Por: Jorge Tadeo Vargas.
El sistema nos hace creer que somos mejores porque reciclamos y usamos productos que lleven la consigna de que son reciclados, ambientalmente responsables, sin cuestionarnos todo lo que vienen detrás de esta etiqueta. Somos consumistas incluso de estos productos que son la nueva moda y estos nos lleva a percibirnos como una sociedad consumista pero responsable.
Si existen temas en particular sobre las problemáticas ambientales que vivimos actualmente es la crisis de la basura, que junto a la crisis climática son los temas centrales de la agenda ambiental de los grandes medios de comunicación en el mundo. Incluso lo relacionado con la basura se convierte muchas veces en el caballo de batalla de ciertos políticos para ganar elecciones.
A pesar de esto, del bombardeo mediático, pues las comunidades que tienen acceso a la televisión, radio y/o internet, gracias a este bombardeo tienen conocimiento de esta problemática, saben sobre reciclaje, el re-uso de ciertos materiales, han escuchado en muchas ocasiones sobre las tres erre’s, sobre cómo ser ambientalmente responsable, “ecofriendly”, a pesar de todo esto, el aumento de la basura continua y las necesidades para la gestión también aumenta, tanto en lo que se refiere a territorio como en los impactos negativos del manejo.
En este bombardeo mediático solo dan información a medias o maquillada a la medida de las necesidades de los gobiernos y la iniciativa privada, responsabilizando al mismo nivel a los ciudadanos, los gobiernos y las empresas, buscando una responsabilidad compartida, desde donde las autoridades pueden y deslindan responsabilidades para la gestión y la disposición final de la basura o los Residuos Sólidos Urbanos (RSU).
Ahora, si bien es cierto que existen responsabilidades de todos los actores involucrados, también es cierto que éstas son diferenciadas tanto por la participación activa y las obligaciones que tiene cada uno en la extracción, producción, comercialización y disposición de los productos que se convierten en RSU. Pues no es lo mismo la empresa que extrae los materiales para convertirlo en un producto o el ciudadano que los compra, los usa y los desecha para continuar consumiendo más. Mucho menos de los gobiernos que tienen la obligación de buscar un manejo que sea sustentable y con el menos impacto socio-ambiental. Obligación que por supuesto no cumple y cuando lo hace es por una presión y/o iniciativa ciudadana contraria a los intereses de las autoridades responsables que buscan privatizar el manejo de los RSU, generando con esto una deuda económica, social y ecológica para los municipios.
Más allá de las responsabilidades diferenciadas y dentro de la sobreexposición mediática, la desinformación, las verdades a medias; lo que rige el concepto que tenemos de nuestros residuos, es que son algo malo, sucios, incluso satanizando a los que viven de recuperar el material descartado que aún tiene valor comercial. En las ciudades los recolectores o pepenadores son lo más bajo de la escala social, muchas veces excluidos de los mismos grupos que ya de por si son excluidos dentro de la sociedad, por lo tanto, en nuestro imaginario, consideramos a los residuos como algo malo. Con sus excepciones, como lo son aquellos materiales que la industria nos promueve por medio de los medios de comunicación que son importantes de recuperar.
Un ejemplo de esto es el plástico PET. Uno de los productos que en los últimos años ha causado una revolución en el consumo, el cual es un gran negocio para la iniciativa privada promover su recuperación. En México varias empresas tienen el monopolio del “reciclaje” del plástico PET con el cual se ahorran millones de pesos al año, además de que tienen la oportunidad de maquillarse como empresas ambientalmente responsables. Aunque lo que se oculta tras de estas campañas supuestamente ecológicas es un capitalismo verde que sigue promoviendo la cultura del usar y tirar. No propone soluciones reales al problema de los residuos, sino que fomenta el uso de un plástico que tiene en su propia naturaleza el ser desechado después de usarse y aunque ahora se busquen nuevas alternativas a este producto principalmente, no son sino soluciones a un problema que de entrada no debería de existir.
Para entender un poco la problemática de los RSU tenemos que irnos más atrás de lo que ahora mismos llamamos basura, que no es sino una mala gestión de los residuos que produce cualquier actividad humana. En el caso del modelo actual de producción, que va desde la extracción, producción, consumo y disposición final, es decir un modelo lineal que genera grandes impactos negativos en todos sus procesos; impactos que van desde la pérdida de territorios, comunidades desplazadas y ecosistemas dañados, pasando por la cantidad de tóxicos que se generan en la producción de los productos y terminando con la disposición final que en el manejo actual de los residuos cuando estos no terminan en vertederos a cielo abierto, es enterrado o incinerado, afectando la salud ambiental y humana. Un sistema lineal no permite el cierre del ciclo natural de los recursos utilizados para nuestro consumo, al contrario fomenta el extractivismo y su principal motor: el consumismo. Veamos, cuando en promedio cada habitante del planeta genera alrededor de medio kilo de residuos al día, tenemos entonces que existe en la forma que consumimos el principal problema.
Esto no es del todo cierto, sin embargo ha sido el discurso central que escuchamos por parte de las autoridades cuando intenta simplificar el problema, llevando a la ciudadanía al mismo nivel de responsabilidad que los gobiernos y la iniciativa privada. Así como los medios nos invitan a reciclar, a poner en práctica en nuestra vida diaria las tres erre’s, también nos dicen que mientras más consumimos más felices seremos, la civilización está diseñada para eso. Ha venido perfeccionando esta trampa desde la revolución industrial a la fecha. Esta trampa que ha venido creando muchas de las crisis que vivimos actualmente, entre ellas la crisis climática.
Para esto ha venido perfeccionando algunos mecanismos siendo la obsolescencia programada y percibida dos de sus mejores mecanismos de control. La primera produciendo productos con una vida de uso muy corta, imposible de reparar o incompatibles con otros productos con la misma función, obligándonos a cambiarlos cada vez en menor tiempo. La segunda se vale de la moda y los medios de comunicación para decirnos que sino usamos los productos de temporada, sino cambiamos la computadora o el teléfono celular cada año, no somos actuales, no estamos aportando al crecimiento y desarrollo del país y por lo tanto no estamos contribuyendo al avance del sistema.
La obsolescencia percibida es tan fuerte que incluso ya está inserta en las problemáticas ambientales, buscamos productos “ecofriendly”, sin importar sin los necesitamos o no, nos hace percibirnos como comprometidos con el medio ambiente y nos dota de cierta superioridad moral ante los que no lo hacen. No importa que esto sea porque estos productos no están al alcance del bolsillo de la clase baja. El sistema nos hace creer que somos mejores porque reciclamos y usamos productos que lleven la consigna de que son reciclados, ambientalmente responsables, sin cuestionarnos todo lo que vienen detrás de esta etiqueta. Somos consumistas incluso de estos productos que son la nueva moda y estos nos lleva a percibirnos como una sociedad consumista pero responsable. Una nueva treta del modelo que ahora se pinta de verde. Eso sí, sin cuestionar, sin preocuparnos de nada más. Sin llegar a la raíz central del problema. Un modelo construido bajo la premisa del usar y desechar.
La crisis de los RSU que se vive actualmente está dentro de este nuevo capitalismo verde, que engloba todos los sistemas de gobierno sean de derecha o izquierda, y se presenta como una oportunidad de negocios verdes para muchos gobiernos y empresas, principalmente en los países del Sur Global donde los Rellenos Sanitarios y las incineradoras comienzan a repuntar como las soluciones para el manejo privado de los residuos que son solo una solución al final de tubería que no resuelve para nada una crisis inserta dentro del mismo modelo. Es decir, aún si recuperáramos el 85 por ciento de los residuos inorgánicos que pueden ser reciclables o re-utilizables cerrando con esto el ciclo natural de los residuos no permitiendo el enterramiento o incineración; si el cien por ciento de los residuos orgánicos fuera a parar en compostaje que sirviera para nutrir nuestras tierras agrícolas de forma natural sin agro-tóxicos, solo resolveríamos el problema de la disposición final.
Continuaríamos con el problema de la producción, los tóxicos que se usan en esta etapa del sistema lineal y que se forman en el proceso. Incluso recuperando el cien por ciento de nuestros residuos, estos seguirán dentro del modelo privatizador esclavizante que no serviría de mucho cerrar el círculo de los residuos. Aún quitando la extracción directa de la ecuación, quedan las otras necesidades del modelo, donde continua la extracción, esto es quiere decir que la producción en masa seguiría necesitando más territorio para continuar con sus procesos.
Que no se malentienda: cambiar el modelo de gestión de residuos es necesario y hasta obligatorio para la supervivencia de las comunidades y los ecosistemas. Necesitamos otro modelo de gestión que no sea el enterramiento o la incineración, donde los pepenadores tengan la dignidad que se merecen. Planes de Basura Cero son una verdadera solución comprobada en muchos países y ciudades. Sumando a esto debemos de plantearnos un nuevo modelo de producción y consumo. ¿Cómo? Planteando métodos de producción y verdadero consumo local, sin el uso de materiales tóxicos en ninguno de los procesos, recuperar espacios, acciones que nos permitan retomar los territorios en todo el sentido del concepto. Avanzar hacia modelos de producción basado en enfoques ecosistémicos y no en modelos económicos.
Un cambio de tajo en el modelo extracción-producción-consumo es un buen comienzo para este cambio paradigmático tan necesario para romper con el modelo actual de relacionarnos con nosotros y la naturaleza.