#DíasdelFuturoPasado Edición Especial
Hagamos el siguiente ejercicio: imaginemos un entorno ecológico, con árboles, un río, vegetación variada, animales desde esos invertebrados que a veces pasamos por alto hasta esos mamíferos con los que sentimos cierta afinidad. Podemos incluso imaginarnos una pequeña población humana que forma parte de este entorno ecológico. Sus dinámicas poblacionales son parte de un todo. Forman una comunidad ecológica, donde cada una de sus partes esta en armonía con las otras; así como las necesidades de cada uno. El entorno está equilibrado. Las relaciones son a un nivel tangible. Se pueden tocar, sentir. Nadie es dueño de nada que no sea su propia existencia, nadie le pertenece a nadie. Ni siquiera a los humanos, ni entre los humanos.

De pronto un día; alguien que no vive ahí, que no sabe nada del lugar, se da cuenta que el cauce del río puede servir para construir una hidroeléctrica que de energía a una ciudad cercana. Busca un dueño a quien comprarle, no encuentra a nadie, entonces va al gobierno, sí, esos que se ostentan como administradores de los bienes de la nación y consigue los permisos para construir esa hidroeléctrica. Comienzan a llegar camiones, a talar árboles, a construir estructuras de cemento en el río para detener su cauce. Los no humanos que viven ahí, no saben qué pasa, la fauna migra o comienza a morir. La flora desaparece. Otra empresa descubre que el bosque cercano puede ser talado para la fabricación de papel, otros más que una vez talado pueden aprovechar ese terreno para la agroindustria; una más descubre que las montañas están llenas de metales y minerales listo para ser explotados, extraídos. La población humana intenta resistir. Protestan, defienden su espacio. ¿Quién más lo haría? Se les reprime, se les desplaza a la ciudad cercana donde ellos no saben vivir, no hay lugar para ellos se convierten en parias que viven de recolectar lo que los habitantes de la ciudad desechan. Algunas personas intentan ayudarlos pero no, no es ayuda, es una forma de calmar su conciencia. Entienden que estos desplazados son daños colaterales del progreso que les permite a ellos vivir su estilo de vida. No son los primeros que llegan. Inventan programas de ayuda –junto con el gobierno- que en el mejor de los casos sirve para mantener a estas poblaciones que han sido desalojadas de su entorno en un estado vegetativo. Esta ayuda no alcanza para despertar su rabia e indignación.
Si ahora volteamos a ver aquel entorno ecológico en equilibro lo que veremos es una mega-fábrica que nada tienen que ver con nosotros o con la naturaleza; es una fábrica para satisfacer las necesidades de un modelo de producción-consumo que se basa en la privatización, la extracción y la violencia hacia la naturaleza, desapareciendo entornos equilibrados para darle paso a lugares de destrucción y muerte. Ahora estos entornos se convierten en recursos para el modelo que no se queda ahí. Convirtieron a la naturaleza en un espacio de extracción de lo que ellos llaman recursos naturales. Ahora estos son llevados por grandes camiones a la periferia de la ciudad, donde todas las desplazadas pasan a convertirse en recursos humanos trabajando en las fábricas donde la naturaleza pasa a convertirse en productos de consumo. Fábricas donde estos parias trabajan más de doce horas para lograr sobrevivir, para mantenerse dentro de la línea que el sistema quiere. Trabaja-Consume-Muere. No seas feliz. Si no estás contento puedes protestar, puedes pedir aumento de salario, puedes pedir menos horas de trabajo, no se te ocurra salirte de la línea trazada: Trabaja-Consume-Muere. Tus exigencias serán cumplidas solo lo necesario para mantener el modelo, el sistema. Los que no trabajan en las fábricas respirando, absorbiendo todos las sustancias químicas que se usan para “mejorar” los productos de consumo, con lo cual pronto enfermaran y morirán, eso no importa, siempre habrá mano de obra en los desplazados, en los desalojados. Si no trabajas en las fábricas puedes trabajar en los supermercados donde se venden estos productos. Puedes seguir siendo parte de la línea. No dejas de ser recurso humano, si dejas de serlo te conviertes en algo peor que un paria. Es un desadaptado, no eres apto para el sistema y su modelo.
Pero esto no se detiene con esto. Tal vez usted es una persona que siempre ha vivido en la ciudad, que tiene un buen trabajo, que incluso se preocupa por sus semejantes. Incluidos los NO-humanos. Se ha comprado el nuevo discurso del sistema, ahora usted una persona “ecofriendly”, solo compra alimentos orgánicos, no contribuye al deterioro ambiental incluso se compromete con algunas acciones de defensa de la naturaleza. Solo compra productos certificados como “comercio justo”. Los parias pueden consumir lo que ellos mismos producen, lleno de sustancias tóxicas. Eso no importa. Pobres, pero son desechables. No cuestione más de lo necesario, no haga preguntas incómodas. Que las certificaciones de los gobiernos y los discursos de las empresas les sirvan para creer que están ayudando al planeta así en intangible, al planeta, no a las comunidades, no a los entornos ecológicos. Aun puede irse de vacaciones a esos lugares que el modelo de producción-consumo ha determinado que son los específicos para que usted y los demás como usted puedan descansar del barullo de la ciudad.

El sistema ha pensado en todo. Incluso ha pensado en la vida útil de los productos que fabrica. Cuidado, que no duren mucho, la personas necesitan consumir, comprar, sino ¿Cómo mantenemos al modelo de producción-consumo? Para eso tenemos a la obsolescencia programada para que lo que se consume se deteriore pronto. Pero ¿Alguien no quiere comprar y logra que su producto dure más tiempo del que el modelo dice que debe de durar? Bueno, pues tenemos la obsolescencia percibida. ¿En verdad quiere que su vecino vea que sigue usando el mismo televisor de hace cinco años? ¿El mismo teléfono celular? Usted no está contribuyendo, usted es peor que un paria; la obsolescencia percibida es la letra escarlata del capitalismo. Sera juzgado por lo que consume, no por lo que es.
¿Y dónde termina esto? ¿Qué pasa con todo lo que se extrae de aquel entorno ecológico prístino y equilibrado que se convierte en recurso, después en producto de consumo, una vez que la obsolescencia nos obligó a desecharlo? Pues lo tiramos, se busca un terreno que ya ha sido devastado y se entierra contaminando el agua, la tierra, el aire o también se incinera para producir energía, el sistema dirá que es energía limpia, al fin y al cabo, esas sustancias toxicas que han hecho el recorrido desde la fábrica hasta la incineradora seguirán siendo respiradas, absorbidas por los parias del sistema y recordemos: ellos son desechables. Siempre tendremos desplazados, desalojados de quien echar mano.
¿No te gusta el sistema? ¿Has descubierto que eres un engranaje más en esa gran máquina llamada capitalismo? Puede ser de estado o neoliberal, no importa los dos funcionan con el mismo objetivo. Dar de comer a una máquina mayor que es un modelo de producción-consumo. ¿No te gusta? ¿Has despertado, te tragaste la pastilla azul y has visto la realidad? Siempre puedes protestar, salir a la calle, manifestarte, buscar las alternativas. Intentar apagar la luz del panóptico. Hay muchos como tú que ya despertaron y lo están haciendo. Claro, el riesgo es grande. A ellos, a los que tienen el poder de decidir sobre tu vida, no les gusta que vayan seres humanos por el mundo pensando que pueden decidir por ellos mismas. Intentaran matarte, encarcelarte en una prisión mucho más pequeña que las ciudades, que ya son cárceles de por sí. Intentaran que vuelvas a ser un engranaje en la máquina. Si estás lo suficiente despierto, regresar no es una opción. Lo único que queda es resistir, luchar para regresar aquel entorno ecológico al que en un inicio se te invito imaginar.
Desde la rebelion contra la extincion
Domingo de resurrecion 2020
Jorge Tadeo Vargas
Activista, escritor, anarquista, biólogo, panadero casero, coordinador de LIDECS