujer de 37 años de edad apenas si logra comprar un poco de despensa, la mínima para medio comer.

Lexmark-huelgaLa situación de Miriam, oriunda de Coahuila, es tan sólo una muestra de lo irrisorio que resulta el mandato constitucional a la luz de la realidad. De acuerdo con el Artículo 123 de la Carta Magna mexicana, un salario mínimo debería alcanzar para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia en el orden material, social y cultural, y para la provisión de la educación obligatoria de los hijos. En los hechos, y aun explotando al máximo el ingenio, no es así.

En su intento por cubrir la totalidad de gastos del hogar y de proveer la educación a sus dos hijos, Miriam tiene que desempeñar más de una jornada de trabajo. A sus labores en la fábrica de Lexmark, ubicada en Ciudad Juárez, en el estado de Chihuahua, se suman las de ama de casa y la venta de productos por catálogo, como zapatos y cosméticos. Sólo así, con una triple jornada, ella puede salir a raya con algunos gastos. Para otros definitivamente no alcanza, entre ellos, para consumir agua potable o arreglar las fugas del baño de la casa que habita.

Cuando la suerte la favorece, Miriam puede sumar a su salario mensual un bono por productividad de 89 pesos. Un ingreso difícil de obtener pues está condicionado a que ninguna de las personas que participan en la línea de producción de Lexmark se enferme o lesione y a que, en conjunto, cumplan con un número mínimo de armados.

A pesar de todo, Miriam no se raja. “Yo nunca me he dejado derrotar”, dice. Ella se define como una mujer “aventada” que incluso está dispuesta a desempeñar trabajos que, por la fuerza física que requieren, podrían considerarse de hombres. En este sentido, relata que antaño estaba en el área de pre-empaque de Lexmark, donde además de etiquetar y escanear cartuchos de tinta, debía cargar cajas llenas de éstos y transportarlas en un montacargas. “Y eso que estoy chaparrita”, pronuncia Miriam con el característico acento de las mujeres que radican en el norte del país.

1631_mitin-trabajadores-de-lexmark_620x350La obrera, quien sólo logró concluir los estudios de secundaria pues para sus padres (campesino y ama de casa) fue imposible financiar la educación de los 12 hijos que procrearon, refiere que su cadera y los tendones de una de sus manos han sufrido las consecuencias de las duras faenas, en las que llegó a cargar simultáneamente hasta cinco cajas repletas de tóner. “Por eso tengo lastimada la cadera y una mano; se me fregaron los tendones”.

A los riesgos propios del trabajo desempeña como empleada de una maquila, a la que ingresó hace casi seis años atrás, se adhiere el peligro que implica ser mujer en Chihuahua, el lugar que saltó a la fama internacional por el flagelo de los feminicidios y las desapariciones de niñas y mujeres. Frente a ello, dice Miriam, no queda más que persignarse y encomendarse a Dios cada vez que hay que abandonar el hogar para ir a ganarse la vida. Ah, y en caso de percatarse de que algo raro ocurre en la vía pública de Ciudad Juárez, emprender la huida a toda velocidad. Un asunto de supervivencia.

Miriam formó parte del movimiento de huelga que a finales de 2015 emanó entre las filas de las y los trabajadores de las maquilas de Ciudad Juárez en demanda de un incremento salarial de 6 pesos al día. Una necesidad y no un capricho, bien lo sabe Miriam, a quien los 105 pesos que percibe ni de chiste le alcanzan para mantener a su familia.

Para la mujer, la experiencia de participación en este movimiento resultó positiva, pues le redobló los ánimos de seguir luchando por sus hijos, para que en un futuro y con el arma que es la educación, puedan acceder a mejores condiciones de vida.

“Yo estoy cansada de que mis hijos vivan esas condiciones. Deseo que tengan mejor vida que la mía, que concluyan sus estudios; uno de ellos quiere ser ingeniero industrial”, pronuncia, animosa, Miriam.

Cd. Juárez.

Cd. Juárez.

El movimiento de huelga del que fue partícipe también la hizo consciente de las condiciones adversas que privan en Lexmark, mismas que entre el velo de la cotidianidad resultan, de pronto, imperceptibles.

Destacan, además de las ya mencionadas, la no provisión de guantes para laborar, lo que hace que sus manos estén siempre manchadas de tinta; la falta de un lugar con las condiciones óptimas para el montaje de la línea humana de producción; la mala calidad de las raciones de comida que les provee la empresa, lo que ha derivado en múltiples enfermedades; el acoso sexual hacia algunas empleadas por parte de varones en puestos de jerarquía; además de la negativa de permisos para abandonar las instalaciones de la empresa en situaciones emergentes.

Respecto del último de los puntos, Miriam cuenta que le ha tocado presenciar casos en que las o los empleadas de Lexmark solicitan permiso para interrumpir su jornada laboral ante la imprevista muerte de algún familiar. La respuesta de los directivos es un no rotundo, innegociable, seguido del llanto desconsolado de la persona que apela al gesto humano.

Fuente: http://desinformemonos.org.mx/la-triple-jornada-de-miriam-maquiladora-madre-soltera-y-luchadora-que-no-se-raja/