Oscar Yescas Domínguez

En el marco de la crisis estructural del sistema capitalista que estamos padeciendo en todo el orbe y que genera una gran desigualdad social, el tema de la violencia social adquiere gran importancia debido a que en nuestra vida cotidiana se incrementan los casos de violencia de todo tipo en el mismo ritmo que se incrementa la inseguridad social.

Diversas teorías intentan explicar este fenómeno del incremento de la violencia y dentro de ellas no están ausentes aquellas que pretenden distorsionar la realidad al individualizar el problema y afirmar que los casos de violencia (de cualquier tipo) son consecuencia de individuos que provienen de familias disfuncionales y/o que presentan graves problemas “de personalidad”.

Lo cierto es que la violencia actual es consecuencia directa de la crisis social que estamos padeciendo, misma que no se limita a una crisis económica, o a una crisis política, sino que atraviesa a todas las instituciones que forman parte de nuestro sistema social, ya sea los partidos políticos, la Iglesia, la Escuela, los Sindicatos, la Familia, las instituciones gubernamentales, etc.

Nos encontramos ante la presencia de una crisis en la relación dirigente dirigido, una crisis de credibilidad que se presenta en la forma de una crisis de liderazgo, agravada por una crisis de valores producida por la enajenación que produce el sistema capitalista al desvanecer todo tipo de valores humanos ante el predominio del dinero como lo más importante en estos tiempos de fomento desmedido al consumo de bienes y servicios, en momentos en los que millones de personas son empujadas a vivir en condiciones de miseria ya que una de las características principales del momento histórico que estamos viviendo es la existencia y crecimiento de una enorme desigualdad social, que se intenta ocultar con explicaciones maniqueístas que hablan de la existencia de “triunfadores y perdedores”, en lugar de hablar de ricos y pobres.

En los primeros años de este siglo y del nuevo milenio, fui invitado a participar como uno de los ponentes principales en un evento de análisis sobre el tema de la violencia social, organizado por la División de Ciencias Sociales de la Universidad de Sonora.

Unos años atrás había finalizado una investigación psicosocial sobre el tema de las representaciones de la violencia en México, junto con psicólogos sociales de otros estados de la república mexicana y yo conduje la investigación en la parte correspondiente al capítulo de Sonora, cuyos resultados los publiqué en m artículo Pensamientos psicosociales sobre la violencia en Sonora

Recuerdo que el auditorio del Centro de las Artes estaba completamente lleno de estudiantes y después de mi presentación (que despertó cierto entusiasmo y murmullos del público porque la presentadora no escatimó tiempo en leer buena parte de mi currículum, que a pesar de haber atendido la petición de entregar un minicurrículum, cometí el error de entregar una cuartilla entera y la leyó completa. Terminó mencionando mi más reciente investigación sobre el tema), subí al podio y mientras hacía contacto visual con los más de 400 asistentes dije mis primeras palabras y al ver el cambio de semblantes percibí que cayeron como balde de agua fría:

“Quizá esperen ustedes que nuestra investigación sobre la violencia social proporcione resultados que nos alimenten la esperanza de que la violencia disminuirá en los próximos años. Lamentablemente no es así, les tengo malas noticias, la ola de violencia que vivimos en este inicio del nuevo milenio no disminuirá en los próximos años, al contrario tenderá a aumentar considerablemente por lo que debemos prepararnos para enfrentarla”.

Dicho y hecho, desafortunadamente el tiempo me dio la razón y hoy en día la violencia y la inseguridad social son el pan de cada día. Desde una perspectiva psicosocial este aumento era predecible en la medida de que la violencia social tiene un origen estructural ya que sus causas están ancladas en un sistema social que presenta una tendencia a aumentar la desigualdad social que vivimos hoy en día.

Aquella investigación psicosocial en la que participé coordinando la parte correspondiente al Estado de Sonora, fue parte de una investigación más amplia en la que participaron psicólogos sociales de La Universidad Autónoma Metropolitana, (UAM), la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y la Universidad de Sonora.

Para realizarla recibimos asesoría internacional de la Dra. Denise Jodelet Directora del Laboratorio de Psicología social en Paris, Francia, quien vino a nuestro país en varias ocasiones para impartirnos seminarios y brindar su valiosa asesoría. Varios de los psicólogos participantes en esta investigación fueron alumnos suyos que realizaron estudios de Doctorado en Psicología social en aquel país.

Dentro de ellos se encontraba un amigo personal, el Dr. Javier Uribe catedrático de la UAM, responsable de coordinar la investigación sobre representaciones sociales de la violencia en la ciudad de México y quien fue autor de diversos estudios sobre la violencia social tema en el que se especializó y trabajó durante muchos años. Precisamente fue el quien me sugirió titular el reporte de mi investigación con las palabras “Pensamientos psicosociales”. La ironía fatal fue que tantos años de investigación científica dedicados a este tema no evitaron que su vida terminara cuando el Dr. Uribe fue cobardemente asesinado por arma de fuego al resistirse a ser objeto de robo al salir de un cajero automático.

Desde aquel entonces a la fecha, la violencia ha ido en aumento con lo cual se ha ido incrementando el número de víctimas en hechos violentos. Hace unos días fue asesinado también en un acto de robo domiciliario otro amigo, Moisés Mirazo, economista, empresario, luchador social y excompañero de trabajo en el instituto Mexicano del Café (Inmecafe), quien fue apuñalado en su propia casa al resistirse al robo.

¿Qué podemos pensar en estos momentos de gran inseguridad en los que ni en nuestra propia casa podemos estar seguros de la violencia delincuencial? Y sobre todo ¿Qué podemos hacer?

Creo que en principio debemos tomar consciencia de que nuestros problemas personales tienen un origen político en la medida de que estamos determinados por políticas económicas que tienden a desaparecer la seguridad social, aumentar la explotación laboral, incrementar el desempleo, generar más pobreza y en consecuencia mayor desigualdad social.

La violencia delincuencial surge no porque las personas sean malas por naturaleza, sino más bien por la falta de oportunidades de educación, de trabajo que impiden que los ciudadanos puedan elevar su calidad de vida. Al contrario, cada día vemos que disminuye nuestro poder adquisitivo, mientras que los precios de productos y servicios. En el mismo ritmo que aumenta la corrupción de nuestros gobernantes al desviar grandes cantidades del presupuesto público para fines privados, ignorando el reclamo social de invertir en obras públicas.

De esta manera podemos ver en nuestras ciudades colonias enteras sin alumbrado público, presencia de delincuentes que actúan a la luz del día con total impunidad porque la presencia policiaca es totalmente nula y ha llevado a que algunos vecinos de colonias se organicen por su cuenta para defenderse de la delincuencia.

Quienes se encuentran en el gobierno se protegen entre sí, los gobernadores que han saqueado las arcas de sus Estados, al finalizar su sexenio desaparecen con todo lo que robaron y las nuevas autoridades simulan que investigan pero en realidad protegen la huida de los criminales de cuello blanco, porque es un contrato psicológico implícito entre delincuentes de cuello blanco de proteger al ladrón que huye para que el que sigue haga lo mismo cuando el poder en turno termine.

Tan solo mencionemos dos nombres: Guillermo Padrés exgobernador de Sonora y Javier Duarte exgobernador de Veracruz. Saquearon las arcas de sus gobiernos, todo mundo sabía del latrocinio pero no se hizo nada en su momento, hoy están huyendo con sus maletas llenas y cuentas bancarias abultadas y me atrevo a pensar que gozan de la protección de funcionarios gubernamentales y políticos reconocidos, porque si caen ellos, junto con ellos caerán todos aquellos que se beneficiaron de la corrupción que encabezaron. Lo cierto es que son dos nombres que demuestran que la justicia no existe en México.

La alternativa inmediata de reforzar nuestras medidas de seguridad para salvaguardar nuestra integridad física y de nuestras familias es totalmente válida en este contexto. Como muestra un botón: en la calle donde vivo (que es una calle cerrada) se presentaron varios robos, tomé la iniciativa de hablar con los vecinos para hacer algo al respecto y como resultado de esto se creó una asociación de vecinos que nos hemos dado a la tarea de reforzar las medidas que garanticen nuestra seguridad. Esto implica participar en diversas actividades, invertir tiempo y esfuerzo, pero los resultados hacen que esta inversión de tiempo valga la pena.

Aun cuando la palabra “violencia” es un término polisémico, es decir que tiene muchos significados debemos reconocer que su surgimiento e incremento como violencia social es producto del incremento de la desigualdad social.

Pero debemos tener presente que la inseguridad social aumentará en la medida que aumenta la crisis económica y la crisis de nuestras instituciones responsables de brindarnos seguridad social afectada por una creciente corrupción, por lo que el sufrimiento colectivo continuará mientras siga imperando la corrupción por encima de todo lo demás.

Pero lo tanto, lo que también debemos hacer es presionar y exigir a nuestras autoridades municipales, estatales y federales para que cumplan con lo establecido en la ley y se pueda hacer realidad la utopía de que vivimos en un Estado de derecho en el que nadie debe estar por encima de la ley.

Debemos aumentar nuestra participación en la denuncia social de los actos de corrupción y desviación de presupuesto público que afecta el bienestar social. Debemos tomar consciencia de que la solución a los problemas de inseguridad pública no debe ser resuelta en forma individual, sino en forma colectiva y necesitamos aumentar nuestra participación social. De nosotros depende de que aquello que veíamos tan lejano: ser objeto de violencia, no se convierta en una realidad concreta. De nuestra participación social depende que dejemos atrás la angustia, ansiedad e inseguridad y recuperemos la tranquilidad perdida. No basta con quejarse, debemos actuar exigiendo nuestro derecho a tener seguridad pública y que los agentes policiacos no sean de sólo exclusivo para cuidar la seguridad de funcionarios gubernamentales.

Publicado originalmente en: https://oscaryescasd.blogspot.com/2018/10/pensamientos-sobre-laviolencia-actual.html