El 3 de octubre, la recién electa presidenta Claudia Sheinbaum saludó a las fuerzas armadas del ejército del que ahora es comandanta suprema. Horas antes, en su conferencia mañanera y ante preguntas de un periodista, tuvo que referirse a la que podríamos –o deberíamos– denominar la primera masacre ocurrida en su sexenio cometida por el ejército mexicano. Nombrar la masacre no es un acto inmediato o sencillo, pero sí necesario e implica reconocer el carácter civil y de indefensión de las víctimas y ¿qué más indefensión que la de aquellas personas provenientes de países en guerras y extremadamente pauperizados y que son obligadas al tránsito clandestino y en condiciones inhumanas por México?
Durante las primeras horas de su mandato presidencial, en la noche del 1 de octubre, apenas horas antes de la conmemoración del 56° aniversario de la masacre de estudiantes en Tlatelolco, elementos del ejército mexicano asesinaron a seis personas en el tramo carretero de Villa Comaltitlán a Huixtla en Chiapas. Desde las primeras comunicaciones oficiales por parte de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) y la Fiscalía General de la República (FGR), se supo que el ejército abrió fuego contra un camión de redilas que transportaba 33 personas migrantes de distintas nacionalidades. En esta ocasión había inmigrantes no solo originarios de algún país de Centroamérica o el Caribe, sino que los comunicados oficiales también resaltaron las nacionalidades pakistaní, nepalí, egipcia y “árabe” [1].
La presidenta confirmó “el fallecimiento” de seis personas y afirmó que provenían de Perú, Egipto y El Salvador, y señaló que dos elementos castrenses estaban siendo investigados tanto por instancias militares como por la FGR y que se indagaría si había alguna cadena de mando o “los hechos” habían ocurrido solo por el actuar de los militares que dispararon. Tanto la FGR como la SEDENA señalaron en sus respectivos comunicados que los disparos ocurrieron para repeler un ataque; sin embargo, la presidenta no contestó la pregunta que le hicieron esa mañana sobre si se habían encontrado armas en el vehículo que transportaba a las personas migrantes. Durante la conferencia mañanera, la presidenta no mencionó la palabra “masacre”, y tampoco lo hicieron los comunicados de la SEDENA o la FGR [2].
Nombrar lo sucedido como “masacre” es un acto necesario para visibilizar y posicionarnos frente a estos eventos. En México no existe tipificación penal para la masacre y el derecho internacional lo contempla como parte o en relación con el genocidio [3]. En Colombia, Guatemala y países de Europa del Este, han existido extensos debates sobre cuáles son las características de las masacres y por qué las categorías de “multihomicidio” u “homicidios múltiples” no alcanzan a dar cuenta de la especificidad de estos eventos de violencia.
Aunque no siempre se contemplan las mismas características –como por ejemplo el número de víctimas que puede ir de un mínimo de tres a siete según el país e incluso el momento político que se viva, o si la crueldad en el tratamiento de los cuerpos de las víctimas debe ser considerado para definir la masacre– existe consenso en señalar que una masacre es un evento que sucede en un mismo espacio-tiempo delimitado y sobre todo en la indefensión y carácter civil de las víctimas que pierden la vida frente a grupos armados estatales o paraestatales con intencionalidades específicas [4].
Este carácter de civilidad e indefensión de las víctimas es central porque permite pensar en nuevas formas de guerra en las que ya no son los ejércitos tradicionales quienes se enfrentan por controles territoriales o búsqueda de hegemonía, sino que las guerras en contextos de capitalismo neoliberal tienen como principal blanco a la población civil para ejercer poder económico y político. En ese panorama, vale la pena preguntarse ¿no es ya momento de reconocer el momento de guerra que vivimos en el país?
Llamar la atención sobre la importancia de nombrar la masacre, implica no sólo la exigencia de creación de tipos penales, sino del reconocimiento social de estos eventos y de sus víctimas directas, sus familias y comunidades. Por tanto, en este caso existe además una segunda exigencia de reconocimiento que implica contemplar la especificidad de las víctimas. Lo sucedido el primero de octubre es una “masacre de migrantes”, que se suma a una larga lista de masacres [5] que han contemplado entre sus víctimas, principalmente a personas que genéricamente llamamos “migrantes”, es decir personas extranjeras en contextos de movilidad forzadamente clandestina por México.
Pero nombrar y agrupar las “masacres de migrantes” tampoco es un proceso inmediato: ha sido un esfuerzo político por parte de las comunidades de las víctimas y sus acompañantes que llaman a contemplar las formas de violencia que atraviesa este país y las vulnerabilidades específicas de las víctimas. Reconocerlas como tal, implica también atender demandas jurídicas y sociales que permitan identificaciones certeras de las víctimas que lleven, no solamente conocer sus identidades personales, sino sus identidades sociales y culturales: ¿quiénes son, de dónde vienen, y por qué sus vidas y sus cuerpos son tratados de esa forma? ¿Qué lugar ocupan las vidas migrantes en las economías legales y paralegales en la región? ¿A quién le faltan, cómo se duelen sus comunidades por su ausencia? ¿Cómo se piensa la justicia desde esos espacios, qué hacer para que no vuelva a suceder?
En la mencionada conferencia mañanera, Claudia Sheinbaum señaló que lo sucedido es algo que “que no se puede repetir”. Lo que no recordó es que esta no es la primera “masacre de migrantes” y que cada sexenio, incluyendo el de Andrés Manuel López Obrador, ha tenido sus masacres de migrantes. Tampoco recordó que una de las Secretarias de Gobernación del gobierno de López Obrador, Olga Sánchez Cordero, ya había dicho en el marco de la masacre de Camargo de 2021 –donde fueron asesinadas y calcinadas 16 personas, la mayoría de origen mam guatemalteco y de la que ya han sido procesados policías federales– que algo así no podía repetirse y que la masacre de Camargo era distinta a la sucedida en otros sexenios. [6] Efectivamente, en la sucedida el pasado 1° de octubre hay una diferencia fundamental: fueron elementos castrenses quienes dispararon contra las personas migrantes. Si en las otras hubo o no participación directa o indirecta del Ejército es algo que conoceremos solo con investigaciones certeras, pero esta vez es significativo que no haya posibilidad de negar la participación del ejército en las violencias hacia personas migrantes.
Me temo que, así como las palabras de Olga Sánchez Cordero se volvieron vacías, las de la actual presidenta también se quedarán en un dicho que carece de asidero real. Me temo, que las masacres de migrantes seguirán sucediendo en este país mientras se continúe con políticas de militarización que arrastramos desde inicios de milenio y que continuaron con el gobierno de la cuarta transformación y, aún más cuando son fuerzas militares –ahora incluyendo a la Guardia Nacional– las que están encargadas de la contención del avance de miles de personas que intentan transitar por este país. Me temo, que seguirán sucediendo mientras, aun cuando existe un rostro humanitario, las políticas migratorias continúen endureciéndose contra quienes buscan una vida digna, y mientras la xenofobia y el racismo estatal sigan existiendo.
He aprendido con familiares de víctimas de estos sucesos que “nombrar” la masacre no es un acto sencillo, pues implica domesticar y desprivatizar un dolor tan profundo que mutila la palabra. Pero también he aprendido con ellas y ellos, la importancia de nombrar los hechos como son, porque ese es quizá un primer paso para reconocerlos y hacerles frente en una dimensión amplia que supera el evento de violencia en sí mismo. Nombrar la masacre es el primer paso para señalar a todas las personas responsables, más allá de los perpetradores directos, para apuntar al contexto de guerra que vivimos. Nombrar la masacre es el primer acto para comenzar a construir el difícil camino hacia la justicia y la verdad, es el primer acto para no olvidar y con suerte…el primer paso real hacia la no repetición.
*Sandra Odeth Gerardo Pérez es doctora en antropología social, investigadora asociada del GIASF y colaboradora solidaria de la Red Regional de Familias Migrantes.
El Grupo de Investigaciones en Antropología Social y Forense (GIASF) es un equipo interdisciplinario comprometido con la producción de conocimiento social y políticamente relevante en torno a la desaparición forzada de personas en México. En esta columna, Con-ciencia, participan miembros del Comité Investigador, estudiantes asociados a los proyectos del Grupo y personas columnistas invitadas (Ver más: http://www.giasf.org)
La opinión vertida en esta columna es responsabilidad de quien la escribe. No necesariamente refleja la posición de adondevanlosdesaparecidos.org o de las personas que integran el GIASF.
Referencias:
[1] https://www.gob.mx/sedena/prensa/sedena-informa-sobre-hechos-ocurridos-en-chiapas
El comunicado de la SEDENA mencionó nacionalidad “árabe”, lo que es incorrecto en tanto que la denominación hace referencia no a una nacionalidad sino a un pueblo con características lingüísticas y culturales que habita en diferentes países del norte de África y Oriente Medio.
[2] “La Fiscalía respalda la versión del Ejército sobre la masacre de seis migrantes en Chiapas”, El País, 4 de octubre de 2024, https://elpais.com/mexico/2024-10-04/la-fiscalia-respalda-la-version-del-ejercito-sobre-la-masacre-de-migrantes-en-chiapas.html
[3] Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional https://www.un.org/spanish/law/icc/statute/spanish/rome_statute(s).pdf , aunque este estatuto usa el conceto “matanza” en relación al genocidio.
[4] El seminario Alejandro Arteaga del GIASF en 2021 abordó debates en torno a la conceptualización de la masacre, disponible en: https://www.giasf.org/eventos.html . Próximamente saldrá un libro con artículos derivados de esas reflexiones. Igualmente he desarrollado una reflexión más amplia en torno a la conceptualización e importancia de visibilización de la masacre en la tesis de doctorado “Desbordar fronteras, desbordar violencias: Comunidades político-afectivas frente a violencias sufridas por personas migrantes hondureñas en México. La comunidad alrededor de la masacre de Cadereyta” disponible en : https://ciesas.repositorioinstitucional.mx/jspui/handle/1015/1758
[5] Me refiero a los eventos que hemos reconocido como masacres en las que agrupo: la masacre de San Fernando de agosto de 2010, en donde fueron asesinadas 72 personas, de las cuales a la fecha de esta investigación se han identificado 63 que se vinculaban a un proceso migratorio: 26 de origen hondureño, 13 de Guatemala, 14 salvadoreñas, cinco de Ecuador, 4 de Brasil y uno de la India; el hallazgo de más 48 fosas clandestinas con aproximadamente 193 cuerpos en abril de 2011, de los cuales aún faltan por identificar 55 personas, la mayoría mexicanas pero también varias originarias de Guatemala, Honduras en contexto de movilidad; la masacre de Cadereyta, Nuevo León de 2012 en la que fueron asesinadas 49 personas de las que se han identificado a 18 hombres: cuatro mexicanos, un guatemalteco, dos nicaragüenses y once hondureños; el hallazgo de una fosa clandestina en Güemez, Tamaulipas en 2015 con 16 personas, tres de ellos hondureños y trece de origen guatemalteco; la masacre de Camargo, Tamaulipas el 22 de enero de 2021 en la que fueron asesinadas y calcinadas 16 personas de origen mam de Guatemala, dos mexicanos y un salvadoreño; y la masacre en Ciudad Juárez, Chihuahua, sucedida el 27 de marzo de 2023, cuando las instalaciones de un centro de detención migratoria se incendiaron dejando como saldo 40 personas del sexo masculino fallecidas: 19 guatemaltecos, siete salvadoreños, siete venezolanos, seis hondureños y un colombiano.
[6] Gerardo Pérez, Sandra Odeth, “¿No repetición? La masacre de Camargo en el continuum de violencias contra personas migrantes en México”, ¿A dónde van los desaparecidos?, 18 de febrero de 2021, en https://adondevanlosdesaparecidos.org/2021/02/18/no-repeticion-la-masacre-de-camargo-en-el-continuum-de-violencias-contra-personas-migrantes-en-mexico/
**Foto de portada: especial
Publicado originalmente en A dónde van los desaparecidos