Conozco a muchos amigos que tienen una Fe exacerbada en que se transformará radicalmente el país con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México. Yo, contrario a ello, pienso que tal cambio de timón representa solo una oportunidad para que el actual sistema de partidos políticos sobreviva tal y como lo conocemos hoy en día.

Obviamente, no comparto la visión de algunos columnistas de derecha que ven en AMLO a un Hugo Chávez, dado que el venezolano tenía formación militar e intentó, primeramente, un golpe de estado para hacerse del poder político, antes de ser electo presidente de ese país sudamericano. Andrés Manuel, por su parte, siempre ha sido institucional, aunque en su discurso haya mandado al diablo a las instituciones. De no haber sido institucional, otro hubiese sido el camino por seguir después de las elecciones fraudulentas de 2006, pero al igual que Cárdenas, en 1988, decidió dar la lucha pacífica dentro del marco legal vigente en nuestro país.

Durante el mandato de AMLO como Jefe de Gobierno, del entonces Distrito Federal, dio muestras de que sabe acoplarse al sistema vigente, aunque impulsó algunas iniciativas que llevaban como objetivo una mayor justicia social. Podría decirse, en palabras de Noam Chomsky, que no implementó el “capitalismo gansteril” que nos ha recetado el prianismo en los últimos años, por órdenes del FMI, y que lo sufren varios pueblos de América Latina. Esto es, a pesar de que negoció con los hombres más ricos del país para que se invirtiera a gran escala en la Ciudad de México, también logró impulsar programas sociales para beneficiar a los adultos mayores y creó la Universidad Autónoma de la Ciudad de México para abrirles espacios a los miles de estudiantes rechazados por la UNAM y el IPN, solo por mencionar dos ejemplos muy representativos.

Digamos, pues, que en el mejor de los casos, Andrés Manuel representa a la vieja corriente priista del Nacionalismo Revolucionario y pretende retomar precisamente esa ideología que dejó atrás el PRI cuando ese partido tomó como suyas las políticas de derecha de su contraparte panista. En tal sentido, no es tan irresponsable decir que hay una vuelta al pasado, pero no al extremo de compararlo con Echeverría como mañosamente lo recomienda Jorge Castañeda a su pupilo Anaya.

Muy lejos está, pues, el Peje, de una ideología socialista. Aunque, sus detractores, asocian al socialismo a personajes admirados por él como Morelos, Juárez, Zapata y Cárdenas del Río. Lo cierto es que tales personajes surgieron desde las raíces del Pueblo Mexicano y actuaron acorde a los tiempos que les tocó vivir.

Diré, finalmente, que el Peje representa un cambio que permitirá a los Partidos Políticos mantener sus privilegios. Eso es de notarse cuando parece ser que cualquiera puede cambiar de bando y ser aceptado en las filas de Morena. Ese es el mejor indicio de que la Política seguirá siendo igual. Por esa razón a los políticos mexicanos, de cualquier signo partidista, les conviene el triunfo de AMLO, ya que es la única posibilidad de que permanezca quieto, al menos por un tiempo, ese Tigre llamado descontento social.

Isabel Dorado Auz.

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