Alejandro Valenzuela/Vícam Switch

Si en un prado pusiéramos un letrerito que diga: “No pisar el pasto” y eso fuera suficiente para que la gente no lo pisara, entonces sería innecesario (y nos ahorraría el gasto) poner un policía a vigilar. Teniendo como trasfondo el hecho de que la corrupción en México no se crea ni se destruye, sólo se transforma, veamos lo siguiente:

El Banco de México es un órgano independiente porque los gobiernos, siempre sedientos de fondos públicos, pueden caer en la tentación de imprimir dinero para sus obras emblemáticas (todos las tienen), creando más problemas que soluciones. Así lo hicieron antes y así lo intentó este gobierno para hacer uso de las reservas internacionales.

La Suprema Corte es parte del sistema de división de poderes porque los presidentes (que siempre han dominado al congreso o, al menos, a sus bancadas) tienen la tentación de gobernar violando la Constitución para acelerar lo que ellos creen bueno. La Corte no representa a nadie, y menos al pueblo: representa a la Constitución y frena a los otros poderes en su tentación de violarla.

La Comisión Nacional de Derechos Humanos surgió porque todos los gobiernos tienden a violarlos, aunque sea de palabra (“las feministas son manipuladas por los neoliberales”, por ejemplo) pero no han faltado los asesinatos y las ejecuciones. Si los gobiernos garantizaran ese respeto, la comisión fuera innecesaria.

El INE, antes IFE, nació por esa tendencia intrínseca de todo gobierno de quedarse con todas las canicas (el carro completo) y su impulso de lograr mayorías soviéticas superiores a las dos terceras partes para hacer lo que les dé la gana. El gran fraude electoral de Carlos Salinas contra Cuauhtémoc Cárdenas, orquestado por Manuel Bartlett, hoy obradorista de primera línea, fue el detonante de la independencia del órgano electoral. En países civilizados, nadie sabe quién cuenta los votos porque se confía en las pequeñas instituciones, pero no en México.

Los otros órganos autónomos son también diques que la sociedad le impuso a los tres poderes, pero sobre todo al ejecutivo, para que no hiciera lo que les dé la gana. Si el gobierno (y allí habría que decir que todos los gobiernos de aquí en adelante, cosa imposible) se van a ceñir a las reglas y a la transparencia, esos órganos podrían desaparecer sin más. Pero si no es así, se abre una puerta para que el ejecutivo haga lo que le dé la gana.

Quien defienda la desaparición de los órganos autónomos, sin que antes haya una revolución moral de México (cosa que hasta aquí no ha habido porque lo que hay es una simulación similar a la renovación moral de la sociedad que hubo en el priismo), tiene que saber que está defendiendo el regreso al autoritarismo priista más recalcitrante, aunque se disfrace de transformador, lo cual lo hace más peligroso, como lo era para los borregos el lobo disfrazado de oveja.

Publicado originalmente en: https://www.facebook.com/alejandro.valenzuela.7921