Esquina Izquierda

Por: Manuel Alberto Santillana

1. La proyección el domingo 12 de junio, por el canal de televisión abierta Telemax del cortometraje “El Casino del Diablo”, es muestra de que se puede hacer buen cine en Sonora. Dirigida por el siempre creativo Oliver Rendón, el filme propone una visión renovada de la tradicional leyenda urbana de la aparición del diablo en el Casino Campestre, en la década de los cincuentas de un Hermosillo tranquilo y conservador. Nueva versión en cuanto a que le da un giro entre misterioso y turístico/carnavalesco. De misterio porque narra la historia de un investigador de fenómenos paranormales norteamericano quien se encuentra en la web con unos videos del Casino de Hermosillo, y decide venir a investigar con sus aparatos y alta tecnología al mejor estilo de Jaime Maussan. Turístico, porque una elegante Ofelia Medina -en su papel de guía del norteamericano-, le muestra las bellezas de la ciudad y, junto con sus palabras la cámara nos va acompañando por los lugares más bellos de esta ciudad del Sol. Y por último de carnaval porque la película recrea, y muy bien, el baile del Casino con un excelente fondo musical, inmejorables músicos y bailarines con atuendos de la época o recreados en tal momento histórico. Y uno se la cree en los tres niveles, el del misterio, el del festejo carnavalesco y, en la promoción turística de Hermosillo; ¡cómo de que no!

2. Tal vez la única critica es la de que en algunos momentos los diálogos se hacen demasiado lentos y aletargan el momento de supuesta tensión que debe haber entre el norteamericano y algunos personajes. Pero fuera de ese detalle el filme cumple bien con lo es buen cine, a saber: un argumento original sobre una historia o leyenda ya trillada, un buen guión, actores que se la creen, diálogos creíbles, personajes bien estructurados con acciones verosímiles, una propuesta inicial, desarrollo y conclusión sorpresivo. Con buen uso de elementos técnicos como alternar los close up contra tomas de cámara abierta, luego escenas mínimamente iluminadas de misterio contra otras con el sol pleno sobre los personajes. Elementos técnicos que, hoy en día traen locos a los cineastas en las muestras de cine contemporáneo, donde uno escucha a cada rato: ¿Utilizaste dron? ¿Con qué cámara lo hiciste?; contra las de mi época que eran y aquí hubieran sido: ¿Cuáles eran los elementos subjetivos de la historia? ¿Cuál es el conflicto psicológico oculto del norteamericano? Nada raro, es cuestión de épocas solamente. Por cierto, en contraste con los lentos diálogos con el camarero del hotel, el diálogo que sostiene el taxista que lleva norteamericano al Casino del Diablo por la noche es de antología de humor negro.

3. Por otro lado, camaradas que ya vieron el cortometraje señalan que se sintieron decepcionadas porque el diablo no estaba guapísimo, con lo cual coincido. No porque el actor que representó al diablo no haya lucido galán de la década de los cincuenta del cine mexicano, sino porque la leyenda así lo resalta: “Entonces se acercó un joven guapísimo y la sacó a bailar”. Y el otro punto que han estado criticando es que las patas de chivo del diablo, que es lo que lo hace gritar a la chica además de la quemadura de las manos y brazos sobre su cuerpo, no le salieron tan bien hechas. Punto en el cual coincido parcialmente, ya que si bien es una toma que dura un par de segundos, es central en la historia y debió de haberse visto contundente y con el sonido de las pezuñas en los mosaicos del piso del Casino. Pero, en fin, es discutible si alteran o no la historia o solo es carrilla de estas camaradas que son unas tigresas del sarcasmo e ironía.

4. Felicidades a Oliver Rendón y a toda su propuesta de cortometraje. Ofelia Medina está impecable y el resto de actores jóvenes se la rifa, certeramente. Por último, conviene resaltar lo complicado que es hacer buen cine, aunque sea un cortometraje. El número de apoyos y patrocinadores que aparece en los créditos finales es larguísimo. Y creo que así debe ser mientras no exista un fondo digno para la ejecución de cine en Sonora. Por suerte, todo el tiempo de créditos del final está acompañado de las composiciones originales del David “el colas” Norzagaray. Eso también es un acierto.