Foto: Universidad de Sonora, semi regreso hoy a clases presenciales.

Por: Isabel Dorado Auz

Este lunes 10 de enero acudí a impartir mi primera clase presencial en la Universidad de Sonora, desde que se tomó la decisión de cancelar esa posibilidad debido a la pandemia del Covid-19. Lo que hoy pasó es un reflejo del caos en el que está inmerso nuestra querida Alma Mater.

Unas trabajadoras, supongo que del STEUS, me recibieron amablemente en la escuela de Derecho, quienes me indicaron el salón de clases al que debiera acudir, con una salvedad, tendría que cumplir con ciertos requisitos: un carnet, tarjeta que acredita la identidad de su propietario o su pertenencia a una asociación, o que lo faculta para ejercer ciertas actividades, según la Real Academia Española, y dos cubrebocas que debía mostrar, ya que el que llevaba puesto no era suficiente.

Cuando reviso los lineamientos me encuentro de que el dichoso carnet no aparece en los mismos, aunque, dicho sea de paso, resulta lógico, dado que, si se cumples con los requisitos establecidos para el regreso seguro a clases, sería la mejor forma de evitar contratiempos. Algo más, en los lineamientos se específica un solo tipo de cubrebocas, N95 o tricapa, lo cual pareciera que no alcanzan a identificar las encargadas de autorizar si entras o no a clases.

Ahora bien, los dichosos lineamientos son cuestionables por sí mismos y es producto de la arrogancia de las autoridades universitarias de no consultar realmente a la comunidad universitaria. Quizá por eso no opera la lógica y solo se ha establecido un proceso burocrático que no garantiza per se el regreso seguro al salón de clases, bajo los confusos lineamientos que son más producto del miedo a algo que no entienden que a una valoración realmente médica del riesgo.

Se habla de un cuestionario que debe contestar el docente, bajo la consigna de decir verdad, y que si responde de cierta manera se le permitirá ejercer la clase presencial. En tal sentido, si un docente no quiere asistir al grupo solo requiere contestar el cuestionario respondiendo diferente a lo que desea la Universidad. Por otro lado, se dice que debe vigilarse que todo el personal lleve a cabo todas las medidas sanitarias de prevención, quizá por eso las trabajadoras me solicitaron que mostrara el gel antibacterial que debía llevar conmigo. No hay garantía de que estén todas las condiciones para trasmitir simultáneamente la clase presencial por la vía virtual y ese es otro problema que debe resolver el profesor.

En resumen, la autoridad universitaria decidió que el problema no es suyo, que quien debe resolver cualquier inconveniente es el trabajador académico. El sindicato, por su parte, está más interesado en “democratizar” a la Unison, aunque permanentemente excluye de la discusión al grupo Ciencia y Sociedad que presentó la mejor propuesta de normatividad, que en atender la problemática que afrontamos los docentes.

Se sigue malentendiendo, creo que, a propósito, el concepto de autonomía. Somos autónomos para darle una buena conducción a nuestra Alma Mater, no para extender privilegios a la burocracia dorada ni mucho menos para tratar de imitar el odioso liderazgo de Fidel Velázquez en nuestro sindicato.

Foto: Universidad de Sonora. Protocolo.