Por Jorge Tadeo Vargas.

En México se producen alrededor de cuarenta y dos millones de toneladas de basura al año, de los cuales aproximadamente el ochenta por ciento se recolecta, ya sea por servicios de limpia, privados o municipales o por recicladores informales. De este ochenta por ciento, solo el setenta y ocho por ciento llega a un sitio de disposición final, el resto desaparece entre el reciclaje y otro porcentaje termina en basureros clandestinos sin control.

Ahora bien, una caracterización rápida de los residuos que se producen en las ciudades, sin importar la cantidad de población que tenga, nos dice -según datos de SEMARNAT/INEGI- que más de la mitad de la basura que se produce -aproximadamente entre el cincuenta y el sesenta por ciento- son residuos orgánicos, lo demás se clasifica en un treinta o cuarenta por ciento en residuos que pueden ser aprovechables ya sea para el reciclaje, el reuso o la reutilización, quedando más o menos un diez por ciento de residuos que no tienen valor socio-ambiental.

Otro dato importante para mencionar es que, de los más de dos mil municipios en todo el país, solo el diez por ciento cuenta con rellenos sanitarios que cumplen con la norma mexicana y la Ley General de Prevención y Gestión Integral de Residuos, más del noventa por ciento está arrojando su basura en basureros clandestinos o en su defecto en basureros controlados.

Por último, aunque existe una Ley General, desde la federación, quien tiene la última palabra en el manejo de la basura son los municipios, por lo que está en sus manos tomar las decisiones correctas que se hagan, para evitar o terminar con una de las mayores problemáticas que presentan las ciudades, las cuales o no están haciendo nada en materia de manejo y prevención o desde la privatización buscan solucionar el problema, es decir siguen apostando por salidas de final de tubería, como es la disposición final y no la NO generación de basura, lo cual es mucho más práctico, sostenible, además de terminar con la problemática de tajo.

Desde hace décadas, activistas e investigadores en todo el mundo, han venido trabajando en una forma de hacer política con respecto al manejo de la basura/residuos, que de igual forma es una filosofía que sin decirlo toma muchas ideas anticapitalistas y anti-sistémicas para ir cambiando patrones de consumo y de derroche. Esta filosofía y política pública, es conocida a nivel global como “Basura Cero” y a pesar de los intentos de la industria y de muchos gobiernos de apropiarse del nombre para maquillar de verde sus prácticas ecocidas, el concepto aún significa algo para quienes de cierta forma trabajamos en la NO generación de basura.

Pero bueno, este texto no intenta ser una promoción descarada de que los municipios pueden ir generando autonomía ante una federación cada vez más corrompida, donde la agenda ambiental está cooptada por la industria que es quien está sacando provecho del maquillaje verde cuando este existe, pues hasta este momento, por el cinismo del gobierno y las secretarías al cuidado del medio ambiente, es evidente a quien están beneficiando. Pero de nuevo, tampoco es un texto de denuncia ante lo que ya sabemos, es una simple forma de apelar al sentido común, con datos científicos para darnos cuenta que desde el municipio hay herramientas para generar autonomía e ir encaminados hacia una autodeterminación que derive en lo que Murray Bookchin y muchos otros anarquistas llamaban “el municipalismo libertario”, aclarando que lo de libertario es en el concepto anarquista de la palabra y no en el incorrecto que de se la ahora con los liberales de libre mercado que no tienen nada de libertario.

Hay que aclarar también que el anarco-capitalismo que se les achaca a estos fachas en lo político, liberales en lo económico, es un concepto que tampoco existe más allá de los medios de comunicación masiva. Dicho esto, podemos explicar cómo desde los residuos podemos ir generando una comunidad con una mayor salud ambiental.

Lo primero que debemos tener claro es que la participación comunitaria es base para cualquier proyecto de autonomía, por lo tanto, el primer paso para la NO generación de residuos es la separación de ellos en origen, es decir desde nuestras casa. Esta separación no debe ser muy complicada, con separar lo húmedo (orgánico) de los seco (inorgánico) es más que suficiente. Con esto al momento de la recolección se tiene un mayor control, además de que los residuos van mucho más limpios. La separación sirve además para tener un mejor caracterización de los residuos y que poder hacer con ellos. Lo inorgánico se va hacia compostaje y lo inorgánico a recuperar aquello que tiene algún valor como reciclable y para reutilizarlo. Aquí hay que hacer un paréntesis para decir que el principal factor de contaminación en un relleno sanitario es el orgánico, pues este es el que genera más sustancias tóxicas que contaminan el agua y el aire. La separación de origen evita todo esto y hace el trabajo de los pepenadores in situ mucho más limpio y menos peligroso.

Ahora bien; uno de los problemas con lo orgánico, desde la lógica del capitalismo, es que se produce mucha composta, la cual no tiene mucho uso -dicen los especialistas en residuos- pues no hay demanda. Esta lógica pierde de vista que con esa composta podemos ir recuperando los espacios públicos como parques, camellones, es decir podemos darle la vuelta al tema del encementado por reverdecer las ciudades, lo que nos lleva a un siguiente nivel, que es la recuperación de las cuencas -léase ríos- dentro de las ciudades, consiguiendo otros beneficios. Incluso se beneficia el tema de los huertos urbanos. Aclaro que me estoy saltando el tema de que la mayoría de lo orgánico viene contaminado con agrotóxicos, porque ese es otro paso al que llegaremos en su momento, por ahora el tema es cómo manejar nuestros residuos y aquí está una idea anticapitalista de como ya no generar basura orgánica convirtiéndola en composta para la recuperación de los ecosistemas dentro de las ciudades.

Con esto se resuelve más de la mitad del problema. Aún nos queda un cuarenta por ciento de residuos a los que tenemos que buscarle una solución. Para muchos gobiernos, desde que inició la crisis del plástico, la solución es la incineración en hornos cementeros; esto lo usan como combustible y se acaba el problema. A pesar de las evidencias perfectamente documentadas de los daños que causa esta práctica -que recibe el pomposo nombre de coprocesamiento- en México no solo se permite, sino que la Ley General de Prevención y Gestión Integral de Residuos, la tiene en el artículo 162 como una forma adecuada de manejo de residuos. Solo en México una práctica que es causa de muchos tipos de cáncer y otros padecimientos es legal.

Incinerar estos residuos en hornos cementeros, ni de ningún tipo está dentro del concepto de Basura Cero, aunque ahora se le quiera llamar reciclaje energético y/o químico. El porcentaje de residuos inorgánicos debe pasar por una caracterización, mandar aquello que puede ser reciclable a los centros especializados para ello, en el entendido que esta debe ser una solución a corto plazo, por los daños que causa el proceso de reciclaje, que no es tampoco la panacea, ni a lo que debemos aspirar, sino es solo un proceso de transición de corto plazo y poner énfasis en aquello que puede ser reutilizable, construyendo centros comunitarios que sirvan para la reparación de todos esos residuos, con lo que se les dará un segundo uso. Con esto se fortalece la economía local y se crea un red circular de trabajo comunitario.

Con esto el resto de los residuos que nos quedan es de aproximadamente un diez por ciento, digamos que si una ciudad, en este momento está produciendo cincuenta toneladas de basura al día, con un proyecto de este tipo, al final quedan aproximadamente cinco toneladas a las que hay que buscar qué hacer con ellas. Aquí hay dos caminos, mantener un relleno sanitario -de preferencia vertical- que se encargue de enterrar -bajo el cumplimiento de la norma y la ley- esta fracción residual o de plano sacar del mercado todo aquel residuo que no pueda ser compostado, reciclado, reutilizado, de nuevo el camino pueda ser mediante un reglamento municipal o desde una ley general de responsabilidad extendida al productor que deje claro que todo aquello que se produce debe de entrar sin daños al círculo de los residuos.

Hacer esto es más sencillo -y económico- que lo que los municipios están haciendo con la basura; lamentablemente, el negocio es mantener todo como esta, ir acabando con ecosistemas, contaminando ríos, aire, es más redituable que dejar de hacerlo, sin embargo, un municipio que apueste por un plan de Basura Cero está en el camino correcto hacia la autonomía y en estos tiempos de colapso, es importante estar preparados desde esa lógica, desde la acción comunitaria y municipalista.

Esto es una realidad en más de cien ciudades en países tanto del Norte, como del Sur Global, por lo que quien lea esto puede estar seguro de que no es algo que se nos haya ocurrido a algunos sin un sustento práctico, al contrario, estos proyectos están caminando, cambiando paradigmas en todo el mundo.

En otras columnas estaremos platicando de otras formas de ir generando autonomía municipal, desde una idea anticapitalista, fomentando el cooperativismo, la democracia directa, el apoyo mutuo y el enfoque ecosistémico como la base de estas acciones encaminadas a municipios autónomos y libres.

Mayo 2024

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Jorge Tadeo Vargas: sobreviviente de Ankh-Morpork, activista, escritor, traductor, anarquista, pero sobre todo panadero casero y padre de Ximena. Desde hace años construye una caja de herramientas para sobrevivir.

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(Crédito de la imagen: critica.com.mx)