De hecho, en los mapas medievales judeocristianos y hasta finales del siglo XV, la Tierra se representaba orientada hacia el este, con Asia arriba, Europa abajo a la izquierda y África abajo a la derecha, como en el mapamundi de San Severo. Al fin y al cabo, “orientar” viene de “oriente”.
Cada cierto tiempo, alguien nos recuerda que todos los mapas están mal. Como este tuit.
Estos mapas con el sur arriba no son los que se usan habitualmente en Australia, pero sí son comunes como forma de mostrar que la orientación con el norte arriba es arbitraria: podría ser cualquier otra. De hecho, en el plano se aprecian tres de los problemas con los que se han encontrado los cartógrafos a lo largo de la historia.
1. ¿Hacia dónde oriento el mapa?
Nos parece tan obvio que los mapas estén orientados hacia el norte que olvidamos que es una convención y que norte y arriba no son sinónimos. “No hay ninguna razón puramente geográfica por la que una dirección sea mejor que otra, o por qué los mapas occidentales modernos han naturalizado la asunción de que el norte debería estar arriba”, escribe Jeremy Brotton en Historia del mundo en 12 mapas.
De hecho, en los mapas medievales judeocristianos y hasta finales del siglo XV, la Tierra se representaba orientada hacia el este, con Asia arriba, Europa abajo a la izquierda y África abajo a la derecha, como en el mapamundi de San Severo. Al fin y al cabo, “orientar” viene de “oriente”.
El este se prefería en muchas culturas por ser la dirección por la que salía el sol, siendo el sur la segunda dirección en preferencia. El oeste se asociaba con la decadencia y la muerte, y el norte, “con la oscuridad y la maldad”. No en todas partes: los mapas babilonios y chinos, por ejemplo, se orientaban al norte, igual que los propuestos por el astrónomo Ptolomeo en el segundo siglo después de Cristo. Sí parece sensato que los mapas para navegar tengan en cuenta el eje norte-sur, dado el uso de brújulas, pero Brotton nos recuerda que se podría haber optado por el sur con la misma facilidad.
Por cierto, “todos los estudiosos de la Edad Media sabían que la Tierra era una esfera”, explica Umberto Eco en Historia de las tierras y los lugares legendarios, citando a Dante, Orígenes, Ambrosio, Alberto Magno, Tomas de Aquino e Isidoro de Sevilla, que incluso calculó la longitud del Ecuador. De hecho, las dudas sobre la ruta que proponía Colón no se debían al temor a que cayera por un abismo, sino porque se creía que Colón se basaba en un cálculo optimista acerca del tamaño de la Tierra y que su ruta no era tan corta como pensaba (y no lo era).
Si a alguien le quedan dudas acerca de lo arbitrario que resulta orientar un mapa en cualquier dirección, no tiene más que ver esta foto. Es la Tierra tal y como se fotografió desde el Apolo 17, con el polo sur arriba. Sí, normalmente se le da la vuelta para que nadie se ponga nervioso.
2. ¿Qué pongo en el centro?
Como se puede ver en el mapa del tuit, Australia está situada en medio. La mayoría de los mapas “ponen la cultura que los produjo en el centro”, como explica también Brotton. Lo cual tiene sentido no sólo político, sino también práctico: es similar a cuando abrimos Google Maps y lo primero que queremos saber es dónde estamos para saber qué camino hemos de seguir.
El centro tiene un valor simbólico, como en el caso del mapamundi de la catedral de Hereford, que se dibujó alrededor del año 1300 en Inglaterra, pero que coloca a Jerusalén en su punto medio. O como el mapa del logo de las Naciones Unidas, con centro en el polo Norte, para que no se enfade nadie, de modo similar a la proyección que hizo el estadounidense Richard Edes Harrison durante la Segunda Guerra Mundial, con otros objetivos: mostrar tanto la importancia del avión en el conflicto como el lugar que ocuparían Estados Unidos y la Unión Soviética tras la guerra.
3. ¿Cómo dibujo una esfera en un plano?
Este es uno de los problemas más complejos para los cartógrafos, explica Brotton, ya que es imposible proyectar una esfera en una superficie de dos dimensiones sin que haya algún tipo de distorsión en la forma o en los ángulos. Pongamos por ejemplo un mapa que sigue la proyección de Mercator, en cuyo plano de 1569 se basan muchos de los actuales.
Tal y como recuerda este vídeo de Buzzfeed, este mapa contiene proporciones que no son correctas.
Mercator “trató el globo como un cilindro y mantuvo los ángulos cuidadosamente en su superficie”, explica Brotton. Los meridianos no convergen como deberían y por eso la Antártida parece tan grande y Groenlandia tan extensa como Sudamérica, a pesar de tener sólo una octava parte de su superficie. Además, Europa parece el doble de amplia que Sudamérica, cuando realmente es la mitad. Eso, entre otras distorsiones.
Pero aunque parezca extraño, el Mercator no es, ni mucho menos, un mal mapa: estas distorsiones permiten mantener mantener los rumbos marinos en líneas rectas, que era uno de sus objetivos. Y, por ejemplo, Google Maps, Bing y OpenStreetMap usan una variante del Mercator para sus planos a gran escala, ya que sus “rectángulos simétricos se adecúan perfectamente a los mosaicos de píxeles que conforman un mapa digital”, explica Simon Garfield en En el mapa.
Es decir, todas las proyecciones tienen sus ventajas, pero también sus inconvenientes (y distorsiones, que se pueden medir con los indicadores Tissot). Incluso la de Arno Peters, de 1973. En su mapa, los continentes del norte aparecen radicalmente reducidos en tamaño, mientras que África y Sudamérica se muestran como “lágrimas enormes resbalando hacia la Antártida”, apunta Brotton. Este plano pretendía superar los errores de proporciones del Mercator y poner en evidencia que nuestra forma de ver el mundo tiene consecuencias políticas. El mapa de Peters fue el más vendido durante las dos décadas siguientes y fue adoptado por entidades como las Naciones Unidas y Oxfam. Llegó incluso a la serie El ala oeste de la Casa Blanca, donde un cartógrafo pronuncia la frase: “Nada está donde crees que está”.
Pero esta proyección también tiene distorsiones y errores de cálculo: por ejemplo, Nigeria y el Chad aparecen el doble de grandes. Para colmo, Peters tampoco dijo que se había basado en el trabajo de James Gall. A pesar de todos estos defectos, Brotton recuerda que su gran mérito es que “obligó a los cartógrafos a admitir que sus mapas nunca habían sido y nunca podrían ser ideológicamente neutrales o representaciones científicamente objetivas”. Esto también ayudó a que se crearan (o recuperaran) proyecciones adecuadas para usos específicos, teniendo en cuenta que cada una tiene sus aplicaciones.
Por ejemplo, la proyección del mapa australiano del tuit del principio es la Hobo-Dyer, de 2002 y similar a la Gall-Peters. Este otro mapa es el de Robinson, de 1963 y comina elementos de los mapas de Mercator y Gall-Peters, además de intentar simular cierta curvatura, aunque esto lleva a distorsión en las zonas altas y en los extremos.
La de Goode, de 1923, mantiene la proporción de tamaños, pero las direcciones y distancias no son fidedignas.
La Dymaxion, de R. Buckminster Fuller es un icosaedro diseñado en el que se mantienen las formas y dimensiones, e intenta representar los continentes en un continuo.
La Winkel Tripel es de 1921 y es una de las que ofrece menos distorsiones. Desde 1998, National Geographic la usa como su proyección estándar, reemplazando así a la Robinson.
A medida que nos hemos familiarizando con la imagen del mundo, los mapas se usan para reflejar temas sociales, políticos y económicos. De hecho, los planos se distorsionan adrede para reflejar estos asuntos. Uno de los principales ejemplos de esta tendencia es el Atlas of the Real World: Mapping the Way We Live (1998), en el que Daniel Dorling, Mark Newman y Anna Barford dibujaron 366 mapas adaptándolos según datos demográficos, de inmigración, de mortalidad infantil y de mortalidad en conflictos bélicos, entre otros temas. En esta línea, este mapa de TeaDranks, usuario del foro Reddit, muestra los tamaños de los países según su población en 2015. Australia y Canadá casi desaparecen y la India es más grande que África.
Este otro de Jan Van der Weijst ajusta los tamaños según la población encarcelada por 100.000 habitantes en cada país.
Los mapas también nos pueden servir para ver el tamaño de África en perspectiva. Y eso que este ejemplo sigue la proyección de Mercator: por ejemplo, el Reino Unido en realidad tiene la mitad de extensión que Madagascar y no más o menos la misma. El mapa anterior cobra especial relevancia si además lo comparamos con la riqueza de cada país.
Fuente: http://verne.elpais.com/verne/2015/04/14/articulo/1429016086_681676.html