O lo que es lo mismo, de los males, el menor

Por Luis Enrique Ortiz

No tenía pensado verlo, ni mucho menos molestarlo, el asunto que me llevó a Él ya estaba resuelto y hasta le comuniqué mi gratitud con un mensaje escrito muy lacónico, pero -eso sí- significativo.

Sin embargo, me hizo esperarlo más de una hora, para hacerme un reclamo por algo que yo escribí en mi muro de feis y de cuyo estalkeo es comisionado a un prolijo escritor sudcaliforniano. Bueno, al menos se que alguien me lee, con todo y lo mal escrito.

Al principio me desconcertó porque dio un rodeo muy largo para decirme que el Gobierno del Estado Libre y Soberano de Sonora, no va a negociar con los productores de trigo, quienes afirman que si no se les subsidia con 3500 pesos la tonelada del cereal aparecerán por Cajeme y sus alrededores los cuatro jinetes del Apocalipsis, ya que según sus cuentas ellos mueven la economía de la región del Sur de Sonora.

Mientras lo esperaba pensé muchas cosas, mucho menos encontrarme y de frente con el mismísimo secretario de Gobierno, a quien de seguro si hubiese andado buscando pues nomás no lo hayo.

Me saludó como si me conociese de toda la vida y luego siguió de largo, rumbo a su oficina, creo. Y ya no volví a verlo.

Y es que es cierto, bajo el discurso talinabesco de los agrotitanes y nuevos latifundistas del Sur de Sonora, se asoma la amenaza de la ruina si el Gobierno de México no accede a subsidiar las ganancias que el mercado no les dio, porque apostaron al mercado y no a la soberanía alimentaria del pueblo de México.

Me explico, de acuerdo al FIRA, México debe importar 7 de cada 10 kilos de trigo panificable que necesita la industria de la panificación, similares y conexos. Eso encarece el precio del grano debido a que su cadena es más larga, con muchos coyotes.

Al mismo tiempo, se exporta más de la mitad del trigo cristalino usado principalmente para engordar puercos y aves y en menor cuantía para la elaboración de pastas para consumo humano.

Es decir, que mientras los precios del pan suben por lo caro del cereal panificable, los trigueros nacionales que se dicen muy patriotas, no tienen la capacidad ni la voluntad de producir para el mercado interno, por la razón de que según sus cuentas, el precio del trigo cristalino debería andar más o menos en 8 mil pesos la tonelada, algo parecido al año pasado, cuando los campesinos patas rosas batearon al estilo Regie Jackson.

Un puñado de personas, siembran parcelas de trigo de mil hectáreas o más en los valles del Yaqui y Mayo. Vamos a ver.

Estimaciones de los propios productores, coinciden en que los costos de producción de trigo por hectárea rondan los 32 mil pesos, el año pasado no llegaron a 30 mil. Los rendimientos promedio del trigo fueron de 7.5 toneladas en el ciclo 2022-2023 y vamos a suponer que no hubo productores de 8 o 9 toneladas por hectárea.

Los rendimientos esperados para el presente ciclo se espera sean de 7.5 toneladas por hectárea.

El precio del trigo el año pasado fue como de $8300 pesos en promedio por tonelada, por lo que los ingresos promedios por hectárea fueron de $62,250 pesos, menos 32 mil de costos totales por unidad de superficie la ganancia fue como de 30 mil varos ¡Por hectárea! ¿Se imaginan a fulano de tal que sembró mil hectáreas? Se embolsó 30 millones de pesos gracias a los altos precios del trigo y del dólar.

Bueno, pues aunque no me lo crean existen dos tres patas rosas que cultivan hasta 10 mil hectáreas y que se chingaron bajita la mano 300 millones de pesos en un ciclo de seis meses, más o menos. Libres de polvo y paja.

La gran mayoría de quienes sembraron 500 hectáreas o más usaron variedades cristalinas, cuyas cosechas en su mayoría serán utilizadas para engordar puercos y aves ya que esos clientes pagan 100 pesos más la tonelada por los trigos también conocidos como duros.

Sin embargo, la avaricia de los productores de una actividad que sólo puede ser rentable en el largo plazo con subsidios gubernamentales, no los dejó ver que los precios empezarían a caer a partir de marzo de 2023.

Al grado de que ahorita la bolsa de Chicago dice que lo que se produjo en el Sur de Sonora ahora vale en promedio 4 mil 500 pesos la tonelada.

A ese precio los ingresos de los trigueros serían de 33 mil 750 pesos por hectárea lo que les da una utilidad de poco más de mil 750 pesos por unidad de superficie, con lo que sale casi tablas.

A un pequeño productor, digamos de 200 hectáreas claro que le pega, y aún así gana algo así como 350 mil pesos también en seis meses, es decir unos 58 mil pesos mensuales.

El que sembró mil hectáreas sólo estaría ganando un millón 750 mil pesos y el que cosechó en más de diez mil unidades de superficie sólo ganará 17 millones 500 mil pesos.

Una conclusión de todo esto es que aún en el escenario del precio más bajo, los trigueros no pierden como nos quieren hacer creer y no aceptan la traición que les propinó el mercado.

A los productores de trigo de 200 o menos hectáreas se les debería estimular con precios altos para que surtan el déficit de grano panificable que es muy alto. A esos sí que se les subsidie el precio, la soberanía alimentaria lo vale.

Con los números de más arriba, en serio, Ustedes creen que un cabrón que sembró mil hectáreas necesita que el Estado subsidie sus ganancias, habiendo tanta pinche necesidad en más de la mitad de la población de Sonora, en este caso.

Todo esto pensaba yo durante el tiempo que esperé a aquel bato y de repente aparece y me dice: “ya mero me desocupo”, me sacó de onda, pero luego que se fue retomé el hilo (no el lilo), de mi soliloquio y me dije a mi mismo: o sea que los que piden 8 mil pesos por tonelada de trigo en el fondo quieren que el gobierno les pague algo así como 3 mil 500 pesos adicionales a lo que les da la bolsa de físicos de Chicago.

A un productor de 200 hectáreas que produjo mil 500 toneladas habría que pagarle poco más de 5 millones de pesos, no para pagar empleados, diesel, seguro social o siquiera deudas, sino simplemente de utilidad a costillas del Estado.

A uno de mil hectáreas que producirá 7 mil 500 toneladas habría que pagarle 26 millones de pesos, de puras barbas para que el compa pueda comprar su Cheyene o su “flor” Lobo. Y ni qué decir, de cuánto debe desembolsar el pueblo para compensar la caída del mercado para alguien que cosecho en 10 mil hectáreas, pues nada más y nada menos que 260 millones de pesos.

En total serían más de 5 mil millones de pesos, con lo cual se pueden construir hospitales para la gente a la que no pocos trigueros contratan sin otorgar seguro social. Becas para estudiantes, despensas para los más pobres, vaya hasta las instalaciones de la Expo se podrían arreglar 188 veces con esa lana que quieren los trigueros.

Se deben buscar mecanismos de apoyo para los trigueros de menos de 200 hectáreas, sin duda urge, como urgente es garantizar la soberanía y autosuficiencia alimentaria en materia de trigo panificable, subsidiar el trigo cristalino equivale a subsidiar a la industria forrajera.

Tampoco se trata de subsidiar a la industria de la harina y el pan, pero si a los empresarios les va a costar menos la materia prima como un 40%, pues los precios del pan deberían bajar, en lugar de seguir subiendo.

El año pasado Bimbo y sus compas compraron la tonelada de trigo a 8 mil 300 pesos, hoy les costaría (si se hubiese anticipado lo suficiente este escenario) 4 mil 500 pesos cada mil kilos, lo que representaría un descenso sensible de sus costos de producción totales.

La propuesta es esa, que se estimule la producción de trigo panificable, ese sería un primer paso en la ruta de la sustitución de cultivos, quita el trigo duro, para cosechar blando y poder provocar una baja en el precio del pan.

De esta manera, un solo subsidio lograría un doble propósito, los pequeños productores de hasta 200 hectáreas, se librarían del yugo y la manipulación de las patas rosas, obteniendo un precio más justo para todos y el precio del pan podría bajar con un trigo mucho más barato. Si sus costos bajan tanto, la industria deberá bajar sus precios al público.

El vato (no el secretario de Gobierno) -finalmente- llegó y me invitó a pasar a su oficina y ahí me dijo, que le hagan como quieran, no habrá lana para los grandes productores de trigo.

Me dio confianza su determinación que -por cierto- a ningún chairo le he escuchado. Nadie de sus subalternos parece pelar al gobernador, cuando éste llama al debate sobre un cambio necesario en el patrón de cultivos.

Sustituir trigo duro por panificable, no es gatorpadismo, sino un acto de soberanía alimentaria, también consume un chingo de agua, genera pocos empleos y usa pesticidas, pero como dice el presidente López Obrador: “de los males el menor”. Ya qué.

El vato me reclamó algo que no debía, ya que yo no veo el mundo como él lo ve, ni estoy obligado a tener obediencia política con nadie, creo todavía que la izquierda sonorense va a la cola del neocolosismo de centro derecha encabezado por el gobernador Alfonso Durazo, no califico si eso es bueno o malo, ya que cada quien lo define desde su posición.

Y sí, lo que hay es ligeramente mejor a lo que había y los cocodrilos vuelan pero muy bajito.

Aquí lo que cuenta como mojonera ideológica, es que el gobernador es el operador político del presidente en Sonora. No está mal como argumento, después de todo el fin justifica el cómo.

Pues vamos a ver qué pasa, ojalá que nos vaya bien a todos, incluidos a los trigueros. Pero por el bien de todos, no está mal repasar eso de que primero los pobres.

Publicado originalmente en: https://www.facebook.com/luisenrique.ortiz1