Oscar Yescas

Introducción

La Política sexual

De la revolución sexual del siglo XX a la miseria sexual del siglo XXI

Conclusiones

Introducción

Hace unas semanas me hicieron una entrevista como parte de una tarea académica a presentar en una institución universitaria, el objetivo era conocer mi percepción de la educación como profesor universitario jubilado, fue una experiencia interesante para ambas partes, porque las preguntas que me hicieron me llevaron a voltear la mirada hacia el pasado y verlo con una nueva mirada, enriquecida con la perspectiva de un trabajador académico en estado de jubilación, una jubilación que no significa necesariamente un retiro porque continúo investigando, leyendo, escribiendo y publicando artículos en mi blog personal, reconstruyendo una nueva identidad como escritor, lo cual significa vivir nuevas experiencias.

En la parte final de la entrevista surgió un cuestionamiento que me hizo pensar dos veces antes de responder y la pregunta fue ¿Existe algo de lo cual se arrepiente de haber hecho durante las décadas que laboró como trabajador de la educación y que desearía haber cambiado? Como somos seres humanos imperfectos, nadie está exento de cometer errores, pero finalmente respondí que a pesar de la existencia de experiencias que pudieran considerarse negativas a lo largo de mi vida, no cambiaría ninguna acción porque todo lo que hice allá y entonces me condujo al lugar en que me encuentro aquí y ahora y si acaso quisiera cambiar algo (lo cual no puedo hacer por supuesto), podría desencadenar un efecto dominó generando otros cambios que me llevarían a un lugar distinto de donde estoy ubicado, en el cual experimento una gran satisfacción y orgullo personal por lo que hice en el pasado.

Después de la entrevista continué con el hábito que me ha acompañado toda mi vida, que es la lectura de libros y por azares del destino en estos momentos estoy releyendo un libro que me hizo pensar que sí hay algo de lo cual podría decir que me arrepiento y es el hecho de que en mi deseo de compartir conocimientos y la sabiduría que he ido acumulando con el paso del tiempo, durante varios años presté una cantidad incalculable de libros de mi biblioteca personal a colegas docentes, estudiantes, amigos y familiares.

Lamento decir que sufrí grandes decepciones porque las personas que devolvieron esos libros prestados fueron la excepción y no la regla, ya que la gran mayoría de esos libros jamás regresaron a mis manos y lo sentí mucho porque dentro de ese tesoro bibliográfico que cambió de manos, se encuentran libros que tenían un gran valor para mí, ya sea porque los leí en momentos decisivos de mi vida, porque aprendí bastante de su lectura, porque me ayudaron a desarrollar un pensamiento autónomo, porque me ayudaron a crecer personal y profesionalmente, etc., pero la situación se complicó porque al solicitar su devolución, también perdí amistades porque varias personas se distanciaron de mí al atreverme a solicitarles su devolución.

 En conclusión, puedo decir que haber prestado libros con gran facilidad a personas que no valoraban los libros de la misma forma que yo los percibo y que no merecían una deferencia de ese tipo ya que abusaron de mi confianza y generosidad, son algunas de las decisiones que en verdad me arrepiento de haber tomado en mi vida.

Estas reflexiones vienen a colación porque estoy releyendo uno de los libros que presté, que nunca me lo devolvieron y que en su momento sentí mucho esa pérdida porque lo estaba leyendo cuando estaba en pleno proceso de redacción de mi tesis profesional para obtener el grado de licenciatura en Psicología en la Universidad Veracruzana (1) y era un libro fundamental para la construcción del marco teórico de la misma, me refiero al libro Política sexual de Kate Millet (2), un librocuya lectura ejerció gran influencia social al grado de cambiar la vida de millones de personas porque fue utilizado como un estandarte teórico que impulsó el movimiento feminista de la década de los setentas y contribuyó a lograr grandes cambios sociales.

Debido a que siempre he mantenido mi integridad y no he permitido que una acción individual cambie mi esencia, mi forma de ser, por lo que aún a pesar de esa experiencia, insistí en seguir confiando en las personas, mientras crecía profesionalmente y laboralmente, continué prestando libros a quienes mostraran interés en aprender sobre algún tema en particular y sólo bastaba que me pidieran un libro para proceder a prestarlo y por esa razón sufrí una merma considerable en la cantidad de libros que formaban parte de mi biblioteca personal. Considerando lo anterior, pienso que prestar libros es una decisión que debe tomarse después de valorar a quien lo solicita, porque no todas las personas están preparadas para valorar los libros como fuentes de saber, conocimiento y como una extensión de la personalidad de sus propietarios.

La Política sexual

El asunto es que pasaron décadas antes de volver a tener en mis manos una copia del libro Política sexual de Kate Millet gracias a una edición reciente y después de iniciar de nuevo su lectura, experimenté una especie de polifonía literaria, porque cuando lo leía la primera vez tenía 24 años de edad y 44 años después me encuentro releyéndolo con una perspectiva mucho más amplia gracias al aprendizaje obtenido con 33 años de experiencia como profesor universitario que me permitió crecer personal y profesionalmente. Además de lo anterior, debemos reconocer que esa diferencia en su lectura es determinante porque cabe mencionar que 25 años es el tiempo que se atribuye a un relevo generacional, por lo que debemos reconocer que muchas cosas han cambiado en estas últimas cuatro décadas en las que hemos padecido una oleada continua de cambios políticos, económicos, tecnológicos, geopolíticos, etc., han sido tantos años de cambios continuos que solía iniciar mis seminarios universitarios diciendo a mis alumnos de Psicología que “en los últimos 50 años han sucedido más cambios que en los últimos 200 años”.

Por esa razón algunos de los temas que señala la autora en ese libro como problemas sociales, ya han sido resueltos o se han convertido en derechos que disfrutan las mujeres de hoy gracias a la lucha del movimiento feminista, por lo que resulta apropiado ubicar como siempre la lectura de un texto en el contexto sociohistórico en el que fue escrito. 

El momento histórico en el que fue escrito este libro se caracterizaba por el surgimiento de una contracultura juvenil que emergía para cuestionar el autoritarismo prevaleciente en esa época, se registraba una creciente participación de la juventud en política, una juventud que lo mismo peleaba para conquistar derechos civiles para mujeres y en contra del racismo, en contra de la guerra en Vietnam, por el derecho a usar el cabello largo en hombres, minifalda en mujeres y la libertad de escuchar música de rock.

El contexto de la guerra de Vietnam, la expansión del movimiento hippie y la rebeldía juvenil dio origen a una nueva etapa del movimiento de liberación femenina en la que participaban juntos hombres como mujeres, luchando hombro con hombro, participando en grandes manifestaciones y lo hacían de acuerdo al contexto de una emergente contracultura de amor y paz que estaba surgiendo, es decir, luchaban de una manera pacífica bajo la premisa de “Soy un amante no un guerrero” (I am a lover not a fighter), por lo que la violencia estaba ausente en los manifestantes.

La década convulsa de los setentas fue el contexto en el que se escribió esta obra en la que Kate Millet afirmaba que la revolución social que estaba en curso no debía limitarse a una reestructuración económica o política, sino que debía incluir una revolución sexual que permitiera una reeducación de los roles masculinos y femeninos, por lo que convocaba a la juventud a participar en política para combatir la desigualdad de género para terminar con los prejuicios patriarcales con educativas que permitieran concientizar sobre la existencia de un poder masculino sobre las mujeres.

Justificó la necesidad de construir nuevas figuras de hombres y mujeres después de analizar las relaciones de poder que surgen en la interacción social entre los miembros de grupos, razas, castas clases y sexos y llegó a la conclusión de que a lo largo de la historia gracias a las luchas sociales han ido desapareciendo los privilegios que eran otorgados por nacimiento, la supremacía de algunos grupos o clases sociales sobre otras, pero lo que ha persistido de manera permanente en diferentes culturas, ha sido un modelo universal de dominio de un sexo sobre otro.

Este dominio que ha prevalecido a lo largo de la historia de la humanidad es la supremacía del hombre sobre la mujer, una forma de organización social a la que llamó el patriarcado, que ha sobrevivido a los cambios sociales y culturales que se han presentado durante siglos y que permanece vigente en nuestra sociedad debido a que la supremacía del hombre sobre la mujer es percibida como algo natural y esta percepción social es reforzada en las mentes de hombres y mujeres la aceptación de roles sexuales estereotipados que promueven figuras de hombre y mujer que interactúan en una clara desigualdad de géneros.

Kate Millet explica la vigencia del patriarcado como el resultado de una especie de colonización interna que lleva a la aceptación colectiva de las diferencias sociales entre hombres y mujeres bajo el razonamiento de que son producto de diferencias biológicas, por lo que el planteamiento central de su tesis fue demostrar que estas diferencias en realidad provienen de un aprendizaje social que se obtiene en el proceso de socialización que estructura la personalidad psicosocial de hombres y mujeres, dentro de una cultura que promueve una ideología patriarcal que justifica las relaciones de poder masculino sobre las mujeres y considera la desigualdad de género como “algo natural”.

En este punto coincide con las aportaciones que hicieron en los años 60 dos figuras de gran relevancia social que representan el activismo con fundamento teórico que buscaban desencadenar una liberación social utilizando una pedagogía que se basaba en la liberación de dos sectores socialmente oprimidos.

El primero de estos autores fue Franz Fannon quien escribió dos obras fundamentales “Piel negra, máscaras blancas” (3) donde cuestiona la ideología como representación distorsionada de la realidad que humilla a unos y enaltece a otros. En este texto describe la alienación de las personas de raza negra que se auto perciben como seres de segunda clase en culturas en las que la figura de hombres y mujeres blancas representan el poder y el éxito. Afirmó que las imágenes ideales de hombres y mujeres blancas son construcciones sociales elaboradas por las élites de raza blanca que provocan sentimientos de minusvalía, autodesprecio, autodestrucción, hostilidad y agresión entre las personas de raza negra, porque sus figuras no coinciden con las imágenes de los blancos.

Después escribió el libro Los condenados de la tierra (4) en el cual plantea la necesidad de un cambio social que provenga desde la perspectiva de los más desfavorecidos y que ese cambio debe iniciar con la construcción de imágenes nuevas de lo que significa ser hombre y mujer de raza negra, la reconstrucción de esa nueva identidad debe incluir el desenmascaramiento del carácter opresor de la ideología de los blancos, eliminar los valores que enaltecen a los blancos y menosprecian a hombres y mujeres de raza negra. Para lograr tales objetivos considera fundamental el cuestionamiento del aprendizaje social y la construcción de una pedagogía humanista despojada de tintes raciales que promueva la igualdad de todos los seres humanos.

El segundo autor con el cual coincide Kate Millet en su libro Política sexual es nada menos que Paulo Freire, representante y fundador de la Pedagogía de la liberación, quien después de que su familia dejara una vida acomodada y pasara a vivir en condiciones de miseria cuando tenía 11 años, decidió luchar de por vida en contra del hambre en el mundo. Para lograr tal objetivo trabajó en el campo de la educación aplicando sus teorías de participación social en comunidades católicas de Brasil, donde fue arrestado después del golpe militar que se dio en 1964.

Sus experiencias personales le llevaron a comprender que la política era un acto en sí mismo y que la educación era un acto político que posibilitaba la emancipación de la opresión de las masas, por lo que en 1968 publicó el libro Pedagogía del oprimido (5), en el cual describió la necesidad de luchar para crear un nuevo orden social utilizando el desarrollo del pensamiento autónomo individual y colectivo como un poder que puede enfrentar al poder establecido para construir un nuevo futuro en el cual exista un mundo diferente al presente donde existe la opresión, explotación y marginación social. Su gran aportación es que concibió a la educación como la panacea que todo transforma, formando un movimiento internacional que se denominó Pedagogía de la liberación (6), afirmando y demostrando con su experiencia que a través de la educación se puede mejorar el mundo usando las ideas en un proceso que transforma a las personas, liberándoles de la ignorancia que las somete a la condición de ser un objeto al servicio del poder en turno, para tomar consciencia del momento sociohistórico en el que están viviendo, desarrollar un pensamiento autónomo que les permita tomar la decisión autónoma de convertirse en agentes de cambio social para modificar las estructuras sociales y terminar con la opresión a la que han estado sometidos.

Freire coincidió con Fannon en afirmar que el autodesprecio es un factor psicológico que permiten controlar al oprimido y este autodesprecio es producido por la asimilación de los valores de la ideología dominante, que es la ideología de la clase dominante. Esta ideologización produce una falsa visión de la realidad, que es necesario combatir a través de la asimilación del conocimiento científico y del aumento en la participación social, por lo que la educación debe incluir una necesaria reflexión acerca de la naturaleza del contexto social en la cual se presenta y debe incluir una visión crítica de la realidad social en la que se encuentran inscritos tanto la persona que enseña, como la persona que aprende.

La educación debe tener como objetivo principal que el oprimido no se contemple a sí mismo como responsable de su propia degradación y pauperización de sus condiciones de vida. La educación debe cuestionar la forma como los valores son asimilados, reconocer a éstos como creaciones humanas y explicar la naturaleza cambiante de la realidad social como producto de la acción humana.

En la investigación que realizó Kate Millet, llega a las mismas conclusiones que llegaron Franz Fannon y Paulo Freire al plantear que las diferencias entre hombres y mujeres son el resultado de un aprendizaje social de construcciones históricas por lo que hizo un llamado a situar la división sexual como la raíz de los problemas sociales, porque “el sexo reviste un carácter político que suele pasar inadvertido” y debemos mirar con ojos críticos las figuras masculina y femenina, para proceder a la construcción de nuevas identidades de lo que significa ser hombre o ser mujer, mismas que estén basadas en un plano de igualdad entre ambos sexos,

Millet ubicó en el contenido de este aprendizaje social la identidad psicosexual y el comportamiento de género como resultado de formaciones culturales que estructuran la personalidad psicosocial en base a las categorías sexuales existentes en dichas culturas. Partiendo de la premisa de que somos seres sociales, Millet afirmó que el acto sexual no se realiza en el vacío porque se convierte en una interacción social que está determinada por las actitudes y valores predominantes en la cultura social que rodea dicha interacción.

En consecuencia, afirmó que la conducta sexual es producto del aprendizaje que comienza desde el inicio de las socialización y los refuerzos que la experiencia recibe en la etapa adulta y las relaciones entre hombres y mujeres pueden analizarse desde un punto de vista político, por lo que un postulado de su tesis pretendió demostrar que el sexo es una categoría política, partiendo de la premisa de concebir a la política como “un conjunto de relaciones y compromisos estructurados de acuerdo con el poder en virtud de los cuales un grupo de personas queda bajo el poder de otro grupo”.

En su investigación Millet encontró que todas las civilizaciones en la historia de la humanidad se han caracterizado por tener una cultura patriarcal que implicaba que una mitad de la población (mujeres) estuviera bajo el control de la otra mitad (hombres), por lo que a esta dominación del hombre sobre la mujer la llamó política sexual, un término que fue utilizado por primera vez y que se refiere a la existencia de un poder masculino que oprime a las mujeres y su existencia está respaldada por un consenso de aceptación social compartido y aprobado por ambos sexos.

En el contexto de revolución cultural y cambio social que prevalecía en la década de los setentas, la autora planteó cuestionó a los hombres desde una perspectiva feminista, es decir, desde un plano de igualdad genérica, advirtiendo sobre los rasgos negativos de la masculinidad que observó en su época, que fomentaban la primacía del hombre sobre la mujer y señaló la necesidad de impulsar un verdadero cambio social que incluyera el reconocimiento de que existe una vinculación entre lo personal y lo político, por lo que una revolución social debería ir mucho más allá del cambio político y económico para incluir una revolución sexual que concibiera esta visión de la política sexual en la cual el ejercicio de la sexualidad debe considerarse como un acto político que debe ser transformado para terminar con la desigualdad sexual entre hombres y mujeres.

Fue ahí cuando surgió la famosa frase “lo personal es político”, que se convirtió en el fundamento teórico para que los planteamientos políticos incluyeran dentro de sus banderas de lucha la modificación del mundo privado y el desarrollo de una conciencia social que permitiera lograr un empoderamiento individual, que en el marco de acciones colectivas se permitiera lograr un cambio social sin necesidad de recurrir a métodos violentos.

Esta actitud pacifista que planteó en su tesis de doctorado, era el espejo de una actitud congruente con la vocación pacifista, el rechazo a la guerra y a los métodos violentos que caracterizaron los movimientos contraculturales de finales de los años sesenta y principios de los setenta del siglo pasado.

A lo largo de las más de 600 páginas de su tesis se esforzó en demostrar que las diferencias entre los comportamientos más privados o íntimos de ambos sexos son el resultado de construcciones históricas de origen cultural que se asumen en el contexto de un aprendizaje social y que la cultura predominante en cada sociedad es la que contribuye a reproducir una identidad psicosexual que se refleja en el comportamiento sexual.

En esa línea de pensamiento, la identidad psicosexual y el comportamiento de género son el resultado de políticas culturales específicas que contribuyen a formar la personalidad psicosocial que genera una conducta sexual a través del aprendizaje que comienza en las etapas tempranas de la socialización.

Incluso fue mucho más allá al destacar la potencialidad erótica del clítoris afirmando que los hombres no eran imprescindibles para que la mujer pudiera obtener placer sexual, con lo cual cuestionó el predominio de la falocracia que reduce la sexualidad al coito vaginal y afirmó que las mujeres pueden disfrutar de su sexualidad sin el uso del pene de los hombres, el lector podrá imaginar el escándalo social que provocó esta declaración hecha hace 54 años en el inicio de la década de los setentas un momento histórico en el cual la cultura estaba impregnada de un fuerte machismo y de una clara homofobia.

    Sin importarle lo anterior, Millet hizo un llamado a la intervención en política, pero afirmó que la revolución social que se necesitaba no debía limitarse a una reestructuración económica y política, sino que debía incluir una revolución cultural que incluyera la modificación del mundo privado y el desarrollo de una consciencia individual que eliminara los métodos violentos y ésto sólo podría lograrse a través de una reeducación de ambos sexos para permitir una libre maduración de la personalidad de ambos sexos.

Caminando la palabra por senderos distintos, Fannon, Freire y Millet llegan a una misma conclusión en el sentido de que en nuestra sociedad se ve como algo natural la primacía del hombre sobre la mujer, porque se ha logrado una colonización interior que permite aceptar el dominio sexual del hombre sobre la mujer al existir una ideología patriarcal dentro de la cultura social que justifica la la opresión de las mujeres por parte de los hombres en base a una supuesta superioridad masculina.

La asimilación de la ideología patriarcal fortalecida por las diferentes instancias que participan en el proceso de formación de la personalidad psicosocial (familia, escuela, Iglesia, Medios masivos de difusión, etc.), permite la existencia de una política sexual basada en la dominación masculina que es aprobada por una mayoría de la población que acepta sin cuestionar los prejuicios y los estereotipos asignados a los roles sexuales que atribuyen como características masculinas la agresividad, la fuerza y la inteligencia, mientras que la figura de la mujer se rodea de atributos como la obediencia, la pasividad, la ignorancia, obediencia y la inutilidad.

En base a estas consideraciones, señaló la necesidad de impulsar un cambio social, una profunda transformación social que permita la construcción de una sociedad en la cual exista una verdadera igualdad social y este cambio sólo podrá lograrse a través de una reeducación, de la implementación de estrategias pedagógicas que permitan la reconstrucción de identidades de personas que sufren opresión social, ya sea seres humanos de raza negra, de personas que viven en condiciones de pobreza extrema o mujeres que además de padecer opresión económica, son objeto de opresión sexual.

A lo largo de nuestra existencia vivenciamos diferentes experiencias, algunas son más significativas que otras en el sentido de que logran influir en nuestro comportamiento al grado de generar algunos cambios. Puede suceder con una experiencia interpersonal mientras hablamos con alguna persona, puede suceder con escuchar la letra de una canción o nuestra vida puede cambiar después de leer un libro.

La palabra como instrumento de comunicación oral o escrita puede tener un impacto significativo con las personas y si alguna persona duda del poder del discurso por escrito, sólo pueden analizar la historia y encontrarán varios casos individuales en los que la vida de algunos lectores cambio por completo después de leer un libro, porque la lectura de un buen libro nos permite comparar nuestra vida personal con la historia que estamos leyendo, aumenta nuestro nivel de conocimientos e información, nos ayuda a generar empatía con personas de nuestro entorno social, despierta emociones, ayuda a elevar la inteligencia emocional y contribuye a cambiar nuestro comportamiento individual.

Pero en el caso del grado de influencia social que provocó el libro Política sexual de Kate Millet, estamos hablando que contribuyó a cambiar la vida de millones de personas en el mundo entero, principalmente las vidas de aquellas jóvenes mujeres que encontraron un mayor sentido a sus vidas después de leer este libro. La publicación y venta masiva de esta tesis doctoral contribuyó al surgimiento de una nueva oleada del movimiento feminista que tuvo lugar en la década de los setentas, también provocó que surgieran movimientos sociales emergentes que enarbolaban la bandera del orgullo homosexual, porque el contenido de este libro permitió analizar de manera crítica la situación de hombres y mujeres identificando la desigualdad de género imperante y demostrar con fundamento teórico la existencia del patriarcado en todas las sociedades incluida la sociedad moderna, por lo que sirvió proporcionándole una nueva orientación al movimiento feminista que se desarrolló en los años setentas, que luchó para obtener derechos para las mujeres, derechos que disfrutan las mujeres de hoy en pleno siglo XXI de una manera natural.

De la revolución sexual del siglo XX a la miseria sexual del siglo XXI

Han pasado 54 años desde que se publicó la tesis doctoral de Kate Millet, en estas más de 5 décadas hemos padecido una cauda interminable de cambios sociales que se han expresado en cambios económicos, tecnológicos, políticos, ecológicos, culturales, etc. Si partimos de la premisa de que un cuarto de siglo es el lapso de tiempo para que se de un relevo generacional, podremos comprender grandes diferencias entre la juventud de los setentas y la juventud contemporánea.

Quienes vivimos nuestra juventud en la década de los setentas vivenciamos la invasión de los televisores en la intimidad de nuestros hogares, de la expansión de la industria del cine, como instancias que participan en el proceso de socialización que conforma la personalidad psicosocial, estos medios de entretenimiento masivo ejercieron gran influencia en millones de personas que vieron nuevas imágenes de hombres y mujeres, las retomaron como modelos a seguir y esto generó nuevos comportamientos que provocaron la fragmentación del mercado de masas en una incipiente sociedad industrial, generando el surgimiento de subculturas y el desarrollo de nuevos comportamientos sociales.

Dentro de los cambios sociales que se presentaron desde aquella época, se pueden mencionar los cambios en la geopolítica internacional que se presentaron después de la caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS, el desarrollo tecnológico permitió la invención de la computadora, el surgimiento de internet, la creación de teléfonos celulares, el surgimiento de las redes sociales, la expansión de la economía de libre mercado por la globalización y el nacimiento de un nuevo orden unipolar encabezado por Estados Unidos.

Cuando presenté mi tesis para obtener el grado de licenciatura en Psicología de la Universidad Veracruzana, formulé como planteamiento principal que el ejercicio de la sexualidad en la juventud de aquella época representaba un problema social que podríamos reconocer al identificar el vínculo que existía en varios problemas que se percibían como eventos separados: delitos sexuales, embarazo en adolescentes, matrimonios prematuros, altas tasas de divorcios, alto número de muertes de mujeres causadas por abortos clandestinos, etc., y concluí en que todos estos problemas sociales tenían como causa principal la ausencia de educación sexual, por lo que podría encontrarse una solución a los mismos a través de la inclusión de programas de educación sexual en el sistema educativo formal en todos sus niveles y la integración de cursos de educación en sexualidad humana en ambientes laborales.

Lamentablemente, después de 50 años de haber presentado esa tesis de licenciatura, el día de hoy nos encontramos con la terrible realidad de que los problemas mencionados en ese documento, no sólo no han desaparecido, sino que al contrario se han agudizado a niveles extremos y a esos problemas se ha sumado nuevos problemas como lo es el feminicidio que ocurre en prácticamente todos los países del mundo (7) y la violencia hacia la mujer se ha incrementado considerablemente, pero los gobiernos intentan minimizar este grave problema social y se le ha mantenido como una pandemia en las sombras (8).

La sociedad contemporánea vive la profecía hecha por el filósofo francés Herbert Marcuse hecha en su libro El hombre unidimensional, en el cual analiza las sociedades occidentales que actúan con disfraces pseudo democráticos pero que en realidad funcionan bajo una oculta estructura totalitaria que está basada en la explotación del hombre por el hombre. El hombre unidimensional se caracteriza por encontrarse en un estado de alienación que lo incapacita para desarrollar un pensamiento autónomo y presenta una incapacidad de criticar el sistema social en que vive, por lo que no se plantea la necesidad de cambiar de sistema social (9) .

A diferencia del contexto histórico que prevalecía en la segunda mitad del siglo pasado, hoy padecemos el surgimiento de un nuevo poder mundial, el poder corporativo que se expandió gracias al desarrollo tecnológico que permitió mover grandes capitales de un país a otro con el solo clic de un botón en un teléfono móvil, lo cual permitió el surgimiento de la globalización que manejó la bandera de la desregulación del Estado en las economías nacionales para favorecer el crecimiento del Mercado, con lo cual el poder económico doblegó al poder político logrando que gobierne a su favor e imponer una dictadura del Mercado que controla la vida de millones de personas a nivel global.

En nuestros días, el hombre unidimensional está representado en el surgimiento del homo consumens, el ser humano creado por la sociedad de consumo en la que vivimos, que se caracteriza por la obsesión de los integrantes del poder corporativo de aprovechar la tecnología en el proceso de producción para lograr una producción masiva, que necesita de un consumo masivo para mantener su equilibrio y garantizar la maximización de sus beneficios económicos.

Vivimos en el contexto de una sociopatología que consiste en la existencia de un hiper individualismo provocado por el neoliberalismo que ha fragmentado lo social y sembrado la idea en las mentes de millones de personas que la felicidad se encuentra en aumentar la capacidad de consumo en los grandes centros comerciales, presentando comportamientos compulsivos de compra porque se brinda más importancia al tener que al ser. 

 Junto a esta alienación social se presenta el abandono de la condición de homo sapiens por la dependencia tecnológica que se observa hoy en día en millones de personas en el mundo entero, que pasan varias horas al día pegados a las pantallas de sus dispositivos tecnológicos para “estar conectados” a las redes sociales y han abandonado el hábito de la lectura por lo que sus principales fuentes de aprendizaje se encuentran en internet y redes sociales. Es el surgimiento del homo videns (La sociedad teledirigida) de Giovanni Sartori en el cual explica el grado de influencia en el desarrollo del ser humano, desde que es pequeño hasta que alcanza una cierta madurez y de alguna manera mantiene un vínculo de dependencia con la televisión durante toda su vida (10).

Dentro de estos cambios sociales que ocurrieron en las últimas cinco décadas, también se puede mencionar la naturaleza de los movimientos colectivos contemporáneos, porque si bien se reconoce al siglo XX como el siglo de los movimientos colectivos por el gran número de movimientos sociales que surgieron en la segunda mitad del mismo luchando para conquistar derechos civiles, laborales, sexuales, económicos, etc. En el siglo XXI los movimientos colectivos que se han registrado, han surgido para enfrentar la ofensiva neoliberal que pretende desaparecer derechos laborales y sociales que fueron conquistados en el siglo pasado, pero que hoy pretenden eliminar para maximizar los beneficios económicos del capital privado nacional e internacional.

Quizá el único movimiento que sigue luchando por las mismas banderas de lucha dentro de los movimientos colectivos que se observan en este siglo, es el movimiento feminista que ha sido fuente de aprendizaje y modelo a seguir para otros movimientos colectivos al lograr una coordinación más allá de las fronteras que ha permitido acciones masivas globales en forma simultánea, actuando miles de mujeres en forma colectiva, unida y organizada.

Pero recordando que la premisa del relevo generacional, debemos tomar en cuenta que los jóvenes veinteañeros de hoy son muy diferentes a la juventud que vivió esa edad en la década de los setentas y las mayoría de las mujeres feministas de hoy, son mujeres jóvenes que comparten características similares con la juventud contemporánea (conformismo generalizado, indiferencia social, ignorancia colectiva, ausencia de mirada crítica de la sociedad en que viven, etc.). 

Han sufrido esa transformación del homo sapiens al homo consumens y al homo videns, carecen del hábito de la lectura, sus principales fuentes de información provienen de internet y de lo que observan en las pantallas de sus dispositivos tecnológicos y todos sabemos que en internet circula muschas noticias e información falsa. Inclusive, me atrevo a decir que una gran mayoría de mujeres jóvenes que se atodenominan feministas no han leído las aportaciones de las grandes teóricas del feminismo, como lo es en este caso Kate Millet.

Vivimos la enorme contradicción de encontrarnos en la sociedad de la información y al mismo tiempo vivir en la sociedad de la ignorancia (11), una ignorancia provocada por el hecho de que seguimos viviendo una cauda de cambios sociales que se inició en la década de los sesentas y que se presenta en nuestros días con una enorme velocidad de los cambios sociales que provocan que diariamente recibamos un tsunami de información sobre varios eventos, en tal cantidad que impide que cada persona sea incapaz de procesar toda la información, por lo que sólo accedemos a la superficie de esta información en las pantallas de nuestros dispositivos tecnológicos sin que procedamos a analizarla, pero nos quedamos con la idea de que llegamos a conocerla a plenitud, ignorando el hecho de que en realidad no sabemos nada.

Esta ignorancia colectiva que afecta a hombres y mujeres por igual, se ha traducido en una percepción distorsionada del feminismo como una lucha de las mujeres en contra de los hombres y en el uso de la violencia como parte de un ritual que se manifiesta en las movilizaciones de grupos feministas en los días 8 de marzo el día internacional de las mujeres y 21 de noviembre, por lo que se considera que el movimiento feminista actual se encuentra dividido porque las nuevas generaciones crecieron en el contexto de la sociedad de la ignorancia que se caracteriza por la ausencia del hábito de la lectura en las generaciones de este milenio y varios colectivos feministas no siguen el ejemplo de sus madres o abuelas que participaron en los movimientos feministas de los años setentas y utilizan la violencia en las marchas donde se conmemora el día internacional del mujer (8 de marzo), o el día internacional de la eliminación de la violencia contra las mujeres (25 de noviembre).

Un gran número de mujeres jóvenes que se reclaman feministas comparten la idea estereotipada de que todo hombre es un potencial violador y por esa razón piensan que la lucha feminista debe dirigirse en contra de los los hombres porque son hombres quienes violan y matan mujeres. 

Creen que sólo las mujeres tienen derecho a llamarse feministas y en esa línea de pensamiento sólo las mujeres pueden participar en las marchas feministas, porque ningún hombre puede llamarse a sí mismo como “feminista” porque hacerlo representa una contradicción y un intento de confusión del movimiento feminista.

Quienes piensan de esta forma padecen amnesia histórica porque puedo decir con certeza que en las manifestaciones feministas que tuvieron lugar en la década de los setentas, participaban marchando juntos hombres y mujeres porque coincidían en identificar al sistema social como el verdadero opresor de ambos sexos. Puedo afirmarlo porque en esas fechas formé parte de la juventud que se manifestaba en forma colectiva por un cambio social, caminando hombro con hombro, mujeres y hombres juntos, por lo que en base a mi experiencia personal y a la investigación sobre el feminismo, puedo afirmar que no se necesita ser mujer para identificarse como feminista, ya que el feminismo es parte integrante de la lucha de liberación social de hombres y mujeres (12).

De igual forma puedo afirmar que las movilizaciones de los movimientos colectivos de los años setentas, en los cuales estaban incluidos los movimientos feministas, se caracterizaban por muestras de pacifismo en sus manifestaciones y de rechazo a la violencia de cualquier tipo. Sin embargo, en las manifestaciones actuales de grupos feministas que han tenido lugar en México, ha estado presente el uso de la violencia, el vandalismo anónimo, la destrucción y en ocasiones se producen agresiones a hombres que intentan sumarse a las filas de mujeres manifestantes (13).

El feminismo del siglo XXI tiene un rostro diferente al feminismo del siglo XX porque en los últimos 50 años se han introducido más cambios en la condición femenina que en todos los milenios anteriores: legalización de la anticoncepción, liberación de la moral sexual, independencia personal y económica de las mujeres, mayor libertad sexual femenina, libertad para experimentar placer sexual sin avergonzarse o sentir culpa, libertad para amar a otra mujer, la virginidad ha dejado de ser una obligación moral la edad de inicio de las relaciones sexuales femeninas se acerca cada vez más a la de los hombres, las mujeres dejaron de soñar con ser madres y hoy tienen derecho y libertad de estudiar para ejercer una actividad profesional, etc.

Muchas de las mujeres jóvenes que participan en las manifestaciones feministas, disfrutan de derechos laborales, educativos, civiles y sociales que lograron conquistar las feministas que lucharon en el siglo pasado pero lamentablemente una buena parte de ellas ignoran que los derechos y libertades que disfrutan son el legado de las luchas que realizaron aquellas valientes mujeres luchadoras.

Muchos comportamientos que hoy se consideran normales como la libertad de que las mujeres usen pantalones o falda corta, el acceso a la educación superior para las mujeres, la independencia económica femenina el uso de la pastilla anticonceptiva, derecho al aborto, relaciones sexuales prematrimoniales, derecho al divorcio, etc., eran comportamientos inaceptables hace sólo unas décadas y fueron derechos conquistados por las luchas de hombres y mujeres que se movilizaban inspirados por un espíritu de búsqueda de la libertad:, etc.

Pero el cambio más radical y perjudicial para hombres y mujeres ha sido la normalización de la figura de la mujer a la condición de un objeto sexual, la reducción del sexo a la calidad de una mercancía disponible en el mercado que puede ser consumido por cualquier persona que tenga la capacidad económica para pagar el precio del producto o del servicio. El impacto psicosocial de la industria del cine, la televisión y la publicidad en medios masivos de difusión ha sido de tal forma que se ha normalizado la prostitución en nuestra sociedad, al grado de que hay personas que defienden esta actividad como si fuera un trabajo que genera beneficios para las mujeres que se dedican a ella.

En seres de televisión, en películas, vemos como “escenas normales” la existencia de lugares de consumo de alcohol en los cuales se exhiben mujeres que se desnudan bailando en forma sensual ante el público masculino y escenas de mujeres que ofrecen sus cuerpos en calles de las grandes ciudades. La difusión de un modelo genital de la sexualidad ha generado una enorme ignorancia sobre los derechos sexuales que tiene toda persona, si hablamos líneas arriba de una ignorancia colectiva que afecta a una gran mayoría de la población, ésta ignorancia es mayor en lo que se refiere a la sexualidad humana.

Pero eso no es todo, lo más grave es que el modelo capitalista neoliberal en que vivimos ha construido la sociedad del deseo, estimulando y multiplicando una infinita variedad de necesidades para perpetuar una demanda de consumo de una inmensa variedad de productos o servicios, para lograr una comercialización que genere inmensos beneficios económicos nos impulsa a un constante consumo, generando una constante sensación de insatisfacción y esto ha modificado las relaciones humanas porque el “vivir mejor” se ha convertido en el sueño de amplias masas de la población.

La revolución social de los setentas ha sido sustituida por la revolución del consumo que nos ha conducido a la sociedad del hiperconsumo en la cual el consumidor juega un papel central. En esta revolución del consumo se busca comercializar todas las experiencias y todos los recursos disponibles, se reduce el ciclo de vida de los productos, se fomenta el crédito y se segmenta el mercado también sucede en el ejercicio de la sexualidad humana. La enajenación social que promueve un constante hedonismo y empuja a las personas a la búsqueda constante del placer y la felicidad a través del proceso de compra, se extiende a las relaciones interpersonales porque las personas son valoradas en función de su valor material, posesiones, dinero disponible o niveles de crédito.

Estamos viviendo el imperio del consumo (14) en el cual el bienestar material ya es suficiente para el hiperconsumidor que experimenta una intensa necesidad de experimentar nuevos placeres, la creencia de que la abundancia es una condición necesaria y suficiente para alcanzar la felicidad humana está quedando atrás. En este contexto se presenta una infelicidad sexual, un estado de insatisfacción sexual constante que surge en un contexto de constante incitación al consumo utilizando la sexualidad como revestimiento que rodea al consumo de nuevos productos.

Las relaciones sexuales son más insatisfactorias cada día porque existe ignorancia masculina sobre la sexualidad femenina y la sexualidad se ha reducido al la penetración del pene en la vagina, provocando insatisfacción sexual en ambos integrantes de la pareja. Esta insatisfacción masculina se intenta llenar con el acceso a las miles de páginas de pornografía que se encuentran disponibles hoy en día en internet y que se han convertido en las principales fuentes de “educación sexual” para millones de jóvenes que viven la frustración de no hacer coincidir sus fantasías sexuales con sus vidas sexuales reales.

Es la sociedad del hiperconsumo que utiliza la sexualidad como gancho para promover la venta de mercancías, promueve roles sexuales estereotipados con las tradicionales características asignadas a ambos sexos, hipersexualizando a las mujeres e inclusive a las niñas. La reducción de las personas a los roles sexuales estereotipados promueve la visión de las mujeres como objetos sexuales y a los hombres como “cajeros automáticos” o proveedores.

El hiperindividualismo vigente provoca una gran fragilidad en las relaciones interpersonales de tal forma que del amor romántico pasamos al amor líquido cuando las personas establecen “relaciones de bolsillo” que se pueden desechar en caso de insatisfacción y se buscan nuevos “campos de pastoreo” en los cuales puedan encontrar otra relación que prometa mayor satisfacción, porque cuando la calidad de la relación no genera la satisfacción esperada, se prescinde de ella y se recurre a aumentar la cantidad como compensación, sustituyendo la necesidad básica de aprender a amar, con el aumento de “experiencias en el amor” como si el amor fuera otra mercancía (15).

Al confundir el deseo sexual con amor, al intentar mitigar la soledad individual que provoca inseguridad las relaciones de pareja en el contexto de la dictadura del mercado, los individuos (hombres y mujeres) siguen el patrón de comportamiento en su rol de consumidor, es decir, cuando pasa la fase de enamoramiento visual y la intimidad permite el desnudo psicológico, la relación ya no produce satisfacción porque está basada en la atracción de las apariencias que muchas veces provoca decepciones y las personas se sienten más inseguras que antes por lo que algunas personas llegan a desarrollar “el arte de romper relaciones” de tal forma que salgan menos lastimadas, sin importarles los daños colaterales que este comportamiento pueda provocar al romper el corazón de quienes entregaron su amor.

En la década de los setentas, Michael Schneider explicaba una creciente enajenación de la sexualidad mencionando como ejemplo el aumento en la venta de muñecas de plástico que fueron diseñadas para brindar sexo oral, afirmaba que el realizar un acto de intimidad sexual con un objeto inanimado, representaba el grado de cosificación sexual de la figura femenina y la alienación del hombre de prescindir de la compañía femenina, revelando con ello una predisposición negativa hacia las mujeres (16).

En aquel momento histórico de la década de los setentas, la revelación de esta tendencia sexual, sorprendió a quienes alcanzaron a enterarse que no fueron pocos, presunción que se hace por el reporte del aumento en las ventas de muñecas de plástico, pero hoy en día la tecnología ha convertido a la pornografía en la primer fuente de aprendizaje sexual para generaciones completas de adolescentes y jóvenes, produciendo nuevas variantes en la problemática de la sexualidad contemporánea al surgir la adicción a la pornografía como un problema compartido por una enorme colectividad de jóvenes y adultos en el mundo entero.

A través del consumo de pornografía, los jóvenes realizan un aprendizaje en el cual perciben a las mujeres como “muñecas sexuales” que son valoradas en función de sus atributos físicos: el tamaño de sus senos, el volumen de sus glúteos, color de piel, estatura, raza, etc., e interactúan con mujeres esperando cumplir sus fantasías eróticas que están moldeadas por una sexualidad determinada por la falocracia. Una gran mayoría de los hombres no solo ignora la necesidad de las caricias preliminares antes de la penetración sexual para que la mujer genere lubricación vaginal y la penetración no sea dolorosa, sino que inclusive ignoran la existencia del clítoris y su función como fuente de placer femenino.

El modelo genital de la sexualidad promueve la creencia generalizada de que el acto sexual se limita a la penetración del pene en la vagina de las mujeres y debido a la creciente adicción a la pornografía, ésta provoca continuas y prolongadas masturbaciones, por lo que la eyaculación precoz sea uno de los problemas más frecuentes que padecen los hombres, por lo que la mujer queda insatisfecha sexualmente y la anorgasmia femenina sea un problema padecido por un alto número de mujeres.

En el contexto de la cultura patriarcal que seguimos padeciendo en pleno siglo XXI, el sexo y la sexualidad siguen siendo tratados como temas sobre los cuales no se habla abiertamente y la niñez y adolescencia crecen sin información científica y objetiva sobre la sexualidad, creando un punto ciego tanto en la escuela como en el hogar impidiendo con ello el logro de una educación integral. Muchos hombres ignoran que la mujer también debe tener orgasmos, o si lo saben, le restan importancia y sólo se preocupan por su propia satisfacción, provocando con esta ignorancia una insatisfacción sexual para ambos sexos.

Pero lo más grave del panorama que presenta el ejercicio de la sexualidad en pleno siglo XXI, es que su ejercicio elevó sus niveles de complejidad como problema social, al crecer las tasas de violencia hacia las mujeres, al aumentar las tasas de feminicidio, al surgir como una nueva adicción el consumo de pornografía y al surgir organizaciones que lucran con el tráfico de mujeres, y redes de pedófilos que actúan a nivel global y que por lo regular su mercado está compuesto por individuos masculinos de alto nivel económico que les permiten satisfacer sus necesidades sexuales proveyendo niños y niñas que son prostituidos y son desechables cuando crecen. Por estas condiciones, puede afirmarse que vivimos un momento histórico caracterizado en el cual el ejercicio de la sexualidad humana se realiza en condiciones que revelan una miseria de la sexualidad contemporánea (16).

Conclusiones

Sin duda alguna que en las últimas décadas se han conquistado derechos sociales y libertades sexuales para las mujeres, inclusive las condiciones han cambiado tanto que las mujeres tienen tienen hoy en día la oportunidad de ocupar puestos de gran poder como Rectoras de universidades, Presidentas en corporaciones privadas, Diputadas, Senadoras, Gobernadoras e inclusive hay mujeres que han logrado ser elegidas como Presidentas para gobernar un país.

Una mirada superficial podría interpretar estos cambios como auténticos avances del feminismo y un paso adelante en la construcción de la democracia al reflejar una igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, porque se ha logrado reconocer la necesidad de mantener una “cuota de género” que garantice la integración de un porcentaje de mujeres en puestos o funciones clave dentro de organizaciones de toda índole.

Pero la realidad es que la cuota de género no es una acción suficiente porque el patriarcado sigue existiendo en la ideología de una gran mayoría de las personas e inclusive también persiste dentro de las mentes de esas mujeres que han conquistado el poder porque debido al hiperindividualismo imperante, que lleva a ver la desigualdad social como desigualdad individual, las mujeres que llegan a posiciones de poder ven este resultado como “éxito individual” porque la identidad social, el sentimiento de pertenencia a una comunidad se ha diluido, no existe consciencia de clase y tampoco consciencia de pertenencia y compromiso de género.

Po estas razones, aquella legítima aspiración feminista de tomar el poder para tomar decisiones que permitan construir la democracia social y lograr la equidad de género, se ve negada por casos individuales de mujeres exitosas que han llegado a posiciones de poder económico o político, pero una vez en la cima utilizan ese poder para integrarse a la élite de privilegiados que se benefician de la explotación económica de hombres y mujeres, actúan con simulación ocultando dentro de sus comportamientos, aquellas conductas que contribuyen a obtener beneficios personales mientras colaboran en mantener en la opresión a las voces disidentes del poder en turno.

La existencia de mujeres exitosas debe ubicarse como una acción similar a la acción positiva que se aplica en algunos países que intentan compensar las condiciones de discriminación histórica a ciertos grupos sociales que han sido marginados en el ejercicio de sus derechos, pero que no resuelve el problema de la discriminación racial, étnica o sexual, porque ésta continúa en la esfera de lo social y dentro del ámbito de lo privado.

Por esta razón, puede afirmarse que las mujeres que actúan manejando la bandera de feministas para escalar a posiciones de poder y una vez logrados sus objetivos personales de estar dentro del poder en turno, fortalecen al patriarcado con sus decisiones y no muestran mucha diferencia con aquellos oportunistas políticos que manejan una imagen de “luchadores sociales” por haber participado en un movimiento colectivo y llegan al poder para usarlo de la misma forma que aquellos contra los cuales combatieron: actuando con lealtad al gobernante en turno, mostrando sumisión a la figura de autoridad, ausencia de compromiso social, desconocimiento del concepto de “servidor público”, beneficiándose del presupuesto público con sueldos tan altos que resultan ser amorales y colaborando para apuntalar al poder en turno, olvidando las banderas de lucha por la democracia, la justicia y la igualdad social.

En el caso de las mujeres que ocupan cargos de alto poder, puede afirmarse que con sus comportamientos contribuyen a la construcción de una distorsión del feminismo porque utilizan el sexismo como cortina de humo para llegar al poder, pero terminan imitando los comportamientos que antes sólo se les atribuía a los hombres de oprimir a “los de abajo”, aprovechar su estancia en el poder para obtener beneficios personales, demostrando con ello que tener cuerpo de mujer no es garantía de mentalidad feminista, compromiso social y mucho menos de vocación democrática.

Se olvidan de que en un mundo donde el patriarcado continúa determinando la interacción entre hombres y mujeres, ser mujer representa ser objeto de discriminación (sexual), ser mujer pobre representa ser objeto de una doble discriminación (sexual y económica), ser mujer, pobre e indígena, significa una triple discriminación (sexual, económica y étnica) y ser mujer, pobre, indígena y lesbiana representa una cuádruple discriminación (sexual, económica, étnica y lesbofobia). 

Millones de mujeres caen dentro de más de alguna de estas categorías y viven cotidianamente dentro de un contexto socioeconómico y cultural donde prevalece el machismo, la aporofobia, el racismo y la homofobia mientras las mujeres que están en posiciones de poder participan en el proceso de invisibilización de tales discriminaciones que atentan contra la democracia, la justicia y la igualdad social, que son las premisas que representan banderas de lucha del feminismo.

La cuota de género no ha logrado una verdadera transformación social, sólo ha logrado cambiar la vida de unas cuantas mujeres porque a pesar de los derechos sociales y concesiones otorgadas a las mujeres, continúa existiendo la desigualdad social y con ella la desigualdad de género. Un ejemplo de ello es que continúa considerándose como algo normal la asignación a la mujer de las funciones tradicionales del cuidado de los hijos y administración del hogar, privilegiando a los varones otorgándoles mayor número de oportunidades de educación y opciones de trabajo.

Millones de hombres deben su crecimiento académico y profesional a la mujer que vive con ellos y se ha hecho cargo del peso del hogar y de la educación de los hijos. Miles de hombres que hicieron sus carreras con el apoyo de sus mujeres, terminan por abandonar el hogar para vivir con mujeres más jóvenes y disfrutar del éxito obtenido. Esta situación es lo que fundamenta la expresión “el peso del hogar no recae en los cimientos en los que la casa fue construida, sino que recae en los hombros de una mujer”.

Vivimos un momento histórico en el cual presenciamos la caída del orden mundial unipolar que se basaba en la explotación de recursos naturales y clase trabajadora de varios países en beneficio de las grandes potencias mundiales y estamos observando la emergencia de potencias mundiales que intentan construir un orden mundial multipolar. En este proceso vemos que existen varios movimientos colectivos que luchan por determinadas demandas: en defensa de derechos laborales violados, en defensa del derecho a la jubilación, en defensa del derecho a la salud, en defensa del medio ambiente, en reclamo a la presentación de desaparecidos, en contra de la corrupción e impunidad de políticos en el poder, en defensa de los derechos de las mujeres, en contra del feminicidio, etc.

Los avances del neoliberalismo en la destrucción de derechos conquistados en el siglo pasado se deben a la falta de una resistencia organizada y colectiva de los sectores afectados. Debemos partir de la conceptualización del sistema en que vivimos como un sistema capitalista, colonialista y patriarcal que se basa en la explotación del ser humano por otros seres humanos. Desde esa perspectiva lo natural, práctico y deseable es que se construya la unión de todos aquellos movimientos colectivos anticapitalistas, anticolonialistas y antipatriarcales que se manifiestan en varios países alrededor del mundo entero.

Un avance en esta dirección se está logrando en la unidad en la acción de millones de personas de todas las edades que están exigiendo el alto al fuego en Gaza, la condena al Estado de Israel por cometer genocidio en contra del pueblo palestino y la aprehensión de Benjamín Netanyahu como criminal de guerra (17). Pero en la lucha por la construcción de un mundo nuevo, de un nuevo orden mundial donde se respete la soberanía de los pueblos para tomar sus propias decisiones, donde exista una verdadera democracia y pueda hablarse de igualdad social, debemos incluir dentro de la revolución política que está en curso, una revolución sexual porque los avances en libertad sexual, derechos sociales y políticos conquistados por las mujeres resultan ser todavía insuficientes para lograr la equidad de género.

No podemos hablar de democracia social si existe desigualdad de género, no podemos hablar de feminismo sin incluir la participación masculina en la reconstrucción de nuevos roles sexuales de hombres y mujeres, porque el patriarcado también afecta a los hombres al educarlos bajo la premisa de que “los hombres no lloran”, los incapacita para expresar su sufrimiento mediante el llanto y los obliga a aislarse, a reprimir la expresión de sus emociones y a desarrollar conductas violentas que se expresan con el consumo de alcohol y drogas la violencia de género (18)

No podemos hablar de feminismo sin hablar de la necesidad de luchar por una educación en sexualidad que sea basada en la percepción de un modelo integral de la sexualidad basado en información científica La sexualidad humana tiene una relatividad sociocultural, esto quiere decir que los comportamientos sexuales que tienen lugar dentro de una cultura específica, podrán ser considerados como anormales en el contexto de otras culturas en cuyos contenidos existen valores, tradiciones y costumbres diferentes (19). 

Pero también significa que los valores que determinan nuestra conducta sexual son aprendidos y de la misma forma que los aprendimos, podemos desaprender la formación cultural que estructuró nuestra personalidad y nuestra percepción de lo que significa ser hombre y lo que significa ser mujer, para proceder a reconstruirla con nuevas imágenes de ambos sexos, con valores que incluyen la igualdad social, la democracia y la justicia social.

La construcción de la democracia social, igualdad social, equidad de género y justicia social es tarea que corresponde tanto a hombres como mujeres, la historia ha demostrado la participación de ambos géneros en la generación de grandes cambios sociales. La liberación de las mujeres es tarea tanto de mujeres como de hombres, no es una lucha aislada, porque la liberación femenina representa a su vez la liberación masculina de la manipulación sexual que utiliza el sistema capitalista para generar un consumo masivo. La liberación femenina es el primer paso en la liberación social. La educación sexual es una alternativa científica para lograr un cambio social que contribuya a una verdadera transformación social (20).

Diversos estudios científicos han demostrado que la implementación de programas de educación sexual en instituciones educativas, laborales y en comunidades sociales, ha contribuido de manera directa a la disminución de casos de violencia familiar, abuso sexual, hostigamiento laboral, embarazo en adolescentes, violencia hacia las mujeres y feminicidios. La educación en sexualidad humana ha demostrado con claridad que el cambio social es mucho más factible cuando se utiliza la educación para generar cambios en el comportamiento de las personas.

Debemos reflexionar sobre la presencia de una desigualdad sexual en nuestra sociedad que nosotros mismos estamos perpetuando, necesitamos ver que la liberación sexual y social de las mujeres representa también una liberación de los hombres, al dejar atrás el seguimiento de roles sexuales estereotipados que no corresponden a los tiempos actuales que presentan una tendencia a la democratización de nuestras vidas sociales y personales. Necesitamos incluir dentro de la revolución política mundial que estamos viviendo, como una demanda social la necesidad de implementar programas de educación sexual que contribuyan a una concientización social y promuevan la construcción de una verdadera equidad de género, el respeto a los derechos humanos y sexuales de hombres y mujeres.

Parafraseando a Paulo Freire cuando dijo que la educación es la panacea que todo transforma al concebir a la educación como un acto político y retomando el planteamiento de Kate Millet de que la división de los sexos es la raíz de todos los males, podría afirmar que la educación sexual representa una alternativa de solución necesaria para una gran parte de los problemas que estamos enfrentando. Para construir una sociedad en la que prevalezca una verdadera democracia, una igualdad social para hombres y mujeres y auténtica justicia social, necesitamos construir nuevas imágenes de lo que significa ser hombre y ser mujer. Para lograr esta transformación social necesitamos una educación sexual y política que nos permita comprender la necesidad cambiar los valores en los que hemos sido educados para conseguir que las nuevas figuras de hombres y mujeres se conciban a sí mismos como sujetos sociales que participan en política en el contexto de una globalización en la que se está construyendo un nuevo orden mundial.

    Vivimos tiempos en los que el desarrollo tecnológico ha logrado convertir lo privado en algo público, necesitamos tener una perspectiva global que nos ayude a comprender que nuestros problemas personales tienen un origen global y retomar la premisa heredada por Kate Millet y retomada por los movimientos feministas de los setentas de que “lo personal es político”.

Un avance en esta dirección lo presenta Gilles Lipovetsky cuando nos habla de que en las sociedades occidentales contemporáneas ha surgido una nueva figura social de lo femenino, que rompe con la tradicional historia de las mujeres al conquistar un espacio democrático identitario de lo femenino que deja de estar determinada por el orden sociocultural imperante, logrando una autonomía individual análoga a la autonomía del sujeto masculino. A esta nueva figura femenina la denomina “la tercera mujer”, que abandona la condición de mujer objeto para convertirse en mujer sujeto que amplía las exigencias de libertad e igualdad, reconstruyendo la división tradicional entre los sexos bajo nuevas condiciones de igualdad sexual. (21).

La lucha por la construcción de la democracia social no puede lograrse sin una revolución feminista que cambie las relaciones entre hombres y mujeres en base a una equidad de género. Hombres y mujeres debemos actuar como sujetos sociales participando de manera activa, consciente y comprometida en la construcción social de nuevas figuras de la mujer y del hombre en cuyo significado podamos incluir la igualdad de género por la que tanto han luchado hombres y mujeres en el pasado y que todavía se sigue considerando una utopía porque no se refleja en la realidad (22).

Para detener la violencia hacia las mujeres, la revolución feminista necesita unir su movimiento a las luchas que realizan hombres y mujeres para construir una sociedad en la que realmente exista democracia, igualdad y justicia. La movilización de millones de personas a nivel global, nos indica que llegó la hora de participar en la construcción de una verdadera democracia, una igualdad para todos y una justicia social que sólo lograremos si reconocemos que los cambios deben ir más allá de cambios políticos y económicos, porque deben incluir cambios culturales y dentro de estos cambios culturales está la eliminación del patriarcado lo cual lograremos construyendo nuevas imágenes de lo que significa ser hombre y lo que significa ser mujer, construcciones sociales que deben estar basadas en una verdaderabequidad de género.

1.- Consideraciones sobre la problemática sexual juvenil en México

Tesis de licenciatura de Oscar Yescas Domínguez

https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/10/consideraciones-sobre-la-problematica.html

2.- Política sexual: Millet Kate. Ediciones Cátedra, Madrid, 2016

3.- Piel Negra, máscaras blancas. Fannon, Franz. Editorial Akal, Madrid, 2009

https://drive.google.com/file/d/0B2_ZK-qR9WEKdVdLVHNGVGlzLXM/view?resourcekey=0-2eRqw1kSQpaeTR_EFQ2g9w

4.- Los condenados de la tierra. Fannon, Franz. Biblioteca laboral N0. 21. Ministerio del trabajo, empleo y previsión social. La Paz, Bolivia, 2016

https://www.marxists.org/espanol/fanon/los-condenados-de-la-tierra-franz-fanon.pdf

5.- Pedagogía del oprimido. Freire, Paulo

https://www.servicioskoinonia.org/biblioteca/general/FreirePedagogiadelOprimido.pdf

6.- Pedagogía de la liberación. Antología de textos de Paulo Freire

https://www.academia.edu/8349605/Paulo_Freire_Pedagog%C3%ADa_Paulo_Freire_Pedagog%C3%ADa_de_la_Liberaci%C3%B3n

7.- Pensamientos sobre feminicidio y la violencia hacia las mujeres. Yescas, Oscar

https://oscaryescasd.blogspot.com/2024/01/pensamientos-sobre-el-feminicidio-y-la.html

8.- Una pandemia en la sombra. Yescas, Oscar

https://oscaryescasd.blogspot.com/2021/03/unapandemia-en-la-sombra-oscaryescas_7.html

9.- El hombre unidimensional. Marcuse, Herbert

https://monoskop.org/images/9/92/Marcuse_Herbert_El_hombre_unidimensional.pdf

10.- Homo videns (la sociedad teledirigida). Sartori, Giovanni

https://www.redmovimientos.mx/2016/wp-content/uploads/2016/10/Homo-Videns.pdf

11.- La sociedad de la ignorancia. Yescas, Oscar

https://oscaryescasd.blogspot.com/2022/10/lasociedad-de-la-ignorancia-oscaryescas.html

12.- No es necesario ser mujer para declararse feminista. Yescas, Oscar

https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/02/noes-necesario-ser-mujer-para.html

13.- La revuelta feminista en México. Yescas, Oscar

https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/08/larevuelta-feminista-en-mexico.html

14.- La felicidad paradójica. Lipovetsky, Gilles. Ed. Anagrama, Barcelona, 2013

https://designblog.uniandes.edu.co/blogs/dise2307/files/2014/10/felicidad_paradojica-11.pdf

15.- El amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Bauman, Zygmunt

Fondo de cultura económica. México, 2017.

https://templodeeros.wordpress.com/wp-content/uploads/2017/01/amor-liquido-zygmunt-bauman.pdf

16.- Neurosis y lucha de clases. Schneider, Michael. Ed. Siglo Xxi. México 1972

17.- El despertar político mundial provocado por el genocidio en Gaza. Yescas, Oscar

https://oscaryescasd.blogspot.com/2024/06/el-despertar-politico-mundial-provocado.html

18.- Sexoterapia integral. Alvarez-Gayou, Juan Luis. Ed. Manual Moderno. México, 2011

19.- Notas para comprender la sexualidad humana. Yescas, Oscar

https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/08/notas-para-comprender-la-sexualidad.html

20.- La educación en sexualidad humana como contribución al cambio social

https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/06/la-educacion-en-sexualidad-humana-como.html

21.- La tercera mujer. Permanencia y revolución de lo femenino. Lipovetsky, Gilles

Ed. Anagrama, Barcelona,2012

https://sinismos.wordpress.com/wp-content/uploads/2013/02/109856484-gilles-lipovetsky-la-tercera-mujer.pdf

22.- El Feminismo: la revolución más larga en la historia de la humanidad

Yescas, Oscar. https://oscaryescasd.blogspot.com/2021/04/feminismola-revolucion-mas-larga-de-la.html

Publicado originalmente en: https://oscaryescasd.blogspot.com/2024/08/reflexiones-sobre-feminismo-sexualidad.html