“Yo ya le invertí muchos años de mi vida a la Universidad, en un año me jubilo, que sean las nuevas generaciones las que resuelvan los problemas que hoy se presentan”.
Por Isabel Dorado Auz.
Cuánto daño le ocasionó Manlio Fabio Beltrones a nuestra alma mater, al imponer la Ley 4. Fue de tal magnitud, que hoy estamos viviendo las crudas consecuencias de aquella embriaguez de poder del joven político que llegó a la gubernatura de la mano de Gutiérrez Barrios.
Hoy, por ejemplo, está a punto de estallar una Huelga que definitivamente no va a beneficiar a Nadie. Aun así, pareciera que todos los responsables de evitar el estallamiento han llegado a un consenso total, aunque se diga lo contrario, para promoverlo, lo cual ocurrirá, de seguir, así las cosas, el próximo viernes 28 de abril.
No le resulta extraño a Ustedes, mis estimados lectores, que Heriberto Grijalva Monteverde, actual rector, haya “decidido” no pagar el día de paro laboral, después del antecedente que dejara la Huelga más larga de los últimos tiempos, realizada por el STEUS, donde el no pago de un paro laboral realizado por el sindicato de trabajadores y empleados de nuestra Universidad, fue uno de los principales detonantes de esa Huelga. Como si no bastara la serie de violaciones a las cláusulas del contrato colectivo de trabajo, el rector decidió tomar “represalias” por la acción de protesta de los académicos universitarios.
El sindicato (STAUS), por su parte, lejos de atender la negociación del pliego petitorio, ha decidido romper el diálogo y judicializar el proceso, como si la justicia mexicana fuera garantía de algo. La serie de embates judiciales en contra del rector, recurriendo a la cuestionada Fiscalía Anticorrupción, solo ha servido para empantanar las negociaciones. Da la impresión de que no importa lo que piensen los académicos, ya que las decisiones más importantes no las está tomando la Asamblea General, sino el Consejo General de Delegados, cuando bien nos va, o el Comité Ejecutivo sindical.
El gobierno, por su parte, en sus dos niveles, también están aportando su granito de arena. El estatal a través del ISSSTESON ha buscado congraciarse con el STAUS para arremeter en contra del rector, pero al mismo tiempo se desatiende de su obligación de prestar un buen servicio a los afiliados sindicales, dada la inexistencia de varios medicamentos, la mayoría costosos, que terminan siendo comprados por los mismos derechohabientes en farmacias particulares. Por si fuera poco, el problema de la Jubilación y de las pensiones sigue creciendo y no se ve voluntad política para resolver este grave problema, que no permite renovar la planta académica y, al mismo tiempo, muchos académicos no pueden ejercer su derecho a una jubilación digna. El gobierno federal, se percibe totalmente ausente del proceso.
Mientras tanto, quienes cumplimos con nuestra labor académica cotidianamente y que vemos razones de sobra para estallar la Huelga, no nos queda la certidumbre de que servirá de algo tal estallamiento. Vemos, inquietos, como se acusan mutuamente sindicato y rectoría, en una especie de pleito interno que favorece enormemente a quienes realmente tienen la obligación de resolver de fondo la problemática universitaria. De hecho, lo he planteado en varias ocasiones, en diversos escenarios sindicales, pero pareciera que nadie ve lo que yo estoy viendo.
Por supuesto, la junta universitaria, esa que acaba de nombrar rector, se percibe como lo que realmente es, un elefante blanco que cumple solo una función primordial, garantizarle el “poder” a los “químicos” y con ello preservar el control que los grupos de poder económico mantienen sobre la Universidad de Sonora. Esta última fue la razón que movió a Beltrones a imponer la Ley 4. Desde entonces, la Universidad perdió autonomía, dejó de ser ejemplo de democracia interna, la crítica social desde la academia se redujo considerablemente y, en consecuencia, dejó de serle útil a las clases populares.
Tal es el daño ocasionado que nuestra Universidad parece no tener rumbo. Incluso, algunos docentes han decidido dejar de luchar. Tal es el caso de un reconocido maestro universitario, a quien le pregunté si sería parte del equipo del nuevo rector, dado que me había pronosticado que sin duda sería designado Enrique Velázquez, cuya respuesta fue: “Yo ya le invertí muchos años de mi vida a la Universidad, en un año me jubilo, que sean las nuevas generaciones las que resuelvan los problemas que hoy se presentan”.
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