En los inicios del movimiento LGBTI+ en México, los aparatos del Estado persiguieron y vigilaron a sus integrantes, y también, reservaron información sobre el SIDA.

Texto y fotos: Ricardo Balderas / PODER Latam

Las lesbianas y homosexuales organizados en grupos tomarán las calles para manifestar con orgullo su condición sexual y levantarán sus voces en contra de la situación de opresión, discriminación y represión de que son objetos en las razzias…
Dirección Federal de Seguridad (1980), departamento de Investigaciones Políticas y Sociales.

CIUDAD DE MÉXICO. – Es la primavera de 1980, mes de mayo, en el centro de México. Son las 16:00 horas cuando un pequeño grupo de 40 homosexuales, lesbianas y travestis se dan cita en un recibidor de la Plaza Tlaxcoaque sobre la avenida del mismo nombre. Los asistentes son en su mayoría varones jóvenes homosexuales.

El motivo de aquella reunión era discutir cómo hacer frente a la policía  de la Ciudad de México (antes Distrito Federal) que, de la mano con otras autoridades, extorsionaban a hombres amanerados, mujeres masculinizadas o a cualquier persona que desafiara las “buenas costumbres”.

También se organizaban para la realización del mitin que la historia nombraría como la segunda marcha del orgullo LGBTTTIQ+ en la historia de México, a la cual asistieron 1100 personas y tuvo lugar desde lo que ahora conocemos como Estela de Luz hasta llegar al Hemiciclo a Juárez.

A la cita acudieron integrantes del Partido Obrero Socialista (POS), Partido Comunista Mexicano (PMC), Grupo de Lesbianas Oikabeth, Grupo Lambda y el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR, en su capítulo México).

Los nombres de los asistentes son caprichosamente colocados en una ficha de papel foliado con la insignia: Dirección Federal de Seguridad (DFS). Juan Jacobo Hernández, encabezando la reunión; Mario Hernández Rivas, del PCM; Rodrigo Hernández de Lambda y María de los Ángeles Márquez de Oikabeth. Se trata de información perteneciente a un expediente de la policía secreta y paramilitar que operó en México durante los años 1950 y 1980 del siglo pasado, el Periodo de la Represión.

El motivo real del expediente, narran los paramilitares al servicio del Partido Revolucionario Institucional (PRI), era el de investigar la adhesión del Partido Comunista Mexicano y del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) a los contingentes que exigían igualdad de derechos para las personas de la diversidad.

Hasta ese año, los policías de la DFS no mostraban interés en los grupos de homosexuales y lesbianas, ni investigaban al colectivo LGBTTTIQ+. Salvo por las actividades de algunos individuos (quienes ya eran investigados en lo individual), a la policía secreta no le parecía que el movimiento por los derechos de la diversidad pudieran convertirse en una amenaza para el gobierno. De hecho, hasta este momento no había un antecedente de investigación colectiva.

Cuando todo cambió, ya era tarde para dar pasos atrás. Los expedientes del México Espía, resguardados en el repositorio documental físico del Archivo General de la Nación (AGN), que se puede consultar de manera presencial en sus instalaciones, reportan que los colectivos antes mencionados tenían como objetivo enfrentarse directamente con Arturo Durazo Moreno, alias “El Negro Durazo”, un gendarme señalado por enriquecimiento inexplicable y una investigación abierta por tráfico de cocaína, desapariciones forzadas y por tener mano dura con la ciudadanía como jefe de la Policía Federal.

El travesti que hizo frente contra el Negro Durazo

Según los documentos policíacos, Juan Jacobo Hernández, participó en el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria desde 1979, es decir, justo el año que ocurrió la primer marcha por la diversidad en Ciudad de México (aunque su participación real fue anterior a esa fecha). El Grupo FHAR México fue el primer colectivo en el país abiertamente homosexual, en una manifestación o en el espacio público.

El FHAR y Grupo Lambda encabezaron la primera marcha del orgullo, en aquel entonces, luchando por la visibilidad y los derechos de la comunidad de la diversidad sexual. La historia, según quienes la vivieron, se cuenta de la siguiente manera: En 1971, debido a la violencia de Estado, se configuró en México la primera asociación a favor de los derechos de las personas LGBTTTIQ+, la cual llevó por nombre Frente de Liberación Homosexual de México (FLH). Este grupo fue la reacción de un grupo de homosexuales tras un acto de discriminación en contra de un hombre despedido por una tienda departamental en la Ciudad de México al creer que era homosexual; entre los participantes se encontraban el escritor Carlos Monsiváis y la dramaturga Nancy Cárdenas.

Posteriormente aparece la agrupación SEXPOL, un colectivo creado por el activista Antonio Cué en 1975 y dedicado a los estudios de índole académica en torno a la sexualidad y la política. Para 1978 surge el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR), el cual basaba su trabajo en la disidencia y el apartidismo político y tenía entre sus filas a activistas como Juan Jacobo Hernández. Finalmente aparecen otros grupos más, conformados por mujeres lesbianas: Ákratas (1975), Lesbos (1977) y Oikabeth (1978), considerada la primera organización pública de mujeres lesbianas.

En ese contexto de esperanza y habiendo impulsado la primer marcha por el orgullo homosexual, las agrupaciones decidieron que era el momento de un movimiento más visible y más político pero también más riesgoso. Enfrentar al Estado represor encabezado por Durazo.

— Juan Jacobo. Cuéntame qué sabes del aparato espía del PRI. Cuál era su relación con ustedes y su movimiento.

—Me parece que a nosotros jamás nos espiaron. Es más nos avisaban cuando necesitaban información, si algún agente de gobernación quería información de nosotros, incluso algunos (de nuestros integrantes) eran bastante tremendos y los agentes salían con su premio. Le daban gusto al gusto. Jé.

—El 8 de mayo de 1980 hicimos una parada enfrente de Tlaxcuaque, ahí donde operaba el Negro Durazo en plena matanza de narcotraficantes colombianos que los policías torturaban y mataban para aventarlos al río Tula por órdenes de Durazo. Entonces no nos querían dejar pasar pero dejaron subir a una pequeña comitiva, entramos a la oficina de Durazo y cuando nos vio se burló. Sonriendo le entregamos una carta… Nos atiende y estas locas no se callan. Entonces, fue un enfrentamiento que sí nos dio mucho miedo.


Aquella carta aun se encuentra en el expediente policíaco. Misma fecha y mismo lugar a donde la privilegiada memoria de Juan Jacobo nos llevó.

Así concluye ese episodio. Tanto para la policía secreta como para Juan Jacobo, hasta que el 2 de octubre del mismo año (1980, durante el doceavo aniversario de la Matanza de Tlatelolco) el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR), el Grupo Lambda de Liberación Homosexual y el Grupo Autónomo de Lesbianas Oikabeth participaron de nueva cuenta en un contingente en la marcha conmemorativa del movimiento estudiantil de 1968 y el espionaje, que para algunos fue contubernio sexual o diversión inocente, siguió operando.

El primer caso de SIDA llegó a México en 1983. El acontecimiento tuvo lugar en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, al sur de la Ciudad de México. Tan sólo un año después, el interés del gobierno espía del Partido Revolucionario Institucional (PRI), tomó un extraño rumbo pues los policías comenzaron a investigar y registrar las protestas, así como a los grupos de activistas que apoyaron a personas seropositivas.

DiverSIDAd y protestas

A partir del momento en que se registró aquel primer caso de SIDA,  la vida de cientos de personas cambiaría para siempre. En este punto, explica Manolo Arellano, trabajador de Clínica Condesa, periodista y ex militante de los movimientos homosexuales de los años 80, la comunidad se dividió.

Según lo narra, el FHAR tenía una visión y posturas más radicales que el resto de grupos (Lambda y Horus). Mientras Grupo Lambda intentaba hacer activismo con un corte más político, como el ingresar cuotas para acción afirmativa, FHAR se negó a negociar con los partidos, motivo por el cual integrantes de diferentes agrupaciones de homosexuales y lesbianas se sumaron a las filas del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y el Partido Obrero Socialista (POS). Esos esfuerzos dieron como resultado a los primeros candidatos y candidatas como Claudia Hinojosa Max Mejía, quien decide afiliarse a los movimientos feministas. Este mismo año, como consecuencia de dicha separación, el FHAR cierra de manera oficial como agrupación y se transforma en Grupo Sol, ya dirigido solamente por Juan Jacobo Hernández.

Sobre el SIDA, comenta Arellano “ese nos lo trajeron de Estados Unidos, o fuimos por él. Como sea que quieras verlo”, dice mientras intenta recordar cuándo fue que realmente comenzaron a aparecer las pancartas por la salud sexual del colectivo. “Fue en el 83, por algunos personajes, pero como consigna no recuerdo algo antes del 86”, dice. Y es así.

Tan sólo un año después del primer reporte de una persona seropositiva en México, en el contexto del día internacional del Orgullo homosexual, celebrado en Ciudad de México (CDMX), aparecieron también las primeras consignas que acompañarían a la causa por la diversidad y que fueron reportadas con las autoridades de la policía federal o DFS.

Según lo reportado en el expediente de la diversidad en la DFS, en ese mismo año (1983),  Rosario Ibarra de Piedra apareció como candidata a la presidencia de México con el apoyo de las agrupaciones de la diversidad sexual. Esto como resultado de los acuerdos con los colectivos de los que habló Arellano. Aquel intercambio de apoyos marcaría el rumbo de la política pública de la diversidad. 

Según lo narra Manolo Arellano, para llegar a ocupar un espacio en los medios de comunicación y hacer frente a los prejuicios, en 1990 Arturo Díaz (activista y fundador del suplemento especializado en VIH Letra S) y Francisco Galván, quién ya tenía un diagnóstico de SIDA avanzado, publican el suplemento Sociedad y SIDA en el periódico El Nacional. Al mismo tiempo que aparecen los primeros medios de comunicación especializados, se funda la organización Calamo, primer agrupación que atendía casos de VIH en el país en haber logrado registro ante las autoridades.



Publicado originalmente en ZonaDocs