La disonancia cognitiva revela nuestra tendencia a autojustificarnos. La sensación de malestar que nos provoca darnos cuenta que tal vez hemos actuado incorrectamente o que poseemos una noción equivocada, nos puede llevar a inventar nuevas razones o justificaciones para reforzar nuestro acto o noción.

Por: Aldo Barrios

Los humanos somos seres paradójicos, a menudo pensamos una cosa y hacemos otra, esto nos genera conflictos internos, lo que ha llevado a nuestros cerebros a desarrollar una manera de resolver estos conflictos a través de un proceso mental característico. Introducida por primera vez en 1957 por el psicólogo americano Leon Festinger (A theory of cognitive dissonance), la teoría de la disonancia cognitiva es una de las más influyentes y ampliamente estudiadas, ya que ayuda a comprender las formas que empleamos para enfrentar nuestras contradicciones.

117La disonancia cognitiva se puede definir como la tensión o incomodidad que sentimos cuando tenemos dos ideas contradictorias o incompatibles o cuando nuestras acciones no corresponden con nuestros pensamientos. Cuando se tienen dos ideas opuestas (o ideologías) al mismo tiempo se actuará sobre la que cause el menor estrés emocional.

Un ejemplo típico de disonancia cognitiva es el padecido por los fumadores de tabaco, quienes se ven en la disyuntiva de satisfacer su vicio o velar por su salud, saben, por un lado, que los riesgos de contraer una serie de enfermedades aumentan considerablemente al consumir tabaco. Por otro lado, justifican su consumo con argumentos como “de algo tenemos que morir”, o “hay gente que fuma toda la vida y no le pasa nada”.

Hace poco vimos un caso mayor de disonancia cognitiva, cuando la Organización Mundial de la Salud anunció la relación (ya comprobada desde hace tiempo) del consumo de carnes procesadas y carne roja con el aumento del riesgo de desarrollar cáncer de colon, de hecho, según la O.M.S., estas carnes son igual de cancerígenas que el tabaco. Medio mundo puso el grito en el cielo. Simplemente el anuncio fue insoportable para mucha gente y se pusieron en acción sus mecanismos de disminución de la disonancia cognitiva. Muchos llegaron a la conclusión, tan criticada a los fumadores de tabaco, que de algo se tenían que morir, otros simplemente le restaron autoridad a la O.M.S. e importancia a las investigaciones científicas que avalan esta información y decidieron ignorarla, y (supongo) que otros dejaron de consumir definitivamente estos productos para así dejar atrás la incomodidad de saber que haces algo indebido a tu cuerpo.

La disonancia cognitiva no es placentera, para nada, es una sensación incómoda, que tratamos de evitar como sea posible. Cuando advertimos esta incomodidad, tendemos, de forma inconsciente, a recuperar el equilibrio para reducir la disonancia. Y para hacerlo, argumentamos a favor de la decisión tomada o la acción hecha, para tranquilizarnos y autoconvencernos de que hemos actuado de la mejor manera, y la más acorde a nuestras ideas y principios. Así, podemos ignorar o eliminar los conocimientos disonantes, lo que nos permite hacer cosas que de otra manera podrían parecernos “malas” o “incorrectas”. O podemos alterar la importancia de ciertos conocimientos, y decidir que el porcentaje de riesgo de desarrollar cáncer por comer carne asada es realmente aceptable dada la satisfacción que produce a los paladares. También se puede reaccionar a la disonancia mediante la adición o la creación de nuevos conocimientos, por ejemplo, en el caso del consumo de productos que comprobadamente inciden directamente en el riesgo de desarrollar algún tipo de cáncer (tabaco, carnes), el individuo se puede convencer de que disminuye el riesgo siguiendo los demás consejos para evitarlo: hacer ejercicio, comer brócoli, etc. Esto permite la disminución de la disonancia cognitiva, ya que el individuo asumirá varias cogniciones que le indican que puede evitar el cáncer y sólo una (o dos, en el caso de que fume y coma carne) que le indique que no debería seguir con sus hábitos.

file000582565627Quizá la forma más típica de tolerar la disonancia cognitiva, es evitarla en primer lugar. La mayoría de la gente hace frente a nueva información que es disonante con lo que ya saben ignorándola, negándose a aceptarla, y tratando de evitarla en el futuro para no volver a sufrir tan incómoda sensación.
El anuncio de la O.M.S. causó un aluvión de disonancia cognitiva alrededor del mundo, supongo que todos fuimos testigos de las luchas internas (y no tan internas) y las maneras de resolverlas por parte de las personas que se vieron afectadas por tal información (aunque sea probable, pero menos evidente, que su cuerpo esté siendo más afectado por su consumo de carne roja o procesada).

La disonancia cognitiva revela nuestra tendencia a autojustificarnos. La sensación de malestar que nos provoca darnos cuenta que tal vez hemos actuado incorrectamente o que poseemos una noción equivocada, nos puede llevar a inventar nuevas razones o justificaciones para reforzar nuestro acto o noción. Incluso podemos justificar la contradicción de poseer dos ideas incompatibles con nuevas ideas absurdas.

A todos nos aqueja cierto grado de disonancia cognitiva, somos seres contradictorios en un mundo lleno de contradicciones. La disonancia cognitiva es una experiencia bastante común, que implica cierta falta de coherencia entre idea y acción, lo que nos lleva a sentirnos incómodos. Yo siento disonancia cada vez que tomo una coca cola o compro en wal mart u oxo, por ejemplo.

Nuestra actitud se constituye por componentes afectivas y cognitivas, en la disonancia cognitiva experimentamos una falta de coherencia causada por la falta de coincidencia entre el querer y el pensar. Es decir, la disonancia es producida por un conflicto entre nuestras componentes afectivas y cognitivas.

Así, se habla de la disonancia cognitiva-afectiva, que tiene la posible implicación de ser el sustento psicológico de la conciencia moral. Digamos que tenemos la posibilidad de obtener un beneficio, pero al obtenerlo estaremos perjudicando a alguien más. Tener esta información nos hará sentir culpables, se hará presente la disonancia, al menos en todo individuo que tenga desarrollada su conciencia moral. Por eso es difícil hablar de disonancia cognitiva en el caso de los políticos y demás oligarcas.

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Leon Festinger

Festinger y Carlsmith comprobaron en 1959 la existencia del mecanismo mental de la disonancia cognitiva, en un experimento en el cual se pidió a un grupo de estudiantes que realizaran tareas tediosas (diseñadas a propósito para generar una actitud negativa). Después de terminado el trabajo se preguntó la opinión sobre las tareas realizadas, y a todos les parecieron sumamente fastidiosas. Entonces se dividió a los sujetos en tres grupos, el primer grupo funcionó de control y se les dijo que el experimento había terminado y se podían ir, a los dos grupos restantes se les pidió que trataran de convencer a otro individuo (en realidad un cómplice del experimento) de que las tareas que acababan de realizar eran ciertamente agradables y entretenidas. Al segundo grupo se le pagó 1 dólar por hacerlo, al tercer grupo 20 dólares. Días después se entrevistó de nuevo a los participantes, y los resultados obtenidos al preguntar sobre el trabajo realizado fueron muy interesantes. Los que recibieron 20 dólares y el grupo de control seguían teniendo una opinión negativa sobre las tareas realizadas. Sin embargo los que recibieron 1 dólar diferían radicalmente de esta opinión, ya que para ellos las tareas realizadas resultaron mucho más llevaderas, incluso divertidas. Festinger y Carlsmith interpretaron esto como prueba de la disonancia cognitiva. Los individuos que recibieron 20 dólares no modificaron su percepción del experimento ya que el pago fue suficiente justificación para la mentira dicha y casi no tuvieron disonancia. Los que recibieron 1 dólar, sin embargo, sí experimentaron mayor disonancia, lo que los llevó a modificar su percepción ya que el pago no fue suficiente aliciente para la mentira, teniendo que interiorizar sobre una justificación para considerar las tareas como entretenidas, llegando a convencerse de que así era.

La disonancia cognitiva es un proceso que nos puede llevar al aprendizaje, ya que prueba una idea nueva o no contemplada. Se puede proceder a negar rotundamente el nuevo conocimiento, rechazar las nuevas ideas (lo más común en personas con conciencia poco desarrollada y egos endurecidos); se puede cambiar al nuevo paradigma, o aceptar el hecho de que no tenemos la verdad absoluta, y disminuir así la disonancia, tratando de conciliar las posturas contrarias. Si no hay confrontación de ideas no hay disonancia cognitiva, pero se puede correr el riesgo de no aprender nada nuevo. En ese sentido, los niños experimentan menos disonancia cognitiva, porque no tienen tantas ideas preestablecidas sobre las cosas y absorben cualquier conocimiento nuevo.

Si le prestamos atención a esa sensación de malestar, y nos hacemos conscientes de que la contradicción es parte de nuestro ser, le podemos sacar jugo a esa incomodidad (de hecho hay terapias que buscan provocar la disonancia para ayudar al sujeto), claro, hablando en el mejor de los casos, ya que, si hablamos no tan positivamente, encontramos que desde hace décadas (quizás siglos o milenios) la disonancia cognitiva se usa para manipular con total intencionalidad, en propaganda (de todo tipo), como método de control mental (sí, coco-wash), o como vil chantaje sentimental. Así, contradictorio lector, trata de escuchar ese eco incómodo en tu interior cuando recibes una nueva información que te saque de tu zona de confort, sopesa la contradicción y chance y algo nuevo se aprenda.

Noviembre de 2015