+ Los directivos del medio le dan la espalda + Por El Imparcial perdió su primer matrimonio + Dos accidentes fatales le hicieron perder la vista + “Les dí premios internacionales y mira cómo me pagan”  + Vive abandonado, nadie lo visita 

Por: Alejandro Islas Galarza

micartadehoy@hotmail.com

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Huérfano de padre y madre, a los siete años comenzó a trabajar en un changarro amasando nixtamal y haciendo tortillas, luego se ocupó en el Motel La Siesta –la dueña lo quería adoptar–, una óptica en donde aprendió de todo, supervisor en la Comisión Federal de Electricidad, que lo envía a trabajar a Tijuana, Baja California y de ahí a una escuela de periodismo en San Diego; transitó por Ensenada, La Paz, Rosarito y Sinaloa. De regreso a Hermosillo se incorpora al periódico El Imparcial, –1975– en la sección de Deportes, al lado del periodista, Eduardo Gómez Torres y desde entonces y hasta el año 2016 se puso la camiseta de su empresa que le costó, incluso, su primer matrimonio, una pingüe indemnización laboral por 40 años de servicio, varias amenazas de muerte y lo peor ¡la vista!

Crispín Ballesteros, fotógrafo profesional vive encerrado en su casa, sin poder ver, sin salir a la calle, sin tomar fotografías, la pasión, su pasión que lo distinguió por más de cuarenta años.

El que ya hacía planes para irse a trabajar a Quito, Ecuador o a Cali, Colombia, pero el infortunio de la vida, lo llevó a tener dos accidentes oculares que, a la postre, le costaron perder su principal materia prima… la vista.

A mediados del año 2016, lo encontré a las afueras de la sucursal Bancomer, sobre la Avenida Serdán…

–¡Mi querido Crispín!, ¿qué andas haciendo por acá?, la pregunte entusiasmado.

–Vine a cobrar mi liquidación del Imparcial, me reviró, con un tono osco, serio, atribulado.

–¿Pero cómo?, ¿ya dejaste el periódico?, indague.

–Contra mi voluntad, porque tengo problemas con la vista y ya no puedo trabajar como a mí me gusta, aclaró.

–Y qué ¿te fue bien con la liquidación?, digo para que me prestes una lana, bromee.

–¡Nombre!, ni te imaginas lo que me dieron esos ingratos, ya ni la friegan, tantos premios que les di y me pagan con una traición, precisó.

–¿Entonces cuánto te dieron?, insistí.

–Miserables 150 mil pesos, pero me querían dar sólo 50 mil, comentó desconsolado.

Nos despedimos y quedamos en platicar sobre el tema en otra ocasión.

Luego, ya en este 2017, volví a encontrarlo, pero ahora cerca de la sucursal bancaria Banamex, lo acompañaba su entrañable amigo Mateo González, quien le servía de guía.

Ya para entonces Crispín, había perdido la vista totalmente.

Y fue cuando amarramos la entrevista.

–Estaría bien, porque no sabes cuántas cosas me han pasado, sobre todo con los actuales directivos del Imparcial.

Finalmente el 29 de septiembre estuve en su casa, allá en la Colonia Nueva España, al Norponiente de la capital sonorense.

Toque la puerta de acero y al no recibir respuesta, le marque a su número telefónico.

–Hola Crispín, soy yo Alejandro Islas, dije.

-Ah, si ya van a abrirte, espérame, respondió.

Y sí, una menor abrió la puerta y para entonces Crispín venía en camino.

Me recibió efusivamente y me condujo a una pequeña estancia, que le sirve de oficina.

Sin ver, el Crispín, ya conoce los espacios de su hogar.

Encendió el aire, la luz, se sentó en su silla y me invitó a pasar.

En la estancia, hay cuatro camas, una mesa de estudio, una computadora, papeles, fotografías, cajas y la “chiquita”, su perrita que le acompaña a todas partes.

–Mira, me dijo, ¿ves esa cama que está ahí?

–Si, ¿por qué?, indagué.

–Bueno, acuéstate y separa tu cabeza de la pared lo que miden tus cuatro dedos de la mano.

Confundido como estaba, hice lo que me pedía.

Me recosté siguiendo sus instrucciones, luego encendí la cama de masaje con piedras calientes de jade.

Y ahí estuve por espacio de hora y media, recibiendo un masaje quiropráctico.

Y es que antes de entrar al cuarto, el Crispín me pregunto si tenía problemas con la columna vertebral.

Y como si hubiese adivinado, le respondí que sí, que desde hace días traía malestares en la columna.

Mientras recibía el tratamiento, el Crispín me platico pedacitos de vida  de la familia Healy.

De los mejores momentos que paso al lado de José Alberto Healy.

El que dio la contra orden de expulsión que Rodolfo Barraza la había comunicado.

Problemas que acabaron por dividir a la familia dueña del Imparcial.

Historias de vida que Crispín conserva en su memoria.

Pues fue uno de los mejores trabajadores y se ganó la confianza familiar.

Anécdotas, fragmentos, historias, hechos que marcaron y dejaron huella.

Crispín, recuerda que fue él, el único que logró tomarle una fotografía al entonces al Vicecónsul de Estados Unidos en Hermosillo, John Peterson…

–Resulta que yo era el único que tenía fotos de ese amigo porque era hippie y una vez Don Enrique Mazón, allá por la antigua Penitenciaría me dijo “mira ese cochino hippie es el Vicecónsul de Estados Unidos, tómale una foto” y creo que la metí al periódico, pero nunca lo publicaron; a los dos años que se pierde el pinche cónsul y nadie sabía quién era por su aspecto cochino, cinco años después vinieron de la DEA y fueron al periódico con José Alberto Healy, yo escuche a que venían y recordé que tenía una fotografía, la busque en unas cajas y se las mostré a los agentes que ni siquiera lo conocían, pero la enseñaron a personal del consulado que confirmaron la identidad, recordó el Crispín.

Y agrego…

–La fotografía la pusieron en todos lados y el gringo nunca apareció, pero resulta que estaba enterrado en un arroyo sobre el viejo camino a Ures; unas personas que andaban buscando pitayas en el monte vieron una bota semi enterrada, lo sacaron y después por la radio me entere de la noticia, me fui al lugar y ahí encontré al Gordo Salazar que era jefe de la Judicial y le comente que se parecía al cónsul perdido cinco años antes; de ahí lo llevaron al consulado en donde confirmaron que se trataba del mismo.

Continúo lado de Eduardo Gómez Torres…

Hasta que Blancornelas se hizo cargo de la dirección general del periódico.

Y recuerda su primera orden de trabajo que le dio Blancornelas…

–Vinieron a Hermosillo Miguel Alemán y Ururchurtu, se hospedaron en la suite presidencial del Hotel Valle Grande –en ese entones el único hotel de lujo— y hasta allá llegaron todos los fotógrafos, pero nadie pudo entrar, porque las escoltas presidenciales lo impidieron, pero yo  tenía unos amigos en la cocina que me vistieron de mesero, me dieron una pastelera en donde metí la cámara y me fui a realizar la entrega, cuando entre estaban sentados de frente platicando, saque la cámara y me preguntaron que si era fotógrafo y les dije que no, que mi Papá me había hablado de ellos y que quería una fotografía para el recuerdo, tome como 15 fotografías, salí de la habitación y ya en el periódico me fui al laboratorio, hice cinco fotos y se las entregue como cartistas a Blancornelas.

 

Desde entonces Crispín se encargó de cubrir los mejores eventos, para entonces ya tenía 23 años de edad.

 

Y recuerda con nostalgia cuando sus fotografías aparecían en las agencias internacionales de noticias.

 

–José Alberto me daba chanza, porque le gustaba los créditos en donde aparecía mi nombre y el del periódico, era muy bondadoso, siempre me dio el triple en viáticos en mis salidas a Estados Unidos, Sudamérica, México, recordó.

Y si, fue Blancornelas quien lo lanzó al “estrellato” y de quien dice estar “muy agradecido”…

–Y yo le respondí gracias a Dios, mira ahí están los dos premios que recibí en Argentina, en Toronto, Canadá y otros que no están ahí.

Ofrendo su vida al periódico El Imparcial, tanto qué…

–En el primer matrimonio, mi ex mujer me cuestionó: “Bueno ya me hartaste tú no te la llevas aquí, nomás quieres estar en el periódico y yo aquí, escoge los Healy o yo” y le respondí “Los Healy”.

Ahí comenzaron sus problemas que terminaron en la separación matrimonial.

Como fotógrafo cubrió la “fuente” oficial del Gobierno del Estado, siendo gobernadores Faustino Félix Serna, Carlos Armando Biebrich, Alejandro Carrillo Marcor, Samuel Ocaña García, Rodolfo Félix Valdés, Manlio Fabio Beltrones Rivera, Armando López Nogales y Eduardo Bours Castelo.

–¿Y que pasó con Guillermo Padrés Elías?, pregunté.

–No ese cabrón no, ni madres, no me caía.

AGENTE DE LA PGR ROBA COCAINA EN HERMOSILLO

Fue una imagen gráfica que le dio vuelta al mundo.

Un agente de la Procuraduría General de la República, fue captado por la lente de Crispín Ballesteros, cuando se metía debajo del pantalón un paquete de cocaína.

“Con las Manos en la Masa” se intituló la fotografía.

Y que le mereció el premio a la mejor fotografía otorgado por la Sociedad Interamericana de Prensa.

–Así fue y la titule “Con las Manos en la Masa”, era un paquete que se metió debajo el pantalón y fue la SIP quien me dio el premio de mil dólares y luego el señor Healy, me dio otro fregazo.

Sin embargo este premio internacional, al Crispín Ballesteros le salió todavía más caro…

–El delegado de la PGR en ese entonces me jaló y me dio unas calentadas, me amenazo y decía que sabía en donde vivía mi familia, que tenía que decir que esa fotografía fue un montaje mío, porque en los lugares en donde había estado, no lo habían tocado ni con el pétalo de una rosa y si sigues chingando, porque debes decir que esa foto fue un truco, recuerda que le comento el entonces delegado de la PGR.

A Crispín le niegan el apoyo en la empresa para la cual trabajaba.

–Yo le dije a José Santiago que me estaba citando la PGR por lo de la fotografía y él me respondió que fuera que al cabo yo me había metido en esa bronca y que no me podía ayudar, recuerda con amargura Crispín.

–Me estas llevando entre las patas, dice que le comento el director imparcialero.

 

Para fortuna del hoy reportero gráfico en receso, tuvo una entrevista con el entonces gobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones Rivera.

 

No sin antes comentarle a José Santiago que buscaría ayuda por otro lado…

 

–Fue cuando le hable al licenciado Beltrones y él me advirtió que no fuera, porque “ese cabrón te va a voltear todo el pastel”, dicho y hecho cuando estaba en la delegación le hable por teléfono –le había dado el número—y gracias a él, todo se calmó, señala.

 

Aun así Crispín recibió otra traición…

 

–Lo que más me dolió fue que ahí en el periódico –se reservó el nombre—estaba una persona que me hizo daño, actuó en contra mía y el “Gordo” Juan Pedro Robles es el que estaba en la PGR y es el que a todo, órale ahí les va.

 

Recibió llamadas telefónicas amenazándolo de muerte e incluso recuerda que en una de ellas le dijeron…

 

–Dile a tu jefecito que en lugar de corbata te regale un chaleco anti balas  porque te lo voy a dejar como coladera.

 

Esa experiencia Crispín Ballesteros intento compartirla a Alfredo Jiménez Mota…

 

–Yo le decía a Alfredo, que en paz descanse, te van a fregar, ponte abusado y ese día en que desapareció me pidió raite, eran como las diez de la noche, espérame, le dije voy a dejar esto al laboratorio y ya no volví a ver.

 

DOS GOLPES MARCARON EL FIN DE SU CARRERA

 

El primero fue en una gira de trabajo por el municipio de Álamos en donde accidentalmente se dio un varazo con un árbol, que le provocó un coagulo que al tiempo se cristalizó, provocándole ceguera parcial que fue atendida en el Hospital General del Estado, pero…

 

–Ahí salió peor, me chingaron la vista y entonces fui con el doctor Beltrán que hizo lo que pudo, operándome incluso de una catarata y quede bien, precisó.

Y agregó…

–A los tres días me iban a dar de alta, pero resulta que un día al llegar a la casa ya de noche, estaba mi mujer barriendo la banqueta y se dio cuenta cuando entraron a robar en la casa de enfrente, entonces tome un palo y cuando me dirigía hacia la casa, me salió un bato y luego tres más y entre todos me pegaron, me reventaron la retina del otro ojo, me quebraron la nariz y el ojo se me salió, recordó.

El Crispín vive ahora de su pensión y aunque dice que pudo haber garrado mucho dinero…

–Nunca quise agarrar dinero y vaya que me ofrecieron, pero nunca quise y es que vale más una amistad sana que un puñado de billetes.

POR SU CEGUERA DEJA EL IMPARCIAL

–Fui a la dirección a comentarles que pues ya por mi problema, ya no podría seguir en la chamba, que la vista no me ayudaba por el golpe ese y pues que iba a renunciar y le dije al director que de perdida me tocaban unos 500 mil pesos, pero me dijo que no me estaba corriendo y que me darían lo que por Ley me correspondía, acusó.

Inconforme como estaba el Crispín se acercó al Arzobispo de Hermosillo, con varios abogados.

Al final logró obtener de la empresa a la que ofrendo 40 años de su vida, una liquidación de 150 mil pesos.

–Después me enteré que después de 15 años de trabajar en una empresa si te pueden dar una buena participación, aunque renuncies.

Crispín no contiene el dolor que le provocó haber salido del Imparcial y sin que sus actuales directivos le reconocieran los premios que gracias a su trabajo, él se los dio.

–Ese cabrón –el actual director del diario—no sirve para para, es un muerto de hambre, no sabe nada de periodismo y fue tanto el daño que muchos empresarios se sorprendieron, pero así son esos cabrones, sobre todo el actual director, porque José Alberto y José Santiago son otra cosa, más el papá, que en paz descanse donde quiera que esté.

LLAMA A PERIODISTAS…

Dentro de su dolor que lleva dentro muy dentro, pues reconoce ser muy sensible y que hay ocasiones en que se pone a llorar, Crispín laza un llamado a los periodistas…

–A mí me da mucha lástima que muchos compañeros no piensen en su futuro, ahí se les pasa toda la vida y nunca hacen nada por tener un fondo económico para enfrentar la vejez, algún problema de salud o accidente; es muy triste, los miras cómo andan batallando. El periodismo es una bonita profesión, más cuando le agarras sabor, comentó.

–El periodismo no es ingrato, uno mismo se va arrepechando y muchas veces las mismas empresas donde trabajas te dan la espalda, no te apoyan, ahí está mi ejemplo, el de Alfredo Jiménez Mota.

Crispín Ballesteros, vive abandonado, casi nadie de quienes lo conocen sabe siquiera que ha perdido la vista y aun los que conocen su historia no se han acercado a visitarlo.

–Uno se gana un lugar en el trabajo, respeto, confianza, que la gente te conozca, te reconozca y aun así, teniendo todo eso, no vale para nada, porque la gente no lo reconoce e incluso la vida, batallas de cuando pierdes a la familia  y que no tengas nadie que te de un vaso de agua y luego te preguntas ¿cómo es posible que la propia familia se te voltee?… la vida no te gratifica en algo bueno.

En el año de 1985 al Crispín Ballesteros, lo asignaron como mi fotógrafo, para elaborar un reportaje de lo que ahora es el Centro Ecológico de Sonora, en ese entonces se encontraba en proceso de construcción.

#Fuente https://www.elreporterodelacomunidad.com/index.php